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Grados de dependencia y compromiso en las relaciones. Y la posibilidad de aparición de maltrato psicológico. (Resumen del «Sexo Oral» del 27/4/2014 en Volta Café).

29 abril, 2014 a las 11:00/ por

En la actualidad las relaciones duran menos que antes. Gracias a la independencia económica de todas las personas implicadas, a la facilidad para encontrar otras relaciones, a que ya no existe la presión de iglesia, de instituciones, hay menos carga moral… eso hace que se aguante (afortunadamente) menos y se rompan las relaciones más a menudo. ¿Esto significa que las relaciones mejoran?

El modelo que antes se defendía socialmente (a la fuerza por iglesia y presión social) y hoy en día se sigue manteniendo en el mito de la «pareja perfecta», es el de la pareja que está junta para todo, que hacen todo compartido, que salen con las mismas actividades, que hacen las mismas actividades de ocio. Lo que siempre repito, el mito de ser como Romeo y Julieta, la historia de un amante despechado de 18-20 años con una cría de 13 años, que dura de jueves a domingo y donde mueren seis personas, la pareja incluida. Esa relación fusional, esa pareja fusionada… ¿es un modelo de relación o de dependencia?.

Todas estas preguntas se derivan de uno de los libros que ha servido de punto de partida de la charla, Las Nuevas Soledades, de Marie-France Hirigoyen (la imagen de cabecera es la portada). En él se plantean esos dos polos —de un abanico con diferentes niveles— en las relaciones: De la dependencia al cien por cien (en la pareja fusional) a la independencia ¿100%?. A la independencia absoluta, en que las otras personas sólo son personas con quien follas, sin ningún vínculo emocional más allá de ese momento.

Con internet es facilísimo buscar nuevas relaciones, no hace falta ni salir de casa. Aumenta la oferta (¿cuántos perfiles se pueden valorar en una hora?) y eso parece que hace descender el compromiso, la idea de esfuerzo en la relación, la duración y el conjunto de normas, limites, obligaciones y responsabilidades. Y si en lugar de tener relaciones con alguna implicación emocional que vaya más allá del encuentro, sólo quieres follar… te puedes hartar a follar y punto.

Entre esos dos polos, hay muchos grados y algo muy común a mucha gente: El miedo a la soledad. Sí, sabemos que hay casos de a quien le da igual, pero la norma es querer tener una relación más estrecha con alguien. Buscamos llegar a modelos de relación, los que tengamos idealizados. Y actualmente aparecen corrientes que buscan también «poblar» esa soledad, enriquecerla, hacer que esa soledad deje de verse como algo negativo a base de enriquecerse personalmente. A veces es a través del «desarrollo personal», otras personas con la reciente «mindfulness» (o meditación), mediante el tantra…

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Lo malo es cuando en esa relación más estrecha, más emocional, no podemos irnos porque nos lo impiden por la fuerza (algo obvio), mediante el acceso a recursos como el dinero o la manipulación, el maltrato psicológico. Y cuanto más fácil se hace esa ruptura, y según la sociedad tolera menos la violencia física, se va haciendo más sofisticada y dificil de detectar la violencia psicológica. No como algo extremo, no como algo obvio, sino una larga labor de minar la autoestima, la capacidad de análisis («seré yo que veo más de lo que hay, que exagero los problemas»).

Esa dependencia, ese miedo a la soledad nos puede hacer mantenernos en relaciones donde creemos estar bien, pero podemos descubrir con el tiempo que, desgraciadamente, no  lo estábamos.

Pueden «vendernos una moto» pero que la realidad sea otra. Afortunadamente los «te quiero» suelen ser sinceros, o eso preferimos pensar. Pero pueden estar diciéndonos «te quiero» sin querer nada más que producir en la otra persona los efectos emocionales que sabe se producirán al decirlo. O decirlo significando «estoy a gusto contigo» y nada más… La mejor recomendación que se puede decir, la que salió en la charla es fíjate en los hechos, si contradicen lo que dice esa persona.

Puede pasar algo muy habitual… callarse, no contarlo, que es lo que más cuesta. Que lo aguante y se culpabilice. («Igual me lo estoy inventando», tarea en la que ayuda quien maltrata, claro. «Ves donde no hay». «Esa manera que tienes de tratar las cosas». O sea, «no entiendes las cosas, espera que te las explico yo»). Cuando se está en esta situación el error más habitual de quien quiere ayudar es aconsejar a víctimas que denuncien. Es el paso que más les va a costar… En ese paso lo que más ayuda, el primer paso es alguien que se convierta en su alianza, su base, su punto de apoyo para salir de ahí. 

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Polvazos para compensar. Dramones y culebrones con unas reconciliaciones épicas. Este es otro patrón habitual, el conquistar a través de un sexo maravilloso, polvazos…para solucionar las discusiones de antes ¿Dónde está el truco? Si esa relación funciona de manera igualitaria, puedes estar discutiendo y poco a poco la cosa acabe en un revolcón ¡Perfecto! En el momento post-coito puede ser un buen momento, o al salir después, o en la charla postorgásmica, para volver a retomar el tema y llegar a un acuerdo. ¿Dónde está el comportamiento tóxico? En que se discuta, haya un dramón, nos hagan sentir mal….pero después lo arreglan echándonos el polvo del siglo. Pero eso sí, sin volver nunca a aclarar el desacuerdo o discusión que hubo. Lo que pasa a ser una especie de «una de cal, una de arena». Con lo que esa mezcla de estímulos, tratarte a veces como una mierda, tratarte como una maravilla después, te hace creer que te estás equivocando. «Me ha dicho que me adora, ¿ves? ya se le ha pasado el cabreo». Y lo dicho, el enfado inicial nunca llega a tratarse para sacar una conclusión y llegar a un acuerdo.

Un entorno que ayuda poco. A menudo quien maltrata tiene una capacidad estupenda para seducir a su entorno. Para tener una imagen pública estupenda. Y o tú has sufrido ese maltrato, o te has ido enterando de los «cadáveres emocionales» que ha ido dejando por el camino y que delatan su verdadero comportamiento o si no, realmente, cuesta mucho mucho desenmascarar a esas personas. Y el entorno a veces, cuando no hay personas que sepan tratar estos temas, que no han pasado por ahí, tienden a decir «¿Y seguro que no lo estás exagerando?, porque a mí me parece que sí, eso estuvo mal, pero no es una persona tan dañina», o porque sean comportamientos que nos hemos acostumbrado a ver como normales en la sociedad…. y ese entorno acaba justificando comportamientos que unidos al trabajo de «luz de gas»* que hace la persona maltratadora hace que todavía te confundas más, que dudes más de por qué te estás sintiendo mal. 

Una recomendación que nos dejó Gabi, una amiga psicóloga especializada en violencia de género, es que atendamos a nuestro «cerebro reptiliano», que para algo lo tenemos, y que si nos avisa de algo de manera intuitiva, le hagamos caso y escapemos de esa situación lo antes que podamos, contando, como hemos dicho, con la ayuda de alguien. Aparte de otros números como el 016 en España si eres mujer, puedes contactarnos por email, twitter, etc si tienes la sospecha de que estás en ese caso y te pondremos en contacto con los recursos que conocemos para este tipo de situaciones.

Por último, una recomendación. Si tienes alguna sospecha de que puedes estar sufriendo cierto grado de maltrato psicológico, hay otro libro de Hirigoyen dedicado al tema, «El Acoso Moral». Y si a tu pareja le parece mala idea que lo leas…. mala señal. Pésima. ¿Qué hacer antes de nada? Encontrar alguien que te sirva de apoyo.

 

hacer luz de gas», expresión generada en dos películas llamadas Luz de Gas (Thorold Dickinson y George Cukor) que describe un método de maltrato psicológico consistente en generar en otro la duda sobre sus propios sentidos, su razonamiento y hasta de sus actos. (wikipedia).

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