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Guía sobre lo que debes saber sobre poliamor si eres profesional de la psicología (publicado por la NCSF) (4)

25 mayo, 2020 a las 9:00/ por

¿Qué sabemos sobre la psicología y comportamiento social de las personas poliamorosas?

Hay abundante evidencia científica para demostrar la viabilidad de las relaciones poliamorosas y la estabilidad de las personas poliamorosas.

En 1976, Knapp hizo una batería de estudios psicológicos a varias parejas poliamorosas (Knapp, 1976). No se encontraron diferencias significativas entre las parejas de su muestra y la población general. «Es decir, ninguno de los grupos esa especialmente neurótico, inmaduro, promiscuo, inadaptado, patológico ni sexualmente inadaptado… Los patrones de respuesta parecían mostrar una personalidad modal en los matrimonios abiertos sexualmente que era individualista, exitosa académicamente, creativa, inconformista, a la que estimula la complejidad y el caos, con inventiva, relativamente poco convencional e indiferente a lo que puedan decir otras personas sobre sus propios valores y sistemas morales, y con una predisposición a asumir riesgos para explorar otras posibilidades». Watson (1981) entregó el Inventario Psicológico de California (Gough, 1957, citado en Watson, 1981) a 38 sujetos con relaciones abiertas sexualmente, y esos sujetos puntuaron dentro de los parámetros normales.

Twichell (1971, 1974) aplicó el Inventario Polifásico de Personalidad de Minessota (MMPI) a varios grupos de personas con una alta implicación en relaciones sexuales no convencionales y grupos de control, y no encontró diferencias significativas entre el grupo «sexualmente liberal» y los controles.

Se han hecho estudios adicionales en el área del ajuste matrimonial. Buunk (1980) encontró que las parejas de los Paises Bajos que tenían una relación abierta tenían valores normales en términos de satisfacción con la relación, autoestima y neurosis. Se utilizó la Escala de Ajuste Diádico de Spanier (1976) para comparar parejas abiertas sexualmente con parejas exclusivas (Rubin, 1982) y no se encontraron diferencias entre los dos grupos en el ajuste [entre sus miembros] o la felicidad. «Ninguno de esos datos apoya la idea de que la apertura sexual o la exclusividad, por sí misma, suponga una diferencia en el ajuste global de una pareja casada».

Un estudio posterior (Rubin y Adams, 1986) encontró que, algunos años más tarde, no había diferencias significativas en la estabilidad matrimonial (rompiendo vs seguir teniendo la relación) entre las parejas que habían sido poliamorosas respecto a las que habían sido exclusivas. Se encontraron semejantes proporciones de fidelidad vs infidelidad en cada grupo, comparado con la muestra anterior. Además, «las razones dadas para la ruptura casi nunca estaban relacionadas con sexo extramatrimonial». Cuando se terminaban las relaciones poliamorosas, las razones más comunes eran haberse distanciado en sus intereses, sentir diferentes grados de atracción mutua y enfrentarse a las tensiones de las relaciones a distancia (Ramey, 1975).

Otro estudio (Peabody, 1982) encontró que la mayoría de las respuestas comentaban estar satisfechas con su relación principal, y tenían una sensación positiva respecto a que su pareja tuviera relaciones sexuales con otras personas. Se encontró que las personas poliamorosas tenían ligeramente menos sexo que la media nacional, dando relevancia a las actividades sociales, cariño y la comunicación honesta. «El énfasis se centraba en el cariño, la aceptación, la comunicación y la amistad, con libertad para tocar, acariciar y tener la posibilidad de tener relaciones sexuales, si así se deseaba».

En las parejas de hombres gay destacan por su práctica de relaciones no exclusivas (Peplau y Gordon, 1983). Un estudio que comparaba los sentimientos de los hombres en relaciones gay abiertas y cerradas no encontró diferencias significativas entre ellos, en cualquiera que fuera el tipo de relación que tuvieran, respecto a sus sentimientos de amor, satisfacción y compromiso (Blasband y Peplau, 1985). Estos datos se han replicado repetidas veces (Kurdek, 1988; LaSala 2004; Shernoff, 2006; Wagner, Remien & Carballo-Dieguez, 2000).

Como muestran estos estudios, «los estilos de vida alternativos elegidos por los individuos no son necesariamente la causa ni el resultado de personalidades patológicas; en realidad, la conducta propia de un estilo de vida alternativo puede suponer un apoyo para la salud psicológica de los individuos» (Peabody, 1982). Por lo tanto, no debe de ser asumido por terapeutas que el poliamor es desadaptativo o que las personas con relaciones poliamorosas mejorarían sus relaciones si las conviertieran en relaciones monógamas tradicionales. Quienes como terapeutas mantienen que la monogamia es inherentemente preferible al poliamor pueden estar reflejando sus propios prejuicios culturales, en lugar de valorar qué es lo mejor para las necesidades individuales de sus clientes.

En resumen, muchas personas poliamorosas «están en relaciones principales relativamente estables y no parece que se deba a necesidades neuróticas ni patológicas» (Peabody 1982).

 

 


 

Aprovechando que el próximo 6 de junio daré una clase sobre este tema en la Autónoma, para quienes no pueden asistir pero les interesa información relacionada con psicología y poliamor continuo con la traducción del folleto de la NCSF «Qué se debe saber, como profesional de la psicología, sobre las relaciones poliamorosas» que se puede consultar o descargar en PDF de la web de Pink Therapy.

 

Esta es la cuarta entrega, después de haber traducido hace años las dos primeras partes, que se pueden consultar aquí y aquí y como continuación a la tercera parte, que se puede leer aquí.

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