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Cómo enamorarse poliamorosamente (2)

11 enero, 2016 a las 23:53/ por

El otro día ya enlacé el artículo sobre qué hay que hacer para enamorarse. Y no tiene ninguna diferencia con el enamoramiento de la monogamia, se produce igual, pero con más gente. Ahí nunca ha habido ninguna novedad.

¿Dónde hay muchas novedades entonces? En los mitos del amor romántico o mitos de la monogamia. Creencias profundamente arraigadas que nos hacen creer que la realidad es como nos la cuentan esos mitos. Y los cito así —losmitosdelamorromántico— para que recuerde a esa frase que hemos oído mil veces, y que corre el peligro de aburrirnos, de haberla oido tantas veces. Para aclarar de qué mitos estamos hablando, aquí está una versión propia hecha a partir de los que enumeran Luengo y Rodríguez.

 

10 mitos del amor romántico

10 mitos del amor romántico

 

Esas palabras tantas veces dichas, tan repetidas, el cuestionamiento de esos mitos, corre el peligro de confundirse con un discurso que hay que aprenderse, con el módulo teórico que hay que aprobar para tener relaciones abiertas. Y no, es algo más complicado: Es conseguir cubrir nuestras necesidades de manera que nuestra cabeza no recurre automáticamente a cubrirlas acudiendo a esos mitos o ideas relacionadas.

 

El amor sí se puede controlar

Una idea relacionada con los mitos y que está en el centro de esto: El amor como contrario a la razón. El amor como contrario a las decisiones racionales, el amor como un sentimiento que no podemos controlar, gracias a tantos años creyéndonos falsas dicotomías como las «luchas entre la cabeza y el corazón». En realidad, esa lucha se da a veces pero como choque entre lo que pensamos y lo que realmente vivimos («quiero tener una relación abierta pero siento celos»). Pero más allá de esto, más allá del choque entre discursos teóricos y realidades vividas, está la necesidad de entender que el amor sí se puede controlar en las relaciones abiertas.

De no hacerlo, provocarás una buena cantidad de dramas (polidramas) en todas las relaciones en las que estés. Así de sencillo. Y no es razonable ni justo que las personas que están en tu red amorosa tengan que desayunar tazas de tila cada vez que tú conoces a alguien que te gusta, sin saber qué pasará con sus relaciones, con sus expectativas respecto a su relación contigo, respecto a sus acuerdos. «¿Ahora ya no nos iremos de vacaciones?», «¿Vamos a dejar de vernos?» «Durante el tiempo que te dure el amor arrebatador, ¿se podrá contar contigo para algo?». Todas dudas legítimas, aunque sólo sea para que puedan hacer planes con su vida…

 

 

Los mitos del amor romántico… en las relaciones abiertas

¿Y cómo afectan esos dichosos mitos a las relaciones no-monógamas? Pues igual que al resto de la gente, porque es algo con lo que la mayoría de la gente hemos crecido, con la mentalidad de la escasez («si quiere a otra persona me va a dejar de querer a mí»). Sin cuidar de nuestras necesidades, deseos, seguridad… sino esperando que nos lo cubra alguien sin que tengamos que hacer ese trabajo de crecimiento personal.

Eso sí: El conflicto aumenta cuando se tienen sentimientos que chocan con los ideales de relación que se ha planteado quien está en relaciones abiertas. O cuando chocan con la imagen «cool» de quien tiene esas relaciones, encontrándose, por ejemplo, que siente celos, algo que no debería sentir si le han convencido que sentirlos significa posesión y que debería luchar contra ellos.

Pues empezando por el de las dos mitades de naranja…
Mito de la media naranja: ¿Cómo se reinterpreta dentro del poliamor y similares? Como la sensación de que la energía de la nueva relación, de que el cuelgue-subidón-globo de una nueva relación significa EN REALIDAD que esa persona sí es la persona IDEAL que va a cambiarlo todo. (Sobre la energía de la nueva relación: Parte 1 – Parte 2 – Parte 3)

El mito de la heterosexualidad, de que lo normal son las parejas heterosexuales…algo que afecta y mucho cuando las relaciones abiertas son de 3 mujeres o 3 hombres: Al estigma asociado a las relaciones homo/bisexuales como más promiscuas se suma «la prueba» de que, efectivamente, lo son. A esto se suma la distinta percepción que hay de las relaciones hetero y las gay/lésbicas, pero dependiendo del entorno, no siempre son valoradas de la misma manera. Del mismo modo que la relación amo/sumisa siempre es vista como menos «cool», lo mismo sucede con las relaciones hetersexuales en ambientes no convencionales. (Olvidando a menudo también que las relaciones de personas bisexuales no pueden verse normalmente).

 

 

El mito de la monogamia… que funciona de manera parecida al de la media naranja: El temor a que una nueva persona que ha aparecido sea LA IDEAL, la predestinada, la «perfecta», como si existiese un único espacio que ocupar, un único rol que adoptar.  Esto también provoca el mito poliamoroso opuesto: El de que la monogamia es el mal… confundiendo la importancia de las dinámicas de la relación con su aspecto más formal, con su estructura. Evitar la monogamia no garantiza nada, y demonizarla nos quema el terreno al que poder retirarnos por ejemplo, mientras preparamos unas oposiciones, un doctorado, nos ocupamos de una crianza…

El mito de la exclusividad, de que el deseo por una persona anula el deseo por otra. De nuevo, el mismo temor puede aparecer: Creer que siempre se da una competencia entre diversos deseos en lugar de pensar en cada relación como única.

El mito de que los celos son una demostración de amor, de que es bueno sentirlos. En realidad no es bueno ni malo, todo depende de su naturaleza, de cómo se manifiestan y  cómo se manejan.

 

 

El mito de que el enamoramiento tiene que durar para siempre y que, cuando ese sentimiento decrece, ya no hay un sentimiento para mantenerse en la relación… ignorando la transformación del enamoramiento en amor, y de las diversas fases durante el desarrollo de una relación amorosa en que esos sentimientos a veces vuelven, e incluso pueden volver de manera cíclica y frecuente. Eso puede llevar tanto a estar saltando de una relación a otra mientras se siente ese enamoramiento, gracias a la abundancia de relaciones posibles en relaciones abiertas, como también puede llevar a pensar que los diferentes estilos de relación debido a sus diversas fases significa que unas son «mejores» que otras, más «valiosas».

El mito del amor omnipotente... quizá es, afortunadamente, un mito no muy extendido en las relaciones abiertas. Eso se puede deber a que, precisamente en las relaciones abiertas, es donde menos se confía en esa «magia» que hace que todo funcione «gracias al amor» sino que son relaciones que han de trabajarse, en las que hay que dedicar un tiempo a cuidar y hacer que esas relaciones funcionen a gusto de todo el mundo.

 

 

El mito del libre albedrío, de que las relaciones no tienen ninguna influencia cultural, social, que todo se hace basándose en una absoluta libertad personal…. es algo que es preferible no creer en el caso de las relaciones abiertas, porque sería radicalmente falso. Aunque a veces se recurra a la argumentación de la libertad personal y de lo natural como intrínsecamente bueno, la verdad es que en las relaciones abiertas, como en todas, influye mucho el grupo, el colectivo en que nos movemos, y su influencia hará que tendamos más a un tipo de relaciones abiertas u otras, a que podamos o no podamos entrar o salir de las relaciones abiertas, tener o no tener temporadas monógamas… Aparte de la influencia de los grupos, —no muy estudiada pero con mucha presencia cuando las personas en un grupo deciden abrir sus relaciones o no abrirlas en ningún caso—, están las influencias de las modas, de los entornos en que nos movemos…

El mito de la escalera de las relaciones, por lo que las relaciones han de basarse en la convivencia de una pareja y que eso es la única base estable para una relación amorosa… con lo que toda relación, en caso de no replantearse las expectativas de la relación, tiene un horizonte hacia el que se avanza paso a paso: Nos vemos, nos vemos a menudo, nos vemos en tu casa siempre, dejo el cepillo de diente, me llevo ropa a tu casa, mejor me mudo a tu casa, etc etc… Y si en algún momento se mantiene una estabilidad en la que no se «sube a más» o incluso si se «baja» en esa escalera imaginaria, inmediatamente se asume que las cosas van mal. «Eso lo haces porque no me quieres». Un clásico…

El mito del amor infinito… ya lo conocemos perfectamente. Ese deseo de que dure en el tiempo lleva a no valorar experiencias cortas, de un día o de horas, pensando que son menos valiosas que otras más duraderas, sin caer en que la importancia no está sólo en la duración de las relaciones sino en su dinámica. Exagerando… ¿es más valiosa la relación una persona que se ve todos los días o una relación que sólo puede ser una vez al año por la razón que sea?.

3 Comentarios a “Cómo enamorarse poliamorosamente (2)”

  1. Uno que anda en bicicleta dice:

    Qué gran artículo, una vez más! Qué lleno de ideas y herramientas para los que (aún) no tenemos claro qué queremos pero sí tenemos claro qué NO queremos (limitarnos, acotarnos, restringirnos)!

    Muchas gracias!

  2. Una que pasaba (y suele pasar) por aquí dice:

    Aunque no comentemos, somos muchos los que nos dejamos caer por aquí y a los que les gusta lo que se escribe :)

    (Bueno, quizá debería hablar sólo por mí… pero estoy segura -y de hecho sé- que no es un caso aislado! jeje)

    Gracias por seguir y seguir!

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