Estudiar sexología es frustrante (al principio)
24 agosto, 2020 a las 9:00/ por moscacojoneraSeguramente os habéis planteado, o habéis leído muchas veces la pregunta: ¿cómo se construye nuestro deseo? La respuesta suele ser fácil: influye lo que hemos visto alrededor, nuestra cultura, la educación que nos han dado, nuestras amistades, nuestra identidad… Hay muchas respuestas desde la psicología, la sociología…
El problema es que esa pregunta se repite una y otra vez sin plantearse una pregunta anterior: ¿por qué pensamos que nuestro deseo se construye, que es algo aprendido? Cuándo empezamos a dudar de la pregunta, podemos empezar a ver que las ideas que manejamos a menudo sobre la sexualidad humana no siempre encajan entre sí. Y por eso, por ejemplo, somos capaces de manejar simultáneamente dos ideas: que la orientación de nuestro deseo es algo con lo que nacemos y que no se debería intentar cambiar… al mismo tiempo que creemos que el deseo es aprendido.
A mí me recuerda a esa anécdota tan repetida en que nos cuentan que una criatura aprende cosas horribles en la calle, pero todo lo bueno lo ha aprendido en casa. Es decir, adaptamos nuestro discurso para que encaje en lo que queremos defender…aunque no tenga mucho sentido.
Como el del deseo innato o aprendido hay muchos ejemplos cuando se habla de sexo, de fantasías, de instintos… Mil cosas a las que la sexología da un lugar basado en lo observado en toda la sexualidad humana, no solo en la patológica. La sexología es una ciencia (desde Iwan Bloch) que explica DESDE UN ÚNICO MARCO CONCEPTUAL toda la sexualidad humana. Ahí está la diferencia entre la sexología y cualquier otro aprendizaje de la sexualidad humana. Aprender sobre la sexualidad humana es algo que se puede hacer desde muchas disciplinas, y al explicarse desde varios marcos, desde varios puntos de vista, a menudo lo que propone una disciplina no encaja con lo que defiende desde otra disciplina.
«NO LLAMEIS RARA A LA GENTE RARA»
Sucede a menudo, por ejemplo, cuando se intenta hablar de «no patologizar la sexualidad no normativa», sin ser consciente de las consecuencias de esa etiqueta. Es una frase que tiene tanto sentido (sexológicamente) como «no llaméis raro a lo que es raro». Y por eso al hablar de esas «sexualidades no normativas» es común hablar desde la norma. Aunque sea dando permiso para poder tener esas conductas, esos gustos, se hace desde una norma. Y para ponerle nombre se le llama sadomasoquismo, fetichismo y todas esas palabras que terminan en -filia.
Es frustrante cuando, en sexología, se van demoliendo todas esas categorías. Es más fácil entender la sexualidad humana como algo sano, algo que tiene peligros y villanos, como todas esas filias. Y se entra en ese discurso de lo sano y lo tóxico sin darse cuenta de que se habla desde lo médico: la psicología, la medicina, la psiquiatría se centran en buscar síntomas para diagnosticar y tratar algo patológico. Y a fuerza de rodearnos cada día más del discurso médico, de la medicalización de la sexualidad, vamos perdiendo de vista un acercamiento global a la sexualidad humana. A toda. No sólo lo raro, no sólo lo peligroso, no sólo lo que tiene que funcionar bien. Todo.
Eso es lo que yo llamo matrix: el momento en que entiendes que hay una manera de organizar todo el conocimiento sobre la sexualidad humana que encaja entre sí. Pero el camino para llegar a ver esa «matrix de la sexualidad humana» es frustrante al principio. Es parte de lo que cuento en los posts que escribí mientras estudiaba el máster ¿Por qué es tan incómodo, molesto, desorientador, frustrante? Pues porque para poner coherencia en todo lo que sabemos sobre la sexualidad, ANTES debemos recolocar TODO lo que sabemos, empezar a usar las palabras de una forma más precisa, saber a qué nos referimos, darle una coherencia a todo para no hablar con ese megamix de ideas sobre sexualidad que se acaban teniendo cuando se habla mucho del tema ain darse cuenta que se manejan a la vez discursos incompatibles.
Como digo, se puede saber mucho sobre sexualidad, y eso no es lo mismo que saber sexología. La diferencia es que sobre sexualidad se puede saber sin que las ideas sean coherentes entre sí, mientras que la sexología lo hace desde un solo punto de vista.
¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE ACTIVISMO Y EDUCACIÓN?
El otro tema complicado (y frustrante) es aprender la diferencia entre educación y activismo, pero eso ya lo he contado. Y muy resumido: el objetivo de la educación es ampliar la perspectiva y dejar en quién te está escuchando la autoridad de su propio aprendizaje. En el activismo se defienden unas ideas frente a otras, un determinado enfoque político. Mi discurso político lo tengo muy muy claro. Lo que he aprendido, y me alegro, es a no mezclarlo todo. Al principio es frustrante, pero a largo plazo, es lo que más ha cambiado mi forma de entender la sexualidad, influyendo tanto en la mía como en lo que (creía que) sabía, pero que le faltaba perspectiva. Por eso lo escribo bajo el alter ego de «la mosca cojonera», en lugar del de vagalume. Por el recorrido que he tenido que hacer hasta saber cómo acomodar las dos facetas, como hacía mi admirado Hirschfeld.
Este será un texto introductorio que también enlazaremos a quienes se interesen por nuestro curso, para que tengan aún más información sobre el lío que supone ponerse a aprender sexología y, sorprendentemente, a desaprender mucho sobre sexo. Ahí no te enseñaremos a ser activista, pero sí a educar. Te daremos todo el conocimiento que te hace falta para que decidas, más adelante, si lo tuyo es el activismo, la educación, los talleres, si sólo aplicarlo a tu propia vida o si seguir estudiando sexología, como le ha pasado a alguna gente que ha pasado por el curso y se han hecho el máster.