Los mitos del poliamor romántico
14 February, 2019 at 13:43/ por moscacojoneraLos mitos no son como cuando descubres que los Reyes Magos no existen. Los mitos no se esfuman en el aire el día que te los explican. Los mitos no desaparecen por el sólo hecho de nombrarlos, de identificarlos como las huellas dactilares en un delito. Los mitos son una forma de entender la realidad que, precisamente, “pasan por debajo del radar”. No eres consciente de ellos. Un ejemplo de mito sería pensar que las cosas “al final” llegan a algo en lugar de creer que las cosas suceden en un infinito bucle (el mito del paraíso frente al mito del eterno retorno). Sería el pobre hombre perseguido injustamente. Sería el mito del héroe solitario, el del artista atormentado. Historias que nos gusta creernos pero… que no son así en la realidad. Pero por mucho que la realidad se comporte de otra manera, tenderemos a creernos esas historias una y otra vez.
Sucede lo mismo con los mitos del amor romántico. A pesar de que se haya repetido cientos de miles de veces que son “ficticios, absurdos, engañosos, irracionales e imposibles de cumplir” (Carlos Yela, 2003), ahí siguen, por su propia naturaleza: así son los mitos.
El problema de asociarlos al amor romántico es creer que, si te relacionas de otra manera (sea poliamor, sea el tipo de relación no exclusiva [RNE] que se quiera), por arte de magia, ya has dejado atrás esos mitos. Y no, no funciona así. Esos mitos no van a desaparecer porque seáis más de dos, o porque seáis una red. Un mito no es una idea que puedas cambiar de la noche a la mañana. No es algo sobre lo que reflexionas y dejas de creer inmediatamente. No eres idiota por seguir creyendo algunas de esas ideas. Toda la cultura que te rodea está basada sobre algunas de esas ideas y nos las repiten una y otra vez en películas, novelas, en los consejos de tus amistades, en lo que te dice tu madre. Son emociones que tenemos desde siempre y que reaparecen en mil formas. Y no todo se arregla mediante la razón (como creían algunos grupos poliamorosos iniciales y algunas propuestas políticas).
Por eso, aunque cambies de tipo de relación, seguirás reaccionando de forma similar durante mucho, mucho, mucho tiempo. Porque siempre querrás tener unas expectativas sobre tu/s relación/es. Es lógico tener expectativas, es imposible vivir de otra manera, sin dar por hecho nada de lo que sucederá mañana. Es lógico y humano querer saber si siguen en pie los planes para el fin de semana. Es lógico y humano querer saber si vas a estar en esa misma casa mañana, si te van a responder al teléfono, si no vas a descubrir de repente que hay quince personas más en la relación. Es lógico querer saber con quiénes cuentas y con quién no el día que te diagnostiquen una enfermedad crónica, el día que quieras tener un bebé, el día que te plantees tener una vivienda. Y es previsible que tus expectativas, en tus relaciones humanas, sean las que tiene todo el mundo, las que forman parte de la cultura en la que te has criado y sigues viviendo.
Por eso es tan común que esos mitos siguen ahí cuando tienes otro tipo de relación, cuando parece que has “abandonado la monogamia”. Pueden aparecer exactamente los mismos “fantasmas” que aparecían en una relación exclusiva o monógama. No porque no hayas “evolucionado” lo suficiente. No porque no te hayas “esforzado” lo suficiente. No todo depende de ti. Las cosas son más complejas, y las que mezclan nuestra cultura, nuestras ideas, emociones e intuiciones en las infinitas combinaciones de las relaciones con otras personas en diferentes etapas de nuestras vidas , lo son más que ninguna. Y así, es posible ver cómo esos mitos se pueden dar, íntegramente, en otros tipos de relación. Ya escribí hace 4 años, con más detalle, partiendo de una enumeración detallada de mitos del amor romántico y haciendo la equivalencia a cómo serían esos mitos trasladados al poliamor y otras formas de no monogamia o RNE.
Un error muy común es creer que nuestras ideas sobre las relaciones (románticas y/o afectivas y/o sexuales y/o de otro tipo) son como un mueble de Ikea: Algo que puedes tirar y comprar otras nuevas. Que puedes ir a un taller o una charla y “dejar de creer” en esos mitos. En esos mitos están enredadas muchas de las creencias que tienes sobre masculino, lo femenino, la atracción, los deseos, la amistad, los planes en común, el compromiso, derechos y obligaciones, el sexo, el placer… Es un conjunto de ideas. Un sistema. Pero no un sistema, como digo, comprado en Ikea, que puedes desmontar y construir de nuevo. Como dice la Vasallo en su libro, no vayamos a desmontar nuestras relaciones para terminar en el individualismo, en el “a mí no me afecta”, “ese problema no es mío”… Podemos cometer el error de querer “desmontar el sistema” creyendo que es como una cebolla, compuesto de capas… y descubrir, demasiado tarde, que en el centro de la cebolla no hay nada. Que la cebolla es una suma de capas. Y que las hemos roto todas queriendo llegar a ese centro donde pensábamos qué había de “verdad” en el centro de ese sistema. Un sistema que es una suma de ideas y conceptos. La cuestión es ver qué ideas conservamos y cuáles no, sin que existan recetas mágicas. A lo que llegues será lo que a ti te sea posible en cada momento. Dependerá, por encima de todo, de tus propias circunstancias vitales. De tus experiencias anteriores, de tus propios deseos, de lo que tú quieres (no lo que alguien te dice que tienes que querer), de tus expectativas, de lo que tú necesites (y no de lo que alguien te diga que puedes necesitar o no). Es un trabajo que vas haciendo poco a poco, adaptado a lo que vas necesitando en cada momento, a lo que puedes asumir en cada momento. Para eso es bueno que se escriba tanto sobre el tema, se escriban y traduzcan tantos libros: Para seguir dándole vueltas sin encontrar nunca una Solución Definitiva que no, no existe.