¿Cuál es la razón por la que te gusta lo que te gusta?
23 noviembre, 2017 a las 12:54/ por moscacojonera
Cada día se va extendiendo más por las redes sociales la costumbre de patologizar las costumbres sexuales ajenas, de culpabilizar a quienes tienen unas prácticas que alguien considera «patológicas», enfermas, que avalan un determinado sistema, que lo perpetúan, que lo validan. Es la versión online de las Sex Wars de los 80, las Guerras del Sexo. Se siguen dando los mismos argumentos, aunque ahora la novedad es no nombrar nunca a sus autoras. No veo nada raro que suceda precisamente en estos tiempos de Putin persiguiendo homosexuales que no existen, de marcianos como Trump, de países europeos (Polonia) borrando la teoría de la evolución de los libros de texto, de fundamentalismos en que no hay cabida para posturas intermedias… Cada día avanzamos un paso más hacia el pasado.
Cuando se hace esa culpabilización via redes sociales, el sistema es el siguiente: Aparentemente, el «inocente» objetivo es analizar qué hay detrás de que te guste que te azoten, o azotar a alguien, o que te traten como si tuvieras 7 años. Eso mismo hizo la psiquiatría y la psicología durante muchos años (y se siguen nombrando entre los trastornos). Y en realidad lo que se está haciendo es, casualmente, analizar qué hay detrás SOLO de las conductas que se quieren culpabilizar. Quien, «asépticamente», quiere averiguar qué razones hay detrás de que te guste algo «raro», evita problematizar lo «normal». En ese caso, a quien problematiza las conductas les suelo preguntar siempre lo mismo: ¿Pueden explicarme qué «trauma» hay detrás de la «fijación» con los pezones y las tetas tantos años después de haber dejado de amamantarte?¿No te parece algo enfermizo reproducir con tu pareja algo que hacías con tu madre? Si el objetivo es analizar lo que hay detrás, analicemos todo de la misma manera… La otra opción es no patologizar siempre que se dé entre adultos de manera consensuada.
De esto escribí más hace tiempo en Pikara sobre BDSM «¿Nos tiene que alarmar?», por si alguien quiere ampliar más sobre el tema. El final del largo texto es este:
«Es la única línea que conviene tener clara en nuestra propia vida: la que separa la representación de la realidad. La que distingue la humillación, ataduras, azotes, como parte de una relación BDSM (con el potencial erótico que tienen a veces las desigualdades de poder) de esas mismas cosas en la vida real, fuera de los códigos de seguridad del BDSM o del juego en privado.
Y más allá de nuestra vida privada, cada vez que nos encontramos con el BDSM conviene recordar que no son representaciones de una violencia que desearíamos que fuera real sino que representan unas situaciones consensuadas de desigualdad de poder, en las que nos permitimos dominar a alguien o que nos domine dentro de unos límites seguros y razonables. Son momentos en que llegamos a un acuerdo para sacar a relucir nuestras facetas menos civilizadas con quienes estamos compartiendo ese rato. Vemos representaciones de la crueldad, nos acordamos del Marqués de Sade y al mismo tiempo nos olvidamos que una inmensa parte de lo que cuenta son sus imaginaciones durante todos los años que pasó en cárcel…
El BDSM, u otros muchos juegos de poder —igual que otras prácticas poco convencionales y habitualmente mal vistas— no es algo que hay que meter en un cajón, porque acabará reapareciendo en nuestra vida por otra parte, de otra manera. Así es el deseo… Seremos mucho más felices haciendo lo que nos apetezca, dejando que surjan esos deseos, encontrando a las personas apropiadas para llevarlos a la práctica y aceptando que son parte de nuestra infinita sexualidad, una nueva faceta que no conocíamos y podemos cultivar. No vamos a ganar mucho volviendo a mandar a terapia toda una serie de prácticas que se han tachado de patológicas toda la vida y que, afortunadamente, poco a poco van consiguiendo salir del sótano donde han tenido que sobrevivir hasta ahora.»
Para quien desee leer sobre estos temas en profundidad siempre le recomiendo «Ética sexual contemporánea», un tocho bien compacto y denso. Para el resto, ya sabemos, está twitter donde, ya se sabe desde hace tiempo, no debato estos temas porque el formato facilita repetir ideas trilladas y poco desarrolladas, y porque nunca se sabe el tono con que lo está diciendo la otra persona, por mucho que creamos que sí. Y eso termina en más malentendidos que conclusiones que valgan para algo.