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#EducacionSexual: La diversidad (1)

19 December, 2018 at 16:52/ por

“El sujeto promedio sirve para identificar las características más frecuentes, pero no es de carne y hueso”.  Es decir ese sujeto no existe. Ese es el resumen que se hacía esta semana de un estudio de la universidad de Yale (1) para introducir el artículo de El País “Todos somos raros”. Volvamos a leerlo:

“El sujeto promedio sirve para identificar las características más frecuentes, pero no es de carne y hueso”

El problema de esa frase, del artículo, de que se lea en un móvil, de lo mucho que leemos cada día, es que se corre el peligro de no darse cuenta de las implicaciones tan profundas que tiene una frase así. De que probablemente es la frase más radical que hemos leído en 2018. Que implica muchos cambios de perspectiva en toda nuestra vida, y aquí, aplicado a la sexualidad, propia y ajena. El estudio no descubre nada nuevo que no hayan dicho la filosofía y otras disciplinas desde comienzos desde el siglo XX, pero creo que es buena idea usar ese estudio para profundizar en todo lo que significa.

El problema con los criterios estadísticos, estar por encima o debajo de la media, es que no es tan sencillo como decir “ignora la media”. Todo el mundo queremos ser como (imaginamos que son) nuestras amistades, lo que oímos alrededor, lo que nos han dicho que es la norma. Esa idea de normal va enlazada a muchísimas más creencias y por eso cuesta tanto hacernos ver más allá de la palabra “normal”. Leer que “todo el mundo es raro” o que “nadie es normal” no borra esas ideas de normalidad y anormalidad de nuestra mente como sucede al leer “los reyes son los padres”.

Cambiar ideas de ese calado necesitan de un trabajo de exploración más profundo y tener más perspectiva sobre lo que leemos y creemos, para saber por qué pensamos lo que pensamos.

 

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La estadística

Primer problema que tiene la estadística: Es una forma de exponer los resultados de la observación de un fenómeno. El problema es que le prestamos más atención a la palabra “resultados” que a “observación”.  Pongamos el ejemplo de las fases de la “respuesta sexual humana” de Masters y Johnson, ampliado por Kaplan y ampliado por otros modelos, etc. Aquello de deseo, excitación, meseta, orgasmo, resolución…

Cuando dividían las fases de esa respuesta en excitación, meseta, orgasmo y resolución, NO LO HACÍAN PORQUE YA EXISTIERAN ESAS FASES (¿Suena aquello de la influencia de la mirada de quien analiza?). Lo que hicieron Masters y Johnson fue dividir ese fenómeno en una serie de fases para poder recoger los datos de forma ordenada. Para clasificar de alguna manera lo que estaban observando. Lo hacían para ver qué pasaba al comienzo, en medio, al llegar a orgasmos y después de ellos. Y en sus datos recogieron lo más importante: UNA INFINITA VARIEDAD. Algo que ya se estaba dando como un hecho: Cada persona respondía de una forma.

Eso sí, la sexología americana de esos años, que se había convertido en referente tras la Segunda Guerra Mundial, cambió la visión europea de comienzos del siglo XX, mucho más compleja, a datos, estadística, números. La frecuencia de un fenómeno nos indica si está por encima de la media o debajo de un valor (medias, modas, medianas...).  Al haber tomado nota de toda esa serie de datos, se puede ver que hay una especie de patrón que se repite. Insisto: El patrón, esa medida, ese valor se obtiene DESPUÉS de que se ha dado el fenómeno.

Es decir: Se da un fenómeno —> se anotan los datos —> se obtiene un promedio
El problema es que confundimos causa y efecto. Vemos una media, una moda, una tendencia y en lugar de cambiar nuestras ideas, o recordar que la variedad es infinita, queremos cambiar la realidad y hacerla encajar en ese tendencia.
Es decir: Vemos de nuevo el fenómeno —> Lo comparamos con el promedio (QUE NO EXISTE, ES UNA ABSTRACCIÓN) —> En función de la diferencia entre fenómeno y promedio, sacamos conclusiones de si está por encima o por debajo de esa medida.

Volvamos a leer la primera fase: “”El sujeto promedio sirve para identificar las características más frecuentes, pero no es de carne y hueso”. Es decir, no existe.

 

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El origen de todos los problemas

Esa comparación que hacemos con el promedio es la madre de TODOS los problemas ¿por qué? Porque lo aplicamos constantemente, y sobre todo, a algo tan complejo como la sexualidad humana.

Imaginemos todos los problemas que podemos derivar de querer hacer encajar en esa idea imaginaria de un sujeto promedio:
– Querer tener unos rasgos masculinos (o femeninos, así, excluyentes, sin poder haber de los dos a la vez) que entendemos que son los “propios” de ese sujeto promedio. Y de ahí esas frases terribles como tener “manos de mujer”, “pies de hombre”, “vello como un hombre”…
– Querer tener unos genitales iguales que los del sujeto promedio (esas diferencias que los hospitales “resuelven” convirtiendo a todos los bebés en “niños o niñas promedio”.
– Querer que las dimensiones corporales, de genitales, de pechos, espalda, caderas ¡todo! sean las de ese sujeto promedio.
– Querer tener una conducta igual que la del sujeto promedio, creyendo que hay una normal y que, si estamos por debajo o por encima de determinada frecuencia, no somos “normales”. En realidad no somos iguales al sujeto promedio… y ahí es útil recordar lo que decía más arriba: Ese sujeto promedio es el resumen de un montón de datos de seres humanos diferentes, cada uno con sus propias características.
– Querer tener las mismas ganas que ese imaginario sujeto promedio: No más, no menos. De nuevo, recordamos: Esa “media” se elabora a partir de los datos únicos de cada sujeto único, cada uno con su propia vida, su propia mezcla.
– Querer tener orgasmos iguales que ese sujeto promedio. Iguales en intensidad, en duración, en tiempo hasta el orgasmo, en el número de orgasmos…
– Querer tener las fantasías que creemos que tiene ese sujeto promedio.

Heredamos tantas ideas sobre la supuesta normalidad, se nos educa en semejante cantidad de supuestas medidas normales, tendencias normales, duraciones, intensidades y frecuencias normales, que no es raro que no nos demos cuenta de que el problema es mucho más profundo: Estamos entendiendo que hay cosas normales, y cosas raras, incluso estadísticamente.

Es precisamente esa dispersión de datos lo que sigue dando esa “media”, esa supuesta norma. Simplificándolo a lo más simple, si nos dicen que la norma es tener cinco orgasmos a la semana, esa misma media la obtenemos con dos sujetos, uno que tenga nueve a la semana y el otro uno. O que uno tenga 8 y el otro 2, o uno 7 y el otro 3, o que uno tenga 6 y el otro 4. Pero no es una cuestión aritmética, no nos perdamos en los números. La cuestión es que nos encontraremos que los datos en los seres humanos REALES variarán mucho (no tanto de un sujeto a otro, sino en diferentes épocas de la vida del mismo sujeto) y que esa variación es UN HECHO. La diversidad (en todas esas medidas o datos posibles) es UN HECHO. Y todas se dan en el ser humano. El problema lo tenemos es cuando hacemos la ecuación al revés e intentamos que 4 siempre tenga que ser la suma de 2 y 2. Cuando en lugar de cambiar nuestras ideas sobre el hecho que sea, sobre el dato que sea, queremos cambiar a los sujetos para que se adapten a nuestras ideas.

La diversidad es ese HECHO: Que hay muchos casos diferentes y todos son válidos. Justo lo contrario de cómo se suele entender la diversidad: Como lo diferente, lo raro, lo estadísticamente poco común.

Pero eso mejor explicarlo otro día, que ya he pasado de las 1000 palabras…

 SEGUNDA PARTE: #EducacionSexual: Diversidad (2)


 

(1) The Myth of Optimality in Clinical Neuroscience

Imágenes de pxhere.com, como todas las que no tienen atribución de autoría.

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