Selección de idioma

Hijos de putón

5 agosto, 2020 a las 9:30/ por

Algo así supongo que vendría a ser la traducción del libro que está escribiendo Janet Hardy, Slut and Sons, una de las autoras de Ética promiscua. Pasados los años, ahora que ya puede hablar con tranquilidad de su vida privada. Cuando sus hijos eran menores de edad y mientras no les preguntó sobre su propia postura en el asunto, ella firmaba como Catherine A. Liszt (como se puede ver en la imagen) o también como Lady Green. Incluso en 2004 se seguía publicando la primera edición de The Ethical Slut (Ética promiscua) con la firma de Dossie Easton y Catherine A. Liszt. No sería hasta la edición en 2009 que apareció con su apellido, el que comparte con sus hijos.

Un libro que seguramente tocará muchos temas muy familiares a quienes se ven a la vez cuidando de sus criaturas e intentando hacerlo compatible con una sexualidad poco normativa que puede ser complicada de llevar en público, por el estigma que sigue existiendo al salirse de la norma, y más siendo madre separada. Si a eso le sumamos que sea fuera de grandes ciudades, las complicaciones se parecen mucho a las que pasó Janet Hardy a mediados de los 80.

topping book catherine

Fuente: bolerium.com

Para quien tenga curiosidad por ir leyendo lo que va escribiendo, se publica en el blog, con ilustraciones de la propia Janet Hardy. Comenzó a escribir a mediados del mes pasado, julio de 2020. Cuenta historias muy comunes en muchas relaciones de quienes tienen una sexualidad poco «normativa», situaciones que les resultarán familiares.

«Frank y yo nos separamos cuando Ben tenía seis y Miles tenía once años. Nos separamos, según creíamos, por una diferencia sexual irreconciliable: A mí me gustaba el BDSM y a él no. Pobre, él lo intentó, pero alguien tiene que ser la excepción y ese era él. Yo fantaseaba con orgías, fiestas en mazmorras, llegando al éxtasis con el dolor y los juegos, y el quería sexo genital, que no me gustaba ni me gusta demasiado.»

A ella le costó cerca de una década saber bien cómo era su propia sexualidad, y algunos años más, atreverse a contarle sus auténticos deseos a su marido. Como ella dice, quién sabe si su vida hubiera sido diferente si, antes de separarse, les hubieran dado un ejemplar de Ética Promiscua.

Los acuerdos a los que llegaron antes de separarse, mientras hablaban sobre si divorciarse o no, tienen similitudes con estructuras familiares poco comunes (cuando se hace de forma explícita) como las mencionadas en Ética promiscua:

«Estábamos en un punto muerto, y hablando de divorcio. Decidimos intentar pasar más tiempo en pareja y seguir nuestros gustos literarios hasta el punto de asistir a uno de los primeros congresos de ciencia ficción. Asistimos a un debate sobre estructuras familiares alternativas en ciencia ficción y, por primera vez, valoramos la posibilidad de tener una relación abierta.

Eso nos salvó. No fue fácil. A menudo nos quejábamos de la falta de una guía práctica que nos ayudara a superar los obstáculos. Pero al final el encontró una novia a la que le gustaba el sexo «vainilla» tanto como a él, mientras que yo me encontré un par de personas con quienes tener sesiones, y en cierto sentido, funciona la mayoría del tiempo.

Rara vez teníamos sexo él y yo, porque dedicábamos la mayoría de nuestra energía a nuestras relaciones externas, que encajan mejor con quiénes somos. Pero todas las cosas que nos gusta hacer en pareja -criar a nuestros hijos, ir al cine, hablar horas y horas sobre libros, música y teatro, nos seguían dando mucho placer.

No es la idea mayoritaria de lo que es un matrimonio, pero en nuestro caso funciona.»

©2020 Janet Hardy. Fuente: https://slutandsons.com/blog/07-14-2020/

©2020 Janet Hardy. Fuente: https://slutandsons.com/blog/07-14-2020/

Y a eso se sumó la crianza de Ben y Miles, que tampoco era fácil. Como dijo su terapeuta,

«Ben era especialmente sensible a la sobrestimulación, algo que vio claro cuando me lo comentó. Además de eso, para un niño como Ben, ocho horas en el ruido y el caos del colegio era demasiado».

El libro trata del proceso que pasó para compaginar encontrar con quienes jugar, en una época (los años 80) en la que no era fácil encontrar con quién poner en práctica esas fantasías, teniendo casi 3o años, mientras criaba a sus hijos.

«Seguro que ahora suena ridículamente obvio. Pero la criatura inocente de barrio residencial que era en aquel momento no tenía acceso a libros, ni películas ni talleres que pudieran haberme abierto los ojos. Cuando lo entendí, estaba casada con un chico que había conocido en la universidad y con dos niños.

Ya he contado la ruptura en otra parte, así que no entraré en los detalles más turbios. Lo importante aquí es que, por primera vez en mi vida adulta, estaba soltera. Con lo que al mismo tiempo que estaba intentando criar a mis hijos (mi ex y yo tenemos custodia compartida), estaba intentando saber cómo vivir lo que ahora se llamaría una vida «sex positive». Salí del armario primero como practicante de BDSM, luego como poliamorosa, luego bisexual y luego genderqueer. Empecé a escribir libros sobre todos esos temas y alcancé cierto grado de fama con ellos»

 


Por si a alguien se le ocurre sugerir que slut no debería traducirse por putón, eso ya está contestado hace siete años, cuando la trauducción de Ética promiscua.

 

 

 

No hay comentarios todavía

Dejar una respuesta

Mensaje:

logo_lateral
 

Archivo