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El amor romántico (gay y lésbico)

21 septiembre, 2015 a las 12:09/ por

A veces se critica la decisión de parejas de dos chicos o dos chicas de casarse, de tener criaturas, de hacer viaje de novias/os, de vestirse de blanco, de smoking, de llenarlo todo de flores y corazones. Se critica que, al final, después de todas las luchas por conseguir que se reconozcan como válidas otras opciones aparte de la monógama heterosexual, se termine haciendo una demostración pública de un compromiso amoroso practicamente igual a la monógama heterosexual. O completamente igual.

Es probable que esas críticas olviden que el «amor heterosexual» (aunque sea aparentemente, como Gerda y Einar, en la foto) han tenido siglos para dedicarse no sólo al apareamiento, sino también al coqueteo, enamoramiento, pasiones desatadas, escenas románticas por la calle, cenas con velas en un restaurante tocándose mutuamente las manos sobre la mesa, pedir en el hotel una habitación doble como pareja decorada con las toallas pareciendo cisnes/corazones, demostraciones públicas de amor, pasión y deseo.

 

Amor (aparentemente) heterosexual: Gerda y Einar (luego Lili, la "chica danesa") Fuente: http://www.arken.dk/presse/gerda-wegener/

Amor (aparentemente) heterosexual: Gerda y Einar (luego Lili, la «chica danesa»)
Fuente: http://www.arken.dk/presse/gerda-wegener/

 

Frente a eso, hasta hace muy poco, las parejas gays han tenido que optar durante mucho tiempo por encuentros a oscuras, rápidos, escondidos. Por reducir el sexo al mínimo, lo más rápido/a escondidas posible para que nadie pudiese sospecharlo. Las lesbianas han tenido que parecer amigas, amiguísimas, entre las que, obviamente, no se podía detectar que hubiese nada de sexo… Afortunadamente ahora ya pueden hacer demostraciones públicas de su amor.

La verdad es que se puede mostrar ese amor públicamente en Madrid, Barcelona… porque en muchísimos pueblos de todo el país sigue siendo un problema, no es tan fácil que los dos chicos salgan de la mano sin que se cause un buen revuelo en el pueblo («hijo, que lo sé desde hace tiempo pero ¿qué necesidad hay de que lo sepa todo el mundo? A nadie le importa con quien te acuestas»). Bueno, es mucho más complicado en los pueblos… y según en qué zonas de Madrid y Barcelona. Ya se sabe que en Madrid no hay problema si no sales de Chueca, pero a veces el problema aparece en cuanto cruzas unos pocos metros la frontera imaginaria de ese barrio.

 

 

Y con ese panorama, incluso se dirá que es afortunado lo de España, que no es como la persecución legal y física como en Rusia y otros 78 países o la amenaza de la pena de muerte en Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Irán, Mauritania, Somalia, Sudán del Sur y Yemen.

Aún así, sabiendo que hay una aceptación social muchísimo mayor de la no-heterosexualidad que en el pasado, ¿no es previsible que ahora se quieran vivir un montón de experiencias que se han mostrado como deseables en —todas las facetas de— nuestra cultura? ¿es tan raro querer probar, aunque sea sólo por probar, aunque sólo sea unos añitos, a pintarlo todo de rosa, a llenarlo todo de corazones, a cumplir con todos los topicazos del romanticismo más ñoño? Quizá esas historias tan típicamente románticas (si no fuera porque no son heterosexuales) estén pudiendo a salir a la luz por primera vez más allá de grandes capitales y ciudades… Y esos corazones, esos vestidos blancos, a lo mejor se usan teniendo claro que las expectativas de amor eterno, de deseo exclusivo, de pasión permanente, etc van a causar más disgustos que alegrías. O quizá lo descubran más adelante, como sucede en muchos casos.

 

Sorpresón, las parejas gays también envejecen, como el resto de la gente. Qué normativos. https://www.flickr.com/photos/elsie/9436829761/

Sorpresón, las parejas gays también envejecen, como el resto de la gente ¡Qué normativos!
https://www.flickr.com/photos/elsie/9436829761/

 

A veces es complicado compaginar el análisis del amor romántico, encontrar esos mitos de los que cada día se habla más, y la vida que se quiere vivir, la mitología que asociamos al discurso del amor, lo simbólico, que no es tan fácil de cambiar como quien cambia las sábanas… Y es complicado manejarse en las situaciones dicotómicas, en las que se plantea el dilema entre «amoldarse» a una mitología antigua (pero ojo, en su versión heterosexual) o renunciar a todo eso… sin proponer una alternativa. Es complicado deshacer unos moldes, unos modelos, unos corsés sin crear otros. Y si hay algo que sabemos que ha provocado sufrimientos inmensos durante siglos ha sido forzar a la gente a adaptar su vida —con todas las variaciones posibles que tiene cada vida— a un determinado modelo de relación, de sexualidad, de vida.

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*No aparece «bisexual»  junto a «gay y lésbico» porque una identidad y orientación invisible es complicado que instaure una norma, la «bisexnormatividad». Una relación bisexual a menudo se califica, por quien no la conoce, como heterosexual u homosexual, como le pasó con The Washington Post a una de las activistas bisexuales más conocidas del mundo. En estos eventos también se entiende que la ceremonia es entre dos personas que han sido socializadas como hombre o mujer, aunque obviamente cada persona se identifica como quiere.

La imagen principal de la boda «clásica» entre dos mujeres es de Flickr Creative Commons

 

 

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