Cuando tu pareja se ha enamorado y tú no
22 septiembre, 2016 a las 13:30/ por moscacojoneraA menudo se habla del poliamor de la misma manera que se hace en el discurso amoroso: Centrando el relato, análisis, expectativas, retos y demás en las «historias de amor» que surgen, en el enamoramiento, en cómo gestionar dos (o más) relaciones a la vez… pero pocas veces se habla de quien, en una pareja, no se ha enamorado de nadie pero que tampoco tiene ganas de hacerlo «por compensar». No se le suele dedicar tanto tiempo a pensar sobre las situaciones en las que se encuentra la persona que estaba en una pareja monógama y que ahora se encuentra con que su pareja, no sólo se ha enamorado de otra persona, sino los cambios que se dan en su vida.
Para que sea más fácil explicar las situaciones posibles, en este triángulo, llamaré a las personas de la pareja «Persona A» (la que tiene una nueva relación), «Persona B» (la que no tiene una nueva relación) y «Persona N» a la persona nueva en esa relación. La nueva (N), la enamorada (A) y la sola (B).
Ese triángulo no es la única manera posible. Pero sí el que nuestra cultura nos ha enseñado más. Es la situación que más a menudo hemos visto en películas, libros, culebrones, cotilleos… y que, en el relato más habitual, rara vez termina bien, porque entre esas tres personas sigue funcionando el «pensamiento monógamo» (Brigitte Vasallo), la mentalidad de la competencia.
Más allá de la competencia —tema para otro post— hay toda una serie de cambios que son bienvenidos cuando tienes la seguridad de querer vivir relaciones no-monógamas. En teoría puede parecer sencillo: O quieres o no quieres vivir relaciones no-monógamas. Pero la realidad es muy diferente, como cuenta Giazú Enciso en su tesis. Ella habla de «la transición de la monogamia al poliamor entendido como un proceso afectivo liminal«. Una transición vivida con sus complicaciones para conseguir pasar de una idea de las relaciones a otra. «Un proceso denominado Domesticación del afecto entendido como el adiestramiento del cuerpo en concordancia con el proyecto político del poliamor». Pasar de la monogamia al poliamor (anarquía relacional, etc) no es simplemente cambiar de idea. No es simplemente tener dos o más parejas. Es que las relaciones a tu alrededor comiencen a funcionar de una manera que no conocías y que, por eso mismo, necesita de un tiempo para adaptarse, encontrar el propio espacio, la propia manera de vivirlo…
Es ahí, en esa transición, donde es fácil imaginar que esa transición es más sencilla para quien la hace en pleno estado de limerencia, bajo los efectos de todas las monoaminas y las hormonas, que para quien no está en ese estado, aunque ambas personas, A y B, compartan el mismo proyecto político o personal.
Este post no pretende ser un análisis de esa situación, una serie de consejos Cosmopolitan (¡mejora tu autoestima! ¡haz planes con tus amistades!) sino que sólo pretende dedicarle algo de tiempo y espacio a una parte de la ecuación no-monógama de la que pocas veces hablamos. Como con otros temas en este tetris de la no-monogamia, seguro que podemos aprender mucho atendiendo a más relatos y no sólo a los que más se parecen al discurso amoroso más típico.