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Alternativas al amor romántico:
El amor confluente (1)

14 septiembre, 2015 a las 11:00/ por

A veces, el peligro que tiene internet y la velocidad a que tratamos los temas, es que nos da impresión de que la solución a cualquier tema sólo la vamos a encontrar yendo hacia delante, esperando la nueva propuesta, dando un nuevo punto de vista… y quizá la solución que buscamos ya se dio hace tiempo. Ese es el caso de otras de las alternativas al amor romántico (o «amor idealizado», «amor-culebrón», «amor-fusión»…) y los mitos en los que hace vivir: El amor confluente.

Este tipo de amor lo propuso Giddens en 1992, pero que según la espawiki, «aparece con la revolución sexual a mediados del siglo XX en la cultura occidental» como opuesto al amor romántico, fruto de los cambios como «la legalización del divorcio»,»mayor igualdad entre los géneros», «aceptación de la homosexualidad», anticonceptivos… Giddens lo trata en «La transformación de la intimidad: sexualidad amor y erotismo en la sociedades modernas«, libro fundamental, que es pequeño (menos de 200 páginas) y barato. También se puede encontrar por internet.

 

 

Es una propuesta de amor entre personas completas, dentro de una relación democratizada y en la que elegir la monogamia o que la relación sea no-monógama (swingers, poliamor, abierta…) no es más que un acuerdo de sus miembros y donde no se da por hecho la heterosexualidad, como pasaba en el amor romántico. Citando explícitamente el artículo de wikipedia sobre el amor confluente:

«Estas nuevas ideas necesitaban revisar el modelo de amor romántico que dominaba hasta el momento, en particular, la posición de la mujer dentro de las relaciones de pareja: era necesario democratizarlas.

En cuanto a la consideración del «yo», las personas se sienten íntegras y completas por sí solas y las relaciones en las que se involucran solo vienen a aportarles satisfacción sexual y afectiva, dándole mayor importancia a la asociación voluntaria.» [frente a la idea de la media naranja]

«En relación a la duración de las relaciones, no existe una duración predeterminada, como en el amor romántico en cual el ideal es el amor eterno. Las relaciones duran mientras se mantiene el interés de los involucrados, si alguno de los dos elige terminarla, la relación se da por terminada.

Tiene pretensión de igualdad de género al interior de la pareja, en cuanto a las relaciones de poder y en cuanto al dar y recibir emocional.

Le da mucha importancia a la satisfacción sexual, al mismo nivel que la vinculación afectiva. Para ello vuelve al desarrollo de un “arte del erotismo”. Este tipo de amor legitima las fantasías y diversas técnicas sexuales que tienen como fin al placer sexual. La difusión de juguetes sexuales o los temas sobre el acto sexual del libro Kama Sutra en occidente, son ejemplos de esto.

En cuanto a la conducta sexual, se abandona la monogamia y la heterosexualidad como conductas únicas, como lo eran en el modelo del amor romántico. La cuestión de la monogamia pasa a ser un acuerdo interno de la pareja, constituyéndose, en algunos casos parejas swingers o abiertas. Si bien el amor confluente viene a legitimar las parejas homosexuales, esto no significa que toda relación de pareja homosexual responde exactamente al modelo de amor confluente. Los ideales románticos también permean a las parejas del mismo sexo.»

 

 

Para ampliar la información, este es el fragmento principal de «La transformación de la intimidad: sexualidad amor y erotismo en la sociedades modernas« de Giddens dedicado al amor confluente, aunque lo cita en más apartados de su libro. Las negritas son destacados personales, no están en la edición original.

 

AMOR ROMÁNTICO FRENTE A AMOR CONFLUENTE

«En la época actual, los ideales del amor romántico tienden a fragmentarse frente a la presión de la emancipación sexual femenina. El choque entre el amor romántico y el modelo de las relaciones informales asume varias formas, cada una de ellas tiende a quedar cada vez más expuesta ante la visión general, a causa de la creciente reflexividad institucional. El amor romántico depende de la identificación proyectiva; la identificación proyectiva del Amour passion, que significa que las personas que se desean como compañeras de pareja se sienten atraídas y luego se ligan mutuamente. La proyección crea aquí un sentimiento de plenitud con el otro, sin duda reforzado por las diferencias establecidas entre masculinidad y femineidad, definida cada una en términos de antítesis. Los rasgos del otro «se conocen» con una suerte de sentido intuitivo. Aunque en otros aspectos la identificación proyectiva corte el desarrollo de una relación cuya continuación depende de la intimidad. Abrirse uno a otro, condición de lo que llamaré amor confluente, es en cierta manera lo opuesto de la identificación proyectiva, incluso si esta identificación a veces establece un sendero hacia ella.

El amor confluente es un amor contingente, activo y por consiguiente, choca con las expresiones de «para siempre», «solo y único» que se utilizan por el complejo del amor romántico. La «sociedad de las separaciones y de los divorcios» de hoy aparece como un efecto de la emergencia del amor confluente más que como una causa. El amor más confluente tiene la mayor posibilidad de convertirse en amor consolidado; cuanto más retrocede el valor del hallazgo de una «persona especial», más cuenta la «relación especial».

En contraste con el amor confluente, el amor romántico siempre ha sido calibrado en términos de papeles de los sexos en la sociedad, como resultado de las influencias ya discutidas. E1 amor romántico tiene ya una vena intrínseca de igualdad, en la idea de que puede derivar una relación de la implicación emocional de las dos personas, más que de criterios sociales externos. De facto, sin embargo el amor romántico está profundamente tergiversado en términos de poder. Los sueños de amor romántico han conducido muy frecuentemente a la mujer a una enojosa sujeción doméstica. El amor confluente presupone la igualdad en el dar y recibir emocional, cuanto más estrechamente se aproxima un amor particular al prototipo de la relación pura. El amor sólo se desarrolla aquí hasta el grado en que cada uno de los miembros de la pareja esté preparado para revelar preocupaciones y necesidades hacia el otro. La dependencia emocional enmascarada de los hombres ha inhibido su voluntad y su capacidad de hacerse vulnerables. El ethos del amor romántico ha sostenido en cierta medida esta orientación, en el sentido en que el hombre deseable ha sido frecuentemente representado como frío e inaccesible. Aunque desde que tal amor disuelve estas características, que quedan reveladas de forma patente, el reconocimiento de la vulnerabilidad emocional del varón es algo evidentemente presente.

El amor romántico es un amor sexual, pero pone entre paréntesis el ars erótica. La satisfacción sexual y la felicidad, especialmente en la forma fantasiosa del romance o de la novela, quedan presuntamente garantizadas por la fuerza erótica que produce el amor romántico. El amor confluente introduce por primera vez, el ars erótica en el núcleo de la relación conyugal y logra la meta de la realización de un placer sexual recíproco, un elemento clave en la cuestión de si la relación se consolida o disuelve. El cultivo de las habilidades sexuales, la capacidad de dar y experimentar la satisfacción sexual, por parte de ambos sexos, se organiza reflexivamente, por la vía multitudinaria de las fuentes de información, consejo y formación sexual.

En las culturas no occidentales, como se ha dicho inicialmente, el ars erótica fue esencialmente una especialidad femenina, y casi siempre limitada a grupos específicos. Las artes eróticas fueron cultivadas por concubinas, prostitutas, o por los miembros de comunidades religiosas minoritarias. El amor confluente se desarrolla como un ideal en una sociedad en la que casi cada uno tiene la posibilidad de quedar sexualmente satisfecho y presupone la desaparición del cisma entre mujeres «respetables» y las que de alguna forma quedan fuera del ámbito de la vida social ortodoxa. A la inversa del amor romántico, el amor confluente no es necesariamente monógamo, en el sentido de la exclusividad sexual. Lo que la pura relación implica es la aceptación —por parte de cada miembro de la pareja hasta nuevo aviso— de que cada uno obtiene suficientes beneficios de la relación como para que merezca la pena continuarla. La exclusividad sexual tiene aquí un papel en la relación, en el grado en que los emparejados lo juzguen deseable o esencial.

Hay que señalar un nuevo contraste, muy importante, entre el amor romántico y el confluente: al igual que la relación pura en general, el amor confluente no tiene una relación específica con la heterosexualidad. Las categorías del romance se han extendido al amor homosexual y se ha desarrollado cierta adaptación de los papeles de las relaciones de feminidad / masculinidad a las parejas del mismo sexo. Ya he apuntado que el amor romántico contiene rasgos que tienden a superar las diferencias sexuales. Sin embargo, el amor romántico se ha orientado específicamente hacia la pareja heterosexual. El amor confluente, aunque no necesariamente andrógino, y quizás todavía estructurado alrededor de la diferencia, presupone un modelo de relación pura, por la razón de que un hecho básico del mismo es conocer los rasgos del otro. Es una versión del amor en la que la sexualidad de una persona es un factor que debe ser negociado como parte de una relación.»

 

 

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