Si los sistemas de control democrático de las instituciones no funcionaran, eso podría hacer que un gobierno (nacional, autonómico o local), elegido en las urnas, tomara decisiones que perjudicaran a la población y que beneficiaran a los poderes económicos que sostienen ese gobierno.

Si existiera algo así, podría suceder que se usaran los barrios “pobres” y/o “rebeldes” de la ciudad como fuente de recursos. Se podrían usar como espacios en los que hacer obras continuamente, lo que permite hacer transferencias inmensas de dinero público a constructoras privadas, ignorando las molestias que todo eso podría ocasionar en esos barrios. Y resultaría complicado denunciarlo, porque aparentamente estarían mejorando el barrio…

Si eso fuera cierto, siempre podría haber organismos de control para que no se hicieran obras innecesarias. Pero que esos organismos oficiales de control tuvieran tanto trabajo que fuera imposible controlar nada.

Podría suceder que se subcontrataran muchos servicios municipales a empresas privadas que, a su vez, estuvieran interesadas en un funcionamiento deficiente de esos servicios de control. Y que esas subcontratas se consiguieran por presupuestos demasiado ajustados, lo que provocaría que el personal de esas empresas estuviese agotado, sobrepasado o directamente no asistiera a su trabajo, sin que hubiera ninguna supervisión del funcionamiento de los servicios públicos.

Eso haría que se dieran contratos millonarios a empresas cercanas a los partidos que gobiernan al mismo tiempo que se dejarían morir a quienes no tuvieran servicios de atención médica, no tuvieran ayudas a la dependencia, a quienes estuvieran malviviendo en residencias de mayores que supuestamente estarían controladas… por un sistema que ya no puede supervisar nada, porque esa política perversa ha ido atascando todas las medidas de control que hacían posible dar la sanidad y educación públicas.

Sería terrible que eso llegara a pasar.

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