En las relaciones no monógamas a veces se usa el concepto pareja “principal” y “secundaria” para referirse a diferentes tipos de relaciones que se pueden tener. Pero como en todo término que tiene cierta relación con la propia identidad, tiene unas implicaciones importantes qué palabras usamos y, sobre todo, cómo las usamos. 

Podemos usar estas palabras, y cualquier otra etiqueta, como puntos de partida. Como maneras de resumir en una sola palabra toda una larga serie de ideas, o toda una biografía personal, o toda la historia de una relación. Es más fácil decir que eres bisexual que explicar por qué lo crees, por qué usas esa palabra y no otra, cómo entiendes la orientación y por qué así y no de otra manera, etc. 

Lo mismo con el término “principal” en las relaciones. Puedes llamar a una relación “principal” porque llevas con ella décadas, o convives con ella, o porque compartís la hipoteca, o la crianza. La cuestión no es usar esa palabra o no. La cuestión es ¿qué significa? ¿quiere decir que el resto de relaciones son secundarias y por lo tanto están subordinadas a las decisiones tomadas en la principal?¿o quiere decir, simplemente, que DE MOMENTO, con esas otras relaciones no se convive, o no se comparte hipoteca o crianza?

Desde luego, no hay duda, no son las palabras adecuadas si a cualquiera de las personas implicadas no le gusta usarlas, obviamente… La palabra “secundaria” no le gusta a nadie. Pero estar en ese segundo plano no siempre es malo… ¿Qué sucede cuando llegan las facturas de la casa, la hipoteca, una enfermedad crónica? Hay mucha gente que prefiere no tener que llevarse su “parte proporcional” de los problemas, de las cargas cotidianas… A veces ser una relación “secundaria” supone que sólo estás ahí para la diversión, para los ratos de ocio, para compartir solo una pequeña parte de tu vida pero mantener una autonomía importante.

Al final, la cuestión está en si una determinada estructura de relaciones es permanente, sin posibilidad de cambio aunque se quiera cambiar (si primaria y secundaria se usa de forma prescriptiva) o si se va a ir adaptando a los deseos de todo el mundo (sólo descriptiva). Es una de esas cuestiones que parecen obvias… hasta que estás dentro de las relaciones y, como es tan común, intentamos que no cambien de maneras que no habíamos previsto. Ahí es donde comenzamos a jugarnos mucho y deja de ser tan fácil hablar desde la teoría.

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