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(H)amor – Parte 2

19 junio, 2015 a las 11:00/ por

 

Las revoluciones (masculinas)

No podemos tener testimonios de primera mano de la Edad Media, porque esos relatos amorosos eran escritos por hombres, así que no sabemos qué pensaban ellas. Pero sí los hay de la “liberación sexual” de los años 60 en California o de los 70 en España cuando llegaron los débiles ecos de esa revolución. Y hay un componente dentro de esa superación de las normas sociales que se dio en los años 60 que pocas veces se señala: Lo bien que se adaptaban esas revoluciones a la conducta sexual típica masculina.

En los 60 en EE.UU. dejó de considerarse que el sexo estuviese limitado al dormitorio conyugal, se convirtió en admisible que sucediese fuera del matrimonio pero aun así con un lastre que reconocemos en nuestros días: un hombre que una noche tiene sexo con 5 mujeres es admirable, una mujer que tiene sexo con cinco hombres… ya no lo es tanto, se le consideraba (y considera) un putón, una golfa y toda la sarta de insultos que conocemos. Con lo que ellas, si quieren “liberarse” deben de hacerlo dentro de la órbita del amor, de la relación emocional, deben disimular sus “pulsiones” y quedarse sólo con la parte “espiritual” de su arrebato: El amor a primera vista. Frente a esa sexualidad, la masculina sí permite que el arrebato sea sexual, y tiene un carácter más “acumulativo”: Cuantos más centímetros mejor, cuantas más gente en la orgía mejor, cuantas más mujeres mejor, cuantos más orgasmos mejor, cuantos más minutos mejor. El reino del número.

En los 70 en España era algo similar, y la sexualidad masculina no era diferente a la del resto de Occidente. En todo caso era una sexualidad que venía de (intentar) desarrollarse bajo una inmensa represión religiosa y presión social. Una de las dinámicas que se daban entre amistades entonces, comentado por mujeres que lo vivieron, era acceder a hacer cosas que no apetecían demasiado para no ser la “estrecha” del grupo, la recatada. “¿Qué me cuesta?” es la justificación mental a la que se recurría —y se sigue recurriendo— para hacer algo aunque no se tengan demasiadas ganas.

En el ambiente swinger sucedió —en los EE.UU.— y sucede —en todas partes— algo distinto. Es un ambiente que en general gira en torno a las parejas heterosexuales, donde ellas son bisexuales por defecto y donde rara vez se ve con buenos ojos la bisexualidad masculina generalizada, aunque se toleren las excepciones. Dinámicas que giran en torno al orgasmo masculino, a los ritmos masculinos. Resulta curioso, como síntoma, que sea prácticamente imposible ver mujeres utilizando vibradores ¿para qué, con tantas pollas, lenguas y manos alrededor?. Como si los vibradores fuesen una competencia mal recibida, un mal sustituto…cuando es mucho más eficaz. Que se lo pregunten a las usuarias de los modelos más potentes. Y también es poco común que las parejas se permitan tener experiencias por separado, excepto si es en el mismo local la misma noche, para reunirse después.

De esa “perspectiva masculina” no se fue consciente cuando se comenzó a popularizar el poliamor en España. Se pensaba en el mencionado paraíso del amor en que la honestidad iba a extenderse milagrosamente en todas las relaciones al implantarse el poliamor en el cerebro de todo el mundo… Fue Brigitte Vasallo quien empezó a hablar de los “cadáveres emocionales” que iban dejando las personas que entraban en el poliamor sólo pensando en su propia satisfacción, dándole igual las consecuencias a su alrededor de sus conductas poco éticas, y que tampoco veían necesario cambiar ¿Para qué? “Yo sólo quiero tener dos o más parejas a la vez…” Han entrado ahí para disfrutar y punto. El amor libre reencarnado. Allá vamos otra vez. Y si no se han desmontado muchos lastres del pasado, seguirán ahí Y ahí estaba el de la sexualidad masculina demandando cero compromiso con quien se relaciona, algo muy antiguo, y de nuevo con una justificación teórica.

Como dice Vasallo, «El amor libre, que nació como resistencia a la institución del matrimonio, se ha ido despolitizando para convertirse en una siembra de cadáveres emocional que tiene más que ver con una libertad neoliberal que con el amor.» (Fuente) [no incluido en (h)amor]

Frente a esa situación Vasallo propuso la “revolución de los afectos”, la dinámica de los “cuidados”. Como herramienta útil para no caer de nuevo en las mismas dinámicas del pasado, cambiar la lógica militar (conquista, competencia, rendirse…) por la amistad, por los cuidados. Si no nos están cuidando, si se desentienden por completo de la otra persona puede que ya estemos de nuevo en el terreno del “sexo y punto”.

¿Tiene algo de malo el “sexo y punto”, el “sexo por sexo”? En absoluto… excepto cuando se inventan las excusas que sean (promesas de amor o justificaciones más o menos elaboradas) para volver al mismo punto que ya conocemos, el reino del número.

Como herramienta, la perspectiva de los cuidados es útil… si se tienen en cuenta otras circunstancias que, de nuevo, desequilibran esos cuidados. Esas circunstancias son que en el sur de Europa los cuidados, sea de menores, personas mayores o enfermas, está cargado de manera muy mayoritaria en las mujeres (Vicenç Navarro). Son educadas desde muy pequeñas para que en el caso de que haya que cuidar a alguien ellas sean, por defecto, las encargadas de hacerlo. Y como tienen práctica en ello, son mucho mejores, por lo que ante la disyuntiva de si encargarse ellas o ver como lo hacen hombres sin ninguna práctica, deciden asumirlo. Y cuando ellos deciden asumir parte del trabajo, esperan que haya alguien dando asesoramiento, dando esa educación de cuidados que no han tenido, con los que las mujeres se encuentran con el trabajo doble de tener que “educarlos” al mismo tiempo que deben encargarse de todas las tareas de los que ellos no son conscientes que existen y que hay que resolver de todos modos.

Así, al no haber recibido una educación similar para cuidar, los cuidados no van a ser simétricos, ellas sentirán mayor presión para asumir esos cuidados, mayor presión social si no los llevan a cabo y serán presa más fácilmente del sentimiento de culpa si sólo se preocupan de sí mismas.

Por lo tanto, una lógica de los cuidados sin ser conscientes simultáneamente de la asimetría a la hora de asumirlos puede llevarnos, de nuevo, a la casilla numero uno, a estar jugando a dos ligas diferentes sin ser conscientes de ello.

De todo esto se deduce que hace falta que atendamos especialmente a esas asimetrías para evitar seguir inercias que llevan muchos años, décadas e incluso siglos a nuestro alrededor. Y no es fácil evitarlas y no caer en ellas antes o después. Es más fácil hacer lo que hace todo el mundo, no ir contracorriente, aunque no sea lo más razonable. Parece que es muy fácil volver a caer en lo mismo una y otra vez, el reino del número.

Fuera de las relaciones heterosexuales se dan otros problemas, en su mayor parte herencia de no haber desmontado los “mitos del amor romántico”, con lo que se termina pasando de esa mitología a los mitos del poliamor romántico, como se verá más adelante.»

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Este texto es parte del artículo «Un traje a medida», incluido en el libro «(h)amor», publicado por Contintametienes. Como lo define la editorial, «este volumen colaborativo reúne artículos breves acerca de modos de relacionarse en lo sexoafectivo. Se trata de una lectura plural, que se presenta como una aproximación al concepto del amor, sus usos, maneras, grietas y posibilidades y que aborda temas como el poliamor, la anarquía relacional o el amor romántico. Este título, con h, paréntesis y minúscula, pretende ser solo una muestra del inabarcable y siempre cambiante abanico de formas que pueden adoptar el amor y los afectos». Se puede comprar en su web, en Traficantes de Sueños

La primera parte se puede leer en golfxsconprincipios.com/lamoscacojonera/hamor-parte-1/

 

 

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