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La sexología cuántica

9 December, 2024 at 11:38/ por

Muchos cambios artísticos del siglo veinte se derivaron de descubrimientos científicos. A menudo esos descubrimientos significaban otra manera de mirar la realidad, otra perspectiva que hacía observar de una nueva manera lo que se había tenido delante toda la vida. Lo mismo me sucede a mí con la física y la matemática: proponen aproximaciones a la realidad desde las que intento encontrar puntos en común.

Ese es el camino que voy siguiendo con la física cuántica. A menudo tengo la sensación que se encuentra detrás de muchas explicaciones de la sexología. Por ejemplo, del proceso de sexuación, de convertirnos en quiénes somos. Para simplificar al máximo, relaciono la física cuántica con dos ideas aparentemente muy distantes: con el relato de Hesíodo sobre el origen del mundo (su Teogonía, en la que Eros es una de las fuerzas primigenias) y con la frase de Antonio Guillamón (y lo que van afirmando las neurociencias) de que el sujeto y su entorno son un mismo organismo. O lo que dice Nazareth Castellanos: “No vemos la realidad tal como es. La vemos tal como somos”. O con la frase de Platón que prologa el libro: “Este mundo es un ser viviente dotado de alma e inteligencia, una entidad única que contiene a su vez a todos los seres vivientes del universo, quienes por naturaleza propia están todos conectados entre sí”.

La forma de enlazar todo esto la encuentro en el primer capítulo de “Materia que respira luz”, de Juan Arnau: Consecuencias filosóficas de la física cuántica, que se puede leer gratuitamente aquí. Lo que plantea ese texto me parece de una relevancia fundamental para el estudio de la sexología. No soy especialmente fan del autor, ni “compro” todo lo que dice tal como lo dice, pero sí me ayuda a seguir encontrando esos espacios entrelazados entre sexología y física cuántica. Como me pasa a menudo, no me interesa Juan Arnau, sino que me interesa lo que le interesa a Juan Arnau.

Y me parece mucho más interesante la aproximación que me da la física cuántica para entender el mundo que las visiones religiosas que creen en “un algo inteligente gobernando todo”. De repente voy encontrando hilos que van conectando la mística (que atraviesa tantísimo en nuestra cultura, como los relatos míticos de Grecia clásica o nuestras ideas del amor) con la física.

Conviene ser conscientes que vivimos con imágenes que son representaciones de la realidad… que confundimos con la realidad. Es lo que nos pasa con el átomo, que se cree que son unas bolitas orbitando en torno a otras bolitas. Imaginamos los átomos como algo así, cuando en realidad son más parecidos a esto. Como representación. Porque un átomo real sería algo como la nada, latiendo.

¿EXISTE LA SEXOLOGÍA CUÁNTICA?

Obviamente, no. Ya tenemos suficientes adjetivos para la sexología. Existe la sexología como tal, como ciencia independiente. Pero aquí es importante distinguir a qué nos referimos con sexología, porque con esa palabra, como con el amor o la libertad, podemos estar hablando de dos aproximaciones diferentes a la sexualidad humana que yo, en mis clases, explico con una metáfora urbanística: el lío de confundir la sexología con una casa, cuando en realidad es una ciudad.

Cuándo llegué al master de sexología, como mucha gente sabe (porque lo voy publicando aquí según lo voy viviendo), me encontré que me explicaban muchas cosas a las que no les veía el más mínimo interés. Yo llevaba muchos años dedicándome a escribir sobre sexo (aquí, desde 2006, pero llevaba desde los 12 años pensando en el sexo) y mi intención al estudiar un master de sexología era COMPLETAR lo que yo ya sabía. Era consciente de que yo ya sabía mucho de “sexualidades no convencionales” y buscaba una forma de ordenar y completar esos conocimientos con lo que no conocía. Pero al llegar al master tuve la sensación, ¡durante más de un año! de que me querían llevar de “la casa que ya conocía sobre el sexo” a otra casa que no me estaba respondiendo ninguna de las preguntas que me habían llevado a estudiar sexología. Mi experiencia era la de querer conocer todos los secretos y recovecos de la casa “sexual” en la que vivía… pero me encontraba un master dónde se empeñaban en “llevarme a otra casa” donde, con una desesperante parsimonia, se dedicaban a explicarme cada detalle de esa casa, cada esquina ¿Estoy pagando, durante dos años, para que me estén contando esto???? No es nada fácil escucharlo cuándo no entiendes por qué se empeñan en explicarte con tanto detalle una casa que no te interesa comprar.

Me llevó unos años entender que NO intentaban llevarme de una casa a otra, sino que me estaban explicando, con toda la lentitud necesaria, como es la ciudad de la sexología. Una ciudad construida a principios del siglo XX, afortunadamente porque quienes venían de los márgenes, a menudo desmontando la visión patologizadora heredada del pensamiento colonial del siglo XIX. Dentro de esa ciudad, por supuesto, existen la medicina, la sociología, la psicología, pero también el activismo, lo trascendente, la belleza, el arte de amar. Una casa inmensa donde se intenta COMPRENDER (en lugar de ordenar) la sexualidad humana. Y comprenderlo supone, como le sucede a toda ciencia, partir de una determinada idea de lo humano. Y la idea de lo humano detrás del marco conceptual sexológico es de una belleza inmensa.

LA CIUDAD SEXOLÓGICA

Cada una de esas casas se puede estudiar con una profundidad infinita: la psiquiatría, la psicología, la medicina, la sociología. Cada una de esas casas nos dan una información inabarcable sobre la sexualidad humana. Pero parcial, porque la propia naturaleza de esas ciencias es explorar esas casas cada día con más detalle. Y no es su objetivo, o rara vez, cuestionar su marco conceptual. Su método de observación. Su concepción de lo humano. No es su labor ni se le encuentra el sentido. Lo que hacen esas ciencias es dividir en parcelas la sexualidad humana para entender con más precisión lo que sucede en cada uno de esos campos.

Pero NO PIENSAN EL SEXO. No me refiero a las “cosas sexuales”, al deseo sexual, a la disfunción sexual, a la atracción sexual, a la orientación sexual, a las fantasías sexuales, a las relaciones sexuales. Sino que no le ven el interés a pensar el sexo, en lugar de pensar en el sexo, en las “cosas sexuales”. El recorrido de dos años del master supone un paseo muuuuuy largo por esa ciudad.

Como en toda ciudad, es imposible conocer las calles y memorizar todos los barrios la primera vez que pasas por ellas. Necesitas pasar una y otra vez. Confundir calles, ir en la dirección equivocada, preferir unos barrios a otros y olvidarte de barrios importantes. Conocer historias sobre cada calle, ir reuniendo anécdotas en cada zona de la ciudad para tener una idea de cómo es toda esa ciudad. Y eso ha sido para mí, y sigue siendo, el estudio de la sexología: pasar por las mismas calles una y otra vez. Eso es lo que se hace en el master y despista: que pasas por la misma calle a menudo y tienes la sensación de que ya la conoces perfectamente. Pero el día que caminas más despacio o te sientas en un banco, descubres que ahí viven quienes no te esperabas. O no te habías dado cuenta de los detalles de los edificios. O pequeños callejones que parecían no tener salida.

SEX(OLOGICAL) WORK IN PROGRESS

Todo esto que escribo no pretende ser una ponencia, ni un artículo exhaustivo. Como pasó en el master, sigo compartiendo a tiempo real lo que me voy encontrando. Pienso muchísimo las cosas, pero escribo sin guión, sin esquema, tal como va surgiendo. Siempre he escrito así. Por lo que, por supuesto, puede haber errores, contradicciones y opiniones que podrían cambiar en el futuro. Afortunadamente.

Así que aquí sigo, profundizando para releer la Grecia clásica y encontrar claves para explicar la naturaleza del deseo al mismo tiempo que miro hacia delante para ir encontrando los diálogos que se están manteniendo actualmente entre la neurociencia, la física cuántica y la sexología, compartiendo aquí, antes que en ningún sitio, lo que me voy encontrando.

Gracias por la paciencia de llegar hasta aquí!

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