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El «efecto Traci Lords»

7 agosto, 2015 a las 11:00/ por

Traci Lords, la ex-actriz porno, tuvo la buena/mala suerte de que comenzó su carrera cuando el porno decidió popularizarse con cintas de video VHS, a principios de los 80. Al popularizarse el vídeo, el cambio fue inmenso frente a la opción anterior, ir a ver la película al cine porno. Fue el paso del consumo en público al consumo masivo en privado. Y eso hizo que se hiciesen muy conocidas por todo el mundo toda una generación de pornstars como Racquel Darrian, Ginger Lynnn, Vanessa del Rio o Traci Lords. Lo que le sucedió a Traci Lords es que cuando empezó, con 15 años y puesta de coca, no era muy consciente de qué difusión tendrían esos vídeos. Y se encontró tres años más tarde con que la conocía todo EEUU. A partir de ahí intentó cambiar su carrera, dedicarse a películas mainstream, a la música (Last Drag es de 2011)… pero no hubo manera. Y al final decidió aceptar también esa parte de su biografía, y convirtió su seudónimo, Traci Lords, en su nombre oficial: Traci Elisabeth Lords.

A eso se podría llamar «efecto Traci Lords»: A hacer algo que nos parece completamente inocente en su momento porque no somos conscientes de que ha habido un cambio de reglas de juego. Y que ese cambio de reglas haga que la repercusión de lo que hicimos sea mucho mayor de lo esperado. Que se lo digan a Guillermo Zapata.

 

El peligro de los selfies

 

Somos la primera generación que crece rodeada por las redes sociales, la primera generación de la vigilancia en 360º, 24 horas al día, 365 días al año. Nos vigilan todas las comunicaciones a todas horas, y al mismo tiempo nos vigilamos nuestra propia vida con las mismas ganas. Nuestros selfies como si nos persiguiese «Cuore». Para contar nuestros bautizos, bodas y cumpleaños tenemos Facebook y twitter en lugar del «Hola» y «Semana».  Las sucesivas parejas/relaciones son conocidas por todo el mundo, pasan a formar parte de una biografía pública. Nuestros desnudos ya no necesitan pasar por Interviu, ya los publicamos voluntariamente. Si a eso sumamos las veces que otras personas nos hacen fotos, nos graban en vídeo («Es para Youtube ¿te importa que lo suba?») y lo comparten, nuestra imagen se encuentra desperdigada en mil sitios que seguramente ya no controlamos en su totalidad.

 

 

¿Sufriremos el «efecto Traci Lords»? ¿Nos encontraremos dentro de unos años con que nuestras fotos las han visto muchas más personas de las que creíamos? ¿Ese personaje (el mío, por ejemplo) nos perseguirá más tiempo del que nos gustaría? ¿Habremos sabido medir la repercusión de lo que hacemos? Porque ya le ha pasado a alguna gente con Twitter lo que le pasó a Traci Lords con el vídeo: Parecía algo inofensivo cuando se estaba usando por primera vez, tonterías que se decían sin más repercusión… y ha vuelto tiempo más tarde como un boomerang, llevándose alguna cabeza por el camino

Ahí es donde está el cambio de las reglas del juego: La repercusión. La multiplicación de la difusión de un mensaje enviado en unos segundos con el móvil, una foto subida de borrachera… y que, si algo que protagonizamos le hace gracia a las redes sociales, es necesario aprender en 24 horas a manejar la fama. No es que nos pueda costar un disgusto el que digamos una sola frase equivocada, sino que va más allá: La mezcla de la capacidad de Google de buscarlo y encontrarlo TODO con los mil soportes que podemos usar. Un yacimiento infinito de un material que siempre es potencialmente problemático: ¿recordamos lo que dijimos hace años en MySpace?¿Tenemos controlado todo lo que dijimos en comentarios en blogs de blogspot?¿se pueden localizar y enlazar nuestros blogs usando nuestra dirección de email?¿qué temas personales contamos a todo el mundo en fotolog? Y ahora multipliquemos ese yacimiento por la cantidad de redes sociales que hay.

 

 

 

Esto no lo estoy diciendo con el tono casto de que debemos tener cuidado con nuestros desnudos, de que no debemos salir de nuestros armarios. Creo que precisamente tanta visibilidad en las redes sociales de tantas cosas diferentes hará (o al menos eso me gustaría que pasase) que pierda importancia el hecho de que alguien tenga fotos de desnudos o haciendo confesiones sobre sus costumbres sexuales. Tengo la sensación, de todos modos, que el «castigo social», la crítica «por haber perdido la virtud» es —como toda la vida— mayor si eres mujer y apareces desnuda o te muestras abiertamente sexual. Parece que el castigo a los hombres es diferente, casi inexistente en lo sexual, como bien demostró que se puede «salir con vida» de que se hagan públicas tus escenas íntimas travestido aunque políticamente defiendas una política que va en dirección contraria… pero en cambio, que te descalabres si tus actos o comentarios rozan el nazismo, sea de la manera que sea.

¿Somos conscientes de la repercusión que tendrá en el futuro lo que estamos publicando hoy o somos muchas Traci Lords con una bomba de relojería al alcance de Google? Una de las soluciones posibles es la de Traci Lords (o Águeda Bañón): Convertir su nombre de pornstar en su nombre oficial. Es decir: No intentar escaparse de la sombra de lo que hicimos en el pasado, sino aceptarlo y convertirlo en parte de nuestra biografía. Porque si no lo haces tú, lo hará alguien más.

 

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La maravillosa imagen principal de Traci arriba del todo salió de su cuenta de instagram, @tracilords

 

 

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