Criticando el amor romántico: O como salir de un corsé para acabar en otro.
3 marzo, 2016 a las 12:23/ por moscacojoneraHoy me han publicado mi artículo en El País (gracias!), en el apartado del blog Eros. Lo copio aquí también para no perderle la pista y para que, quienes siguen el blog y no quieren tener que entrar en El País, puedan leerlo también. Nota aclaratoria: El título que tiene en El País se lo pusieron en el periódico, no llevaba ese :-)
«Cuando metes cangrejos en un cubo, no necesitas taparlo porque, si alguno quiere escaparse, el resto se encarga de sujetarlo de las patas para que no escape. Y si alguno consigue escapar, se encontrará en medio de una playa, inmensa en comparación con el cubo, llena de peligros potenciales, así que lo que suele hacer ese cangrejo aventurero es buscar rápidamente otro cubo donde meterse.
Esa es la metáfora que utilizó el escritor de ficción Terry Pratchett para explicar cómo funcionan las normas sociales. Esa misma metáfora la aprovechó Meg-John Barker, gurú de la sexualidad no convencional, al referirse al poliamor y otras alternativas a la monogamia. El catedrático hablaba de cómo, muchas veces, quienes deciden escaparse del cubo de la monogamia no hacen más que irse a otro cubo, y lo que es peor, sin ser conscientes de ello. Salir de un corsé para meterse en otro. Escapar de un modelo al que hay que adaptarse… para terminar adoptando otras reglas que alguien ha inventado.
Ese cambio rápido de un cubo a otro, de un modelo a otro, de un tipo de relación a otro, de la maldita monogamia al idealizado poliamor, hay quien cree que se hace del mismo modo en que dejas de creer en los Reyes Magos. Un día todavía creías que ibas a encontrar a tu media naranja y al día siguiente, por la razón que sea, y habiendo renegado en público de tu adoración de los mitos del amor romántico, sientes que ya podrán admitirte en el reino de los cielos al entrar con un alma limpia, libre del lastre de los perniciosos mitos del amor idealizado.
Unos espejismos que, una y otra vez, se critican como si fuesen una ecuación que se demuestra falsa y que, por lo tanto, una vez descubierta su inconsistencia, debemos abandonar. Sería una suerte de proceso de conversión en el que debemos desdeñar nuestras irracionales aspiraciones para pasar a regir nuestra vida por unos principios mucho-más-razonables.
Lo malo que tiene esta vida es que, por mucho que sepamos racionalmente a qué partido no debemos votar, con quién no debemos liarnos o lo poco razonable que es beber el quinto gintonic, lo repetimos al infinito. Es esa eterna lucha entre discursos que hemos aprendido teóricamente sin revisar qué necesidades nos hacía falta cubrir, y en la que nos descubrimos años más tarde abandonando aquello en lo que habíamos querido creer y volviendo a la casilla de salida.
Es el proceso que siguen quienes se aprenden el discurso del poliamor (y en su momento el de la crítica al amor romántico), intentan llevarlo a la práctica, para descubrir que «en teoría es buena idea pero en la práctica es imposible» y vuelven a sus antiguas creencias. Es el proceso de quienes salen de un cubo para entrar en otro, que tampoco les gusta, y vuelven al primero.
Lo que se llevaron de un cubo al otro fueron todos los mitos del amor romántico, de los que habían renegado en público, por activa y por pasiva, pero a los que se sigue reaccionando emocionalmente: seguir creyendo en parejas ideales, no saber qué hacer con los celos, creer que el deseo y el enamoramiento solo son posibles con una persona, creer que si se acaba el enamoramiento no queda nada. Se sigue pensando que una relación siempre tiene que ir a más hasta la convivencia, que todo irá bien porque el amor es infinito, que cuanto más dure la relación más valiosa es. Incluso se resta importancia a la manera en que se toma la decisión de una relación abierta, sin considerar las presiones del grupo de amistades o las modas.
En este caso, se salió del amor romántico para terminar en el poliamor romántico.
Y no, la solución no está en un cubo ni en el otro, sino en aprender a vivir en la inmensa playa que tenemos por delante para construir en ella todo lo que nos apetezca, para inventar algo a nuestra medida».