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Así resolvemos los conflictos en nuestro país

1 noviembre, 2019 a las 10:00/ por

Hay algo que le cuesta entender a turistas y quienes pasan poco tiempo en nuestro país: al ir por la calle puede parecerte que, quien viene de frente, va a chocar contigo, porque no se aparta, porque parece que váis a tropezar… No es hasta el último segundo que, con un pequeño gesto, aparta el hombro, el codo, un paso unos centímetros a un lado y…ni os rozáis. Un ritual que se repite cientos, miles de veces al día, sobre todo cuando se acercan fechas de compras navideñas o cuando hay mucha gente en la calle.

Esa imagen para mí es un resumen de cómo somos en nuestro país. Es una imagen que uso para recordar que nuestro país, por mucha soberbia (o temeridad) de quién gobierna, como Aznar cuando se relacionaba con Bush y Blair, hace más de 15 años. En ese momento creyó que era buena idea enviar a la guerra a militares del ejército español. Y de repente, creo, algo se encendió en la cabeza de cientos de miles de personas, ¿millones de personas?, que sí, que aceptaban enfrentarse, discutir, lo que fuera, pero que veían radicalmente diferente enviar DE VERDAD a familiares que eran militares y podían morir realmente en Irak… Una línea que casi nadie quiso pasar. Ahí quiero creer que apareció el trauma heredado de la guerra civil, y sabemos que podemos discutir a gritos, jurarnos odio eterno, amenazarnos con lo peor… pero que hay una línea que no vamos a cruzar. Excepto casos muy concretos, sabemos que una cosa es odiarse, y otra muy distinta, que haya cadáveres de por medio.

Creo que hemos pasado de la imagen de Goya (la principal de este post), antes de la guerra civil, a CASI hacernos daño físicamente, sin llegar a hacerlo, con la capacidad de esquivar el codo o el hombro ajeno en el último segundo como en Matrix. De abandonar, de decir «bueno, que tampoco vamos a llegar a las manos» para evitar desgracias mayores.

Por eso creo que, con lo complicadísimo que parece ahora todo, la gente de abajo, quienes no estamos en las instituciones, sabemos llegar a un acuerdo sin ninguna baja de por medio. Con mucha tensión de por medio, mucho ruido… pero sin bajas.

¿En qué momento creo que estamos? Pues como decía la directora de Público al final de su intervención en televisión (los últimos minutos) creo que cada día hay más grupos de gente que sienten que NADIE está ocupándose de protegerles en su precaria situación. Y esas situaciones son las de quienes se mueren esperando por lo que les correspondería como dependientes, son quienes merecerían un sueldo justo pero las inspecciones de trabajo masivas ni están ni se les espera, son quienes ven que la educación pública va empeorando de calidad, quienes trabajan en Sanidad (todos los niveles) que ven que se va vendiendo todo poco a poco haciendo, intencionadamente, que cada día funcione peor. Quienes deben sacar adelante su familia con mil problemas de salud de los que las instituciones se desentienden, o dicen que se encargarán, sin hacerlo… La lista sería interminable. Cientos de colectivos que ven que nadie los representa. Que sus problemas no aparecen en la agenda política de nadie, mientras las instituciones tampoco se ocupan de sus problemas. Esa sensación de abandono permanente, desde hace tiempo, y sin un futuro esperanzador. Un futuro nada utópico, sino «simplemente» recibir un trato digno cuando usas servicios públicos, en lugar de sentir, en lo público y en lo privado, que nos están perdonando la vida, que nos están dando unas migajas, pero que no nos acostumbremos, porque no hay para repartir (mientras que al Banco Satander se le investiga un fraude de 60.000 milloines de euros, sumados a los miles de millones de euros usados para rescatar a la banca que nadie se plantea devolver).

En el fondo de mucho de lo que sucede, creo ver esa desesperación al ver que no hay instituciones públicas, ni partidos políticos (que se supone que son representativos) que representen y defiendan los derechos de toda esa gente. Y son derechos de muchos grupos diferentes, y a veces son derechos contrapuestos, pero es lo que tiene cuando las demandas llegan desde abajo: que no todo el mundo piensa igual, con lo que es normal que haya falta el enfrentamiento para llegar a un acuerdo.

Y quiero pensar (el tiempo me dirá si lo mío sólo es ingenuidad y voluntarismo) que en esos enfrentamientos parecerá que llegamos al borde del abismo…y ahí es donde creo que la inmensísima mayoría de la gente nos paramos. Da igual el nivel de irresponsabilidad de quienes gobiernan. Aun tenemos a cientos de miles de personas esperando a ser enterradas en el lugar correcto como para sumar una víctima más.

Vaya época más complicada, esta de Trump, Bolsonaro, Salvini, Erdogan, miles de cadáveres en el Mediterráneo… Esta época de o blanco o negro, o conmigo o contra mí. Se quiera como se quiera plantear algo no va a cambiar nunca: las sociedades son complejas, con mucha gente que piensa diferente, y el asunto es llegar a un punto donde todo el mundo estamos medianamente a gusto. Pero para eso hace falta (en nuestro país) un paso previo: sentirte con derecho a algo por el simple hecho de existir, de vivir. Dignidad. Que no nos repitan una y otra vez que tenemos «suerte» de que nos den migajas. Cada vez que me siento así recuerdo «Los Santos Inocentes«, una película que me sigue explicando muy bien cómo es la situación en nuestro país de la gente de arriba y la de abajo. Sigue existiendo esa idea patrimonial de las instituciones (en lugar de entenderlo DE VERDAD como estar al servicio de quienes han votado y pagan sus sueldos y sus gastos).

Nota: Si esto suena a una invitación a la abstención, NADA más lejos. En lugar de la Política Romántica («sigo esperando a mi Partido Perfecto»), pienso que tengo que elegir a alguien que se encargue de administrar la comunidad (sea la comunidad de casa, sea quien represente a la clase, sea quien va a llevar las cuentas), porque va a ser quien apruebe las leyes mientras seguimos luchando por objetivos a más largo plazo. Y mientras tanto creo que es mejor votar lo que sea, para que no aprueben leyes quienes tienen muchas, muchas, muchas ganas de que nuestra vida, la de quienes no encajamos en su idea de «gente normal» sea mucho más complicada. O que, si «nos dan» algo fácil, sintamos que nos están haciendo un favor, que debemos vivir de la caridad, gracias a su generosidad, no porque tenemos derecho a ello simplemente por existir.

De verdad, un día con el ánimo resistente (no un día de bajona), mirad Los Santos Inocentes. Para mí refleja MUY bien la sociedad española que hemos heredado y está costando tanto sacudirse, para, insisto, vivir simplemente con dignidad. Que no nos cueste la vida llegar a fin de mes a millones de personas, o pagar una vivienda sin tener que irse lejísimos del centro sin querer hacerlo, reclamar algo, tener derecho a unos mínimos más dignos que a los que nos hemos tenido que acostumbrar.

Ojalá me equivoque, y que la situación sea mucho mejor de lo que creo…

Y mientras, una recomendación en medio de todos los enfrentamientos: no os creáis la visión del mundo que os da La Sexta. Si algo le interesa a esa cadena (excepto por El Intermedio) es que se vean extremos a derecha e izquierda, como si fueran el caos… y que precisamente se vea como solución, una postura «centrada». Que sería la del PP. Mirad quién es el accionariado mayoritario de Atresmedia, la familia Lara tras Planeta DeAgostini con el 41% (a muchisima distancia del resto), que siempre ha tenido mucha cercanía a Aznar, publica La Razón y mil ejemplos más que veréis si buscáis en google ¿Creéis que van a ser tan gilipollas, tan kamikazes como para invertir millones y millones de euros para promocionar ideas que vayan en su contra?

 

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