Después de unas cortas vacaciones a comienzos de julio, y mientras mucha gente está en la playa, en festivales de música, en la piscina o asándose en casa, va siendo hora de ir volviendo a asomar la nariz por aquí.

Este año será un año de cambios. Uno de ellos será que el blog se centrará este año más en explicar conceptos que vamos viendo en la Escuela, en ir dando a conocer de manera mucho más divulgativa el trabajo de Amezúa y el resto de aportaciones académicas que han ido ampliando sus propuestas sexológicas, y sobre todo, siguiendo y visibilizando su trabajo conceptual. Porque, según yo lo entiendo, ahí está la clave fundamental, en los conceptos.

Porque mientras sigamos confundiendo la educación sexual con la prevención de embarazos y recomendaciones higiénico-sanitarias respecto a las infecciones de transmisión sexual, mientras se siga pensando que da lo mismo hablar de impulsos que de instintos que de deseos, mientras se siga confundiendo deseo, excitación, placer… mientras sigamos usando indiscriminadamente toda la cultura sobre el sexo que hemos heredado pero sin revisión alguna, nos seguirá pasando que algunas cosas las veremos muy claras, pero que, poco después nos damos cuenta que no entendemos cómo encajarlas con otras ideas que tenemos respecto al sexo.

Y aquí va la primera cita de Amezúa, de 2006, la explicación muy resumida de qué es el sexo, esa palabra que no dejamos de repetir para referirnos a mil cosas sin saber muy bien qué es ¿serías capaz de definirla?

Y resulta útil, como brújula, como estrella polar, como concepto básico, que seamos conscientes que todo lo que pensamos en torno al sexo es producto de nuestras vivencias. Que hay mil factores que influyen en él, esos mil factores que influyen en nuestras vidas desde mucho campos, y es la elaboración que hacemos a partir de esos factores lo que es el sexo. No podemos limitarlo a lo físico, ni a lo químico, ni a lo psicológico, ni a lo médico, ni lo social, ni lo político, etc sino que es la interacción de todos esos factores y nuestra vivencia de ello lo que conforma nuestra idea sobre el sexo, sobre eso que nos sucede a tantísimos niveles en nuestra vida y que hace que seamos quienes somos.

“Se ha extendido mucho la forma de hablar de sexo con lenguajes anatómicos: lo cual nos lleva al cuerpo y lógicamente a los genitales. A veces se sale de ellos y, como muestra de erudición, se añaden sustancias químicas y orgánicas: por ejemplo, hormonas. Incluso se va más allá y se añaden neurotransmisores, genes, etc. En ocasiones se llega al cerebro para terminar fijando éste como el órgano central por excelencia. Todo esto es muy digno de elogio. Pero la cuestión es que no se sale de los órganos. Y el sexo no es un órgano, o una glándula. Es un concepto.”

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