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Primicia: Extractos de las memorias de Janet Hardy, con abundante BDSM.

6 junio, 2014 a las 11:00/ por

Janet Hardy, sí, ya sabéis quién, la coautora de The Ethical Slut,  está escribiendo sus memorias. Aún no tiene título definitivo, pero mientras tanto, mientras las escribe, va publicando pequeños extractos (ininglis) en su página de fans en Facebook. Si te llama la atención que sus memorias incluyan tanto BDSM (los extractos hablan de spanking, de agujas, de bondage…) es porque en algún punto te has perdido lo que he comentado a menudo: Que Dossie y Janet son principalmente autoras de libros sobre BDSM. El de The Ethical Slut/Etica Promiscua lo escribieron para que la gente a quienes hablaban de BDSM entendiesen que es posible tener relaciones abiertas sin que signifique engañar a tu pareja.

Estos son algunos de los últimos extractos que ha publicado de sus memorias.

 

Primer extracto

«Estoy colgando del techo, en una red de cadenas a unos centímetros del suelo: Pies en los estribos, las muñecas sujetas cómodamente a la altura de las orejas, la cintura sujeta con mosquetones a cada lado. Un hombre está pasando sus manos suavemente por mi cara, pechos, costados. Ahí al lado brilla una bandeja con agujas.

El que me toque hace que me balancee sólo un poco, suficiente para desequilibrar mi centro de gravedad pero no como para asustarme o marearme: Sólo un leve recordatorio de que es otra persona quien está en control. Noto que estoy en trance porque los colores a mi alrededor se ven brillantes y no soy capaz de enfocar la mirada a más de medio metro de mis ojos. 

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El hombre estira unos guantes de látex en sus manos, un chirrido y un chasquido. Echa un poco de gel transparente en una de las agujas, toca con ella mi pecho y me dice «No olvides respirar».

Cuando he llenado mis pulmones siento el punzante y ardiente pinchazo entrándome. Abriéndose paso a través de mi piel. Luego cómo estira la piel mientras busca una salida. Otro estallido de calor al salir la punta.

Me toca el lado del pecho, estabilizándome con la calidez de su mano, humana y amada a través del impersonal látex.

Miro hacia abajo, la cabeza de plástico azul de la aguja contra mi piel y la desconocida cresta de piel de mi pecho y la punta brillante en la superficie:  Me han atravesado con agujas. Hay algo dentro de mí que no estaba antes. Y aún así, no he cambiado.

Soy permeable.

Me pone otra aguja, un centímetro más arriba, otro peldaño de la escalera. Y otro. Tomo aire cada vez que me entra una, suspiro según avanza, hago un embarazoso quejido como un «iiip» cuando sale.

Mis ojos no son capaces de enfocar según aumentan las endorfinas. Cuando miro hacia abajo veo plata brillando en mi pecho, un precioso broche.

¿Cómo puede ser que estos agujeros en mi piel no me estén cambiando? Todavía soy Janet, todavía colgando de las cadenas, siendo herida dulcemente por un hombre en quien confío.

Intento descifrarlo.

Estoy hecha de moléculas y todas mis moléculas están todavía aquí. Las agujas deben estar echando las moléculas a un lado, abriendo mi cortina.

¿Que hay ahora donde estaban las moléculas antes? Las agujas supongo, pero no son parte de mí. Deben de ser que hay espacios dentro de mí, pequeñas ventanas entre las moléculas. Y si hay ventanas en mi interior, no hay razón alguna para que tenga que permanecer aquí en mi cuerpo. 

Así que, como una prisionera a la fuga, me escapo».

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Segundo extracto

«Un día los chicos y yo estábamos jugando en el jardín de la señora B. El juego se convirtió en lanzarnos castañas de Indias mutuamente, todavía con su cubierta espinosa. Y nos pillaron.

La señora B. nos puso en fila, un niño, luego otro, luego yo y nos azotó, por encima de nuestra ropa interior por decencia, allí en el oscuro y repleto salón de la señora B.

Mientras esperaba de pie, vi cada uno de los adolescentes cómo se lamentaban y lloraban bajo la inmensa mano de la señora B. Entonces llegó mi turno.

Millones de criaturas en aquella época eran azotadas y veían a sus hermanxs y amistades siendo azotadas. Otras no y aún así desarrollaron un fetichismo por el spanking. (Conozco a un hombre un par de años mayor que yo, que jura que se pasó toda su infancia intentando confabularse con sus amistades para que le azotasen. Así que quizá he llegado a ser una persona tan pervertida independientemente de lo que sucedió aquella tarde.

Pero ahora me parece que el terror, la vergüenza y la excitación que sentí esperando allí, al final de la fila, fijó de manera permanente la dirección que seguiría en el futuro».

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Tercer extracto

«No puedo explicar que pasó entre nosotras durante aquel spanking a no ser que lo llame amor. Al final no podía decir si ella estaba teniendo un orgasmo o llorando o ambos, la paleta de madera golpeaba una y otra vez, mi falda se enroscaba en mis piernas, mi aliento me quemaba los pulmones y brazo bajaba una y otra vez. Era una fuerza de la naturaleza, era Dios, y mis gritos de excitación y ánimo sonaban como sus gritos de orgasmos y dolor, y continuamos exprimiendo más y más amor la una de la otra, rebosaba de nuestros corazones y coños con cada crack crack crack de la pesaba pala de madera. Cuando al final se derrumbó, sin que pudiesen sujetarla sus piernas, y yo me tumbé con ella y nos abrazamos y nos apretamos fuerte mientras nuestros sollozos y aliento iban calmándose y normalizando. Cuando miré hacia arriba, un círculo de personas nos estaban mirando paralizadas, coloradas y con los ojos como platos. Había olvidado que había público.»

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Cuarto extracto

«Para mí y las personas como yo hay algo fascinante en la idea del dolor intolerable: Con eso quiero decir, supongo, un dolor tan intenso que las cuerdas que mantienen unido nuestro yo simplemente revienta, se cae la armadura y lo que queda es algo crudo, puro y real.

El problema con el dolor intolerable es que es jodidamente intolerable.

Obviamente la gente tolera dolores intolerables todos los días. Pacientes de cáncer, víctimas de tortura, quienes se dan con el dedo del pie en un mueble: Cada una de esas personas experimenta una agonía durante un minuto o una hora o un mes, y sobreviven sin romperse y la mayoría de las veces sin haber cambiado.

Es algo completamente distinto, de todos modos, adentrarse en el dolor intolerable con tus ojos abiertos y la cabeza alta. Y sabiendo que a cada minuto puedes hacer que se termine con una palabra de seguridad y, de todos modos aguantarlo, bueno, requiere práctica. Práctica y obsesión».

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