El origen de esta singular versión de la Ruleta Rusa hay que buscarlo en el desconcierto de las jóvenes generaciones de homosexuales que ven a sus mayores, supervivientes de La Gran Masacre de finales de los 80 y gran parte de los 90, integrados en redes de apoyo mutuo, marcados por la experiencia, el dolor, la tragedia y el heroísmo y reconfortados por la solidaridad del gueto. Pillar el bicho, mediante la práctica del bareback, significaba poder acceder a un nuevo nivel de intercambio; una especie de rito de paso que terminó obsesionando a muchos homosexuales que habían crecido con el terror a la enfermedad y la polla enfundada en un trozo de plástico. Desde entonces, la cosa se ha ido desvirtuando (y con esto no quiero decir que encuentre medianamente razonable el despropósito de jugarse la vida de esa manera) hasta quedarse en los argumentos esbozados en este artículo: no tener que usar condón y superar, por la vía rápida, la angustia causada por la sempiterna amenaza fantasma. Y en esas estamos. Claro que, cualquier día, nos va a tocar escuchar que alguien desea pillar el bicho porque es cool.
Alucinante…..Cada uno puedo hacer con su vida lo que quiera pero luego el tratamiento lo pagamos todos…hay que ser insensatos
El dinero no es lo más preocupante desde mi punto de vista…
El origen de esta singular versión de la Ruleta Rusa hay que buscarlo en el desconcierto de las jóvenes generaciones de homosexuales que ven a sus mayores, supervivientes de La Gran Masacre de finales de los 80 y gran parte de los 90, integrados en redes de apoyo mutuo, marcados por la experiencia, el dolor, la tragedia y el heroísmo y reconfortados por la solidaridad del gueto. Pillar el bicho, mediante la práctica del bareback, significaba poder acceder a un nuevo nivel de intercambio; una especie de rito de paso que terminó obsesionando a muchos homosexuales que habían crecido con el terror a la enfermedad y la polla enfundada en un trozo de plástico. Desde entonces, la cosa se ha ido desvirtuando (y con esto no quiero decir que encuentre medianamente razonable el despropósito de jugarse la vida de esa manera) hasta quedarse en los argumentos esbozados en este artículo: no tener que usar condón y superar, por la vía rápida, la angustia causada por la sempiterna amenaza fantasma. Y en esas estamos. Claro que, cualquier día, nos va a tocar escuchar que alguien desea pillar el bicho porque es cool.