Fantasías sexuales sospechosas
23 April, 2015 at 11:00/ por moscacojoneraSi hay algo que guardamos celosamente son nuestras fantasías sexuales. No las más comunes, no las más aceptadas/aceptables, sino esas que sabemos que se salen de la norma. Aunque sean algo que imaginamos, aunque sólo existan en nuestra cabeza —donde hay libertad absoluta, no afectan a nadie— siempre existe el miedo a que se deduzca nuestra personalidad a partir de nuestras fantasías, y por eso se las contamos a muy poca gente, o a nadie en absoluto.
Hay varios factores que pueden haber ayudado a que se vean las fantasías sexuales (en lugar de toda la imaginación, tenga que ver con sexo o no) como sospechosas, como la puerta de entrada para saber qué nos gusta “de verdad”, dando por hecho que lo que aparece en nuestras fantasías es lo que “de verdad” deseamos y no necesariamente lo que llevamos a la práctica.
La primera razón puede ser que hayan coincidido en el tiempo —a principios del siglo veinte*— la popularización del sexo como algo a gestionar y la psiquiatría. Por un lado el hecho de que el sexo pasara a ser algo central en la vida de la gente (si no eres feliz sexualmente, te costará ser feliz), algo de lo que se hablaba, que se debía aprender a gestionar y por el otro, Freud con su interpretación de los sueños, su creación de la estructura psiquica usada en psicoanálisis. Freud consideraba la interpretación de los sueños “la vía regia hacia el conocimiento de lo inconsciente dentro de la vida anímica”. Es decir, la llave para saber qué está en el fondo de la mente… Aunque la coincidencia se diese a comienzos del siglo veinte, se necesitaron ¿décadas? para que ambas cosas —sexualidad como central y psicoanálisis— se convirtiesen en algo popular. Pero aunque pasase tiempo y tiempo, siguieron en paralelo.
Quizá también ayudase el parentesco entre la psicología/psiquiatría con la sexología lo que ha ayudado a que se mantuviese el sexo como central en ambas cuestiones. La obra de Freud le debe mucho a Havelock, sexólogo de principios de siglo con una curiosa vida. Y además de eso, Freud, el “demagogo sexual”, intencionadamente mantuvo lo sexual como central en su obra para provocar más polémica y ser más conocido (Amezúa).
A ambas cosas hay que sumar que la psicología y psiquiatría (y por lo tanto la interpretación del inconsciente, los deseos) pertenecen al campo médico. Es decir, al terreno en que una autoridad externa nos dice lo que nos sucede, qué deseamos “realmente”, dónde tenemos conflictos y dónde no. Alguien a quién le damos mayor reconocimiento que a cualquier otra persona, una autoridad dentro de un discurso normativo donde nos dirá qué es más recomendable o incluso admisible o aceptable. Es decir: El problema no está en el profesional, que si sabe de sexo no convencional, seguramente no nos cuestione absolutamente nada, sino que, tras la popularización del “análisis psicológico” de los sueños, también se usa para valorar y aceptar/rechazar las fantasías. No hay más que contarle a alguien que has soñado volar o que te perseguían para que te digan qué consideran que significa eso “en realidad”.
El hecho de que el psicoanálisis y la interpretación de los sueños sean la puerta para llegar al inconsciente parecen haber colocado a las fantasías bajo sospecha. Parece que el deseo sea algo que se deba destapar, interpretar. “¡¡¡¿¿Que te has imaginado follando con quién??¿¿me has puesto los cuernos con quién??!!!”, “como le cuentes a tu pareja que has fantaseado con eso, va a flipar”, “Anda, va a resultar que eres gay”, “háztelo mirar, a lo mejor quieres ser mujer”, “¿pero tú no eras bollera?”, “no me jodas que te lo quieres hacer con un perro”, “ojo, que eso que dices es delito”. Como si la imaginación tuviese SIEMPRE una conexión con el deseo de llevarlo a cabo. Como si la imaginación, tus fantasías, fuesen lo mismo que tu persona. Como si imaginarlo tuviese las mismas consecuencias que hacerlo.
Si a eso le sumamos las simplificaciones habituales sobre orientación sexual, sobre género, sobre perversiones, el resultado es que a la mínima señal de que nos separamos del camino “previsible” que nuestras amistades/colegas nos asignan por nuestra orientación o tipo de relación, habremos cometido el “pecado” de pensar en algo que no debíamos, que va contra nuestra “identidad social” y nos habremos condenado a la duda eterna sobre nuestra identidad.
Y no sólo recibimos esas críticas por parte de las personas a quienes se las contamos. Las críticas más complicadas de gestionar son las que nos hacemos sobre nuestros propios deseos. Nuestro querido superyó al ataque. Esa sociedad que creemos que existe ahí fuera y que en realidad la llevamos grabada a fuego en nuestra propia mente, portátil, presente 24 horas al día, sin dejar que se le escape ni un sólo pensamiento. “¿Pero por qué tengo que fantasear con esto una y otra vez??¿¿por qué, por qué, por qué??”.
Pero ¿y si animásemos a nuestra imaginación a que se suelte, a que “se le ocurra” todo lo posible y lo imposible? ¿y si buscásemos la manera de ir ampliando nuestra imaginación, alimentarla, hacer que crezca? ¿Y si nos “perdonásemos” TODO lo que nos imaginemos, AB-SO-LU-TA-MEN-TE TO-DO, sin ningún límite?.
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*Es lo que tiene estudiar sexología, que te enteras de estas cosas. Lo que tiene también es que hoy puedo pensar esto pero mañana entenderlo algo mejor y cambiar de opinión…
La imagen principal salió de Flickr Creative Commons (como siempre)
Tu propuesta me recuerda esta cita:
Emitir juicios de valor es sencillo, mucho más que no hacerlo. Cómo no practicar ese deporte cuando llevamos a rastras, cosidos a nuestras carnes, un saco de prejuicios con que viajamos a todos lados. En realidad ni nos pertenecen ni venimos con ellos de fábrica. Nos los hemos ido comiendo sin sentir, día tras día desde la infancia. Cuestión de mera supervivencia infantil fue tragarse ese indigesto menú entonces; pero en nuestras manos adultas está buscar otros manjares que sí nos lleguen genuinamente al corazón del gusto. Porque, en cualquier caso, lo cierto es que nuestros prejuicios, por más que los usemos para intentar poner etiquetas al comportamiento de los demás, no hacen sino gritar a los cuatro vientos quiénes somos, o más bien, quiénes hemos dejado que nos hagan ser.
De la novela “Una mujer desnuda” de Lola Beccaria.
Totalmente d acuerdo y pregunto: ¿por qué mucha gente no se cuestiona nada si disfruta d películas d bombas, tiros, asesinatos, etc… Pero sí s preocupa un montón cuando tiene fantasías sexuales fuera d lo supuestamente esperado?
Creo q es importantísimo distinguir entre fantasía y realidad Y tener claro q mucha gente tenemos fantasías q no queremos realizar, sólo disfrutarlas como una película
Bueno, Puede ser que tengamos que reeducar nuestra mente, liberarnos de prejuicios, clichés, de los 2014 años de cristianismo castrador… Ya, ya se que la presión cultural, educativa, normativa es brutal, por eso tenemos que revelarnos. Soñar, fantasear, volar… No es ningún delito y al carajo lo que nos digan o lo que piensen. Si por soñar con hombres soy “maricon” pues estupendo, lo que tu digas! Yo personalmente hace muchísimos años solté mi imaginación, y hace algunos menos, mi cuerpo, ahora ya lo comparto con cualquiera que me conoce un poco. Soy un poco mas libre, o así me siento. Buen artículo, gracias