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Así buscaba sumisos una mujer dominante en 1988
(Memorias de Janet Hardy)

3 marzo, 2014 a las 11:00/ por

Janet Hardy (la coautora de The Ethical Slut/Etica Promiscua) lleva un tiempo escribiendo sus memorias. Está escribiendo, tomando notas, reordenando, eliminando partes… Una de las que ha dicho que seguramente elimine es este fragmento que traduzco hoy —Submissive Men Circa 1988: An Excerpt From the Memoirs of Janet Hardy. Prefiero conservarlo antes de que se pierda entre páginas 404, como me pasa a veces, cuando enlazo pero no lo copio.

Sus memorias se llamarán «“Impervious: Chronicles of a Retired Deviant” o sea, algo similar a «Insensible: Crónica de una pervertida retirada»*. El título se refiere al «accidente tántrico» que tuvo hace una década. Y este artículo sobre cómo buscaba hombres sumisos a los que les gustase el spanking… y la odisea que eso era antes de internet, siendo mujer y eso que era en California, que se supone sería más fácil que en el resto del planeta. Y aún así no era fácil. Si hay algo que admiro de ella, de Dossie, de Betty Dodson, Carlin Ross, Cunning Minx, etc —y que echo en falta en relatos masculinos— es precisamente que cuentan su proceso de aprendizaje, los errores, en lugar de estar hablando desde una supuesta sabiduría que parece caída del cielo.

Vamos allá: Así aprendió Janet Hardy.

 

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Los hombres sumisos en torno a 1988: Un fragmento de las memorias de Janet Hardy.

Janet Hardy, la pionera del sexo no convencional (kink) recuerda algunos de los hombres que conoció cuando empezó a explorar el BDSM. Lo siguiente es un fragmento de las próximas memorias de Janet Hardy, llamadas por el momento «Impervious: Chronicles of a Retired Deviant”. En este fragmento recuerda aquellos tiempos en que se buscaban citas mediante anuncios por palabras en clave.

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De repente los anuncios por palabras se convirtieron en algo más que teoría. A ninguna mujer con sentido común que no fuera profesional del sexo no se le ocurría poner su propio anuncio buscando una relación S/M en Sacramento en 1988; sin una comunidad «alternativa» que pudiese dar referencias e información sobre seguridad, publicitar la disponibilidad propia habría sido una invitación al desastre. Me lo pensé, de todos modos, cuando pasaban un par de semanas sin anuncios interesantes de chicos. Afortunadamente, había suficientes hombres buscando dominación para mantenerme interesada, contraté un apartado de correos, y empecé a enviar cartas a las direcciones de apartados de correo de otra gente.

Fue sobre esa época que alguien me contó este chiste:

Una mujer había estado fantaseando durante años sobre S/M. Al final, una noche se atreve y va a un bar para gente soltera. Inicia varias conversaciones pero parece que nadie tiene interés. Finalmente conoce a este tipo que le dice: «¿Te pone el sexo pervertido? Perfecto, a mí me pone el sexo pervertido». Así que se van a casa, ella le sirve una copa y se va al baño a ponerse un corsé y botas altas. Cuando sale del baño se encuentra al hombre de pie con el abrigo puesto y a punto de irse. «¡¡Pero pensé que íbamos a tener sexo pervertido!!», dijo ella. El la miró sorprendido: «¡Pero sí hemos tenido sexo pervertido!¡Me he follado tu perro y he cagado en tu bolso!».

Me reí por cumplir, sin darme aún cuenta de la parte de verdad que había dentro de ese chiste.

En los meses siguientes conocí al que quería que caminasen por encima de él con zapatos de tacón, el que quería ser tratado como un bebé y que le ordenaran recoger sus juguetes, el que quería estar sentado bajo mi mesa para hacerme la pedicura mientras yo trabajaba, el que quería vestirse de cuero y pasearse por la habitación arriba y abajo mientras le admiraban (¡pagué yo la habitación del hotel!) y el tio repulsivo que me imploró que le atase y azotase su pene, y que susurraba «Ruby, lo siento… lo siento, Ruby» mientras yo lo hacía. (Nunca desaté un nudo más rápido en mi vida). Ninguno tenía mucho interés en que les azotara las nalgas (spanking).

Empecé a ponerme al día. Esta se volvió mi respuesta tipo:

«Querido «chico malo» (o lo que pusiera en su anuncio)

He visto tu anuncio en el Sacramento Bee y pienso que podríamos tener suficiente cantidad de cosas en común para seguir hablando. De todos modos para seguir esta es tu primera tarea: Escríbeme una carta contándome tu fantasía más sumisa.»

Nadie se negó nunca a hacerlo. Nadie me preguntó nunca si estaba coleccionando material para masturbarme o incluso si era mujer, a pesar de que era bastante común, tanto entonces como ahora, que los hombres contestasen a los anuncios aparentando ser mujeres. El reflejo del destello del vestigio de una esperanza de encontrar una mujer que pudiese estar interesada en dominación habría sido suficiente para mantenerlos escribiéndome durante años, si hubiese querido. Pero para entonces ya estaba desesperada con la realidad de que no apareciese un culo tembloroso volviéndose rojo sobre mis rodillas; todas esas citas fallidas me habían abierto el apetito.

 

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(Una nota: Las cartas con las fantasías estaban invariablemente escritas con bolígrafo en una hoja de papel rayado, con el borde irregular de acabar de arrancarlo de un cuaderno de espiral. Si cualquier hombre hubiese hecho el esfuerzo de escribir en una hoja de papel bonita con una buena pluma quizá estaría hoy con él).

Con la carta de la fantasía como filtro, empecé a encontrar citas algo mejores.

La fantasía de Jerry era ser vendido como esclavo doméstico y «cada desobediencia se pagaría con el látigo». Su realidad era un poco diferente: Suplicó ser prestado para hacer labores domésticas en casa de mis amigas, pero cuando lo envié a limpiar los cristales en casa de mi amiga, apareció una hora antes y se cabreó cuando ella le dijo que se fuese y no volviese hasta la hora acordada. Y peor aún, no apareció en mi casa al día siguiente para ser castigado por esa obvio mal comportamiento. Si su juego hubiera sido hacer eso para ser castigado, lo habría entendido y me parecería bien; nadie me había dicho que ese tipo de practicante se llama SAM —Smart Assed Masochist— [un sumiso listillo] y que es vilipendiado en toda la comunidad «kink». Personalmente, dado que mis gustos «alternativos» no incluyen la obediencia y sí incluyen el castigo, no tenía ni tengo problema con los listillos. Podría habérmelo pasado muy bien castigándolo por esa infracción (y enviar a mi amiga un bonito regalo para disculparme por las molestias), pero el no estaba siguiendo las reglas de lo que yo pensaba era el juego. Dejé de llamarle.

Robin era un hombre dulce, una década o dos mayor que yo, no especialmente brillante, que probablemente fue la mejor cita que encontré: Le gustaba tanto recibir spanking como a mí me gustaba dárselo. Su culo era delgado y torneado, pero con la piel suave, seca, delgada de un hombre más mayor, lo que en ese momento era una novedad para mí. De todos modos, una vez terminábamos con el spanking, teníamos poco de qué hablar. Él había estado conduciendo el camión de repartos de una panadería durante 20 años y su interés cultural no iba más allá de la televisión. Aún así, jugábamos de vez en cuando durante un par de años, a menudo los días de lluvia: Robin tenía la extraña tendencia de dar la bienvenida a la lluvia con un ataque agudo de excitación.

 

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Salí durante varios meses con Bob, un piloto militar que estaba encantado de aparecer para nuestras citas vistiendo un sujetador de encaje y unas bragas bajo su uniforme de camuflaje. Bob era dulce y paciente, lo que fue una suerte porque de otro modo seguro que no hubiese admitido mi ignorancia y falta de experiencia. Sospecho que su paciencia fue probada al límite, por ejemplo, cuando puse en peligro su carrera al golpearle con una vara recién cortada: Ni él ni yo sabíamos que las marcas reaparecerían semanas más tarde cuando se mojaban con agua caliente. Afortunadamente, por casualidad echó una mirada al espejo de las duchas del cuartel general de la Guardia Nacional, y salió corriendo, horrorizado, a esconderse antes de que cualquiera de los soldados desnudos a su alrededor se diese cuenta de los ronchones que se perfilaban a lo ancho de su estrecho culo. Bob no me reprochó nada cuando le penetré fuerte y rápido con un butt plugg mediano, aunque la violación, que debió ser agonizante para su virgen culo, le causó una fisura con hemorragia que estuvo dándole problemas durante años. (Después de todo, había razonado yo, los tíos en los libros de «Beauty» eran follados y les hacían fistings todo el tiempo, y el butt plug no era mayor que un pene erecto, y mucho menos que un puño. Este incidente —la única vez que yo sepa que he causado una herida de importancia durante el juego— es un ejemplo clásico de qué sucede cuando alguien practica BDSM teniendo el porno como su única referencia; mi sensación de culpa por aquello tuvo un papel importante en mi decisión de escribir mi primera guía de sexo kink años después). Pero al final él perdió la paciencia cuando no dejaba de pedirle que aceptase mi golpes sin permitirle que se travistiese: Yo estaba demasiado verde para darme cuenta de que «se hace lo que dice la persona que domina» sólo funciona una vez que las necesidades básicas de todo el mundo han sido cubiertas, y que para un crossdresser desde hacía tiempo, es una necesidad fundamental estar travestido durante el juego.

Jugando con personas más experimentadas que yo aumenté mi vocabulario, que había empezado a ampliar durante mi comida con V.K.: Alguien como yo, a quien le gustaba causar dolor, bondage y dominación, que se llamaba «top», que quienes les gustaba recibirlo eran «bottoms» y que quienes les gustaban ambos fueron «switch». Las cosas que usabas para causar dolor a la gente eran «juguetes» (toys), hacerlo era «jugar» (play), el tiempo que lo hacías era una «sesión» (scene). Aprendí, al menos en teoría, a azotar (flogging), a llevar un pañuelo en el bolsillo para indicar qué gustos tenías y si querías ser top o bottom, pero Sacramento aún tenía que evolucionar hasta tener su primer bar «leather», así que no estaba segura dónde debía de ir con un pañuelo rosa-para-spanking saliendo de mi bolsillo trasero; archivé la información para usarla más adelante, junto con mis irrelevantes dudas sobre si alguien, no digamos un hombre heterosexual, podría notar la diferencia entre un fucsia-para-spanking, rosa-oscuro-para-tortura-de-tetas y magenta-para-juegos-de-axilas. (¿juegos de axilas?).

Aprendí, y aprendí, y aprendí.»

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Fuente original: Submissive Men Circa 1988: An Excerpt From the Memoirs of Janet Hardy

Imágenes:

1 Comentario a “Así buscaba sumisos una mujer dominante en 1988
(Memorias de Janet Hardy)”

  1. cris dice:

    M encanta Janet Hardy

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