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La conexión (interesada) entre perversiones y agresiones sexuales

10 agosto, 2020 a las 9:00/ por

Cuenta Bruno Martínez, profesor de la Escuela Sexologica, en su nueva cuenta de instagram.

«Cuando un medio de comunicación importante publica semejante titular y noticia, quizás debiéramos preguntarnos a qué obedece. ¿Por qué unir una agresión sexual a una peculiaridad inocua? Al ligar el deseo de interactuar con los pies de una persona a la agresión sexual, el dispositivo de la sexualidad actúa de forma muy potente sobre los sujetos receptores del mensaje.

Por un lado desvía la atención de la posible agresión cometida por un miembro de la familia real británica (lo supuestamente exótico de la práctica sirve de cebo para no pensar en la gravedad del asunto) y por otro genera la noción de que determinadas prácticas guardan relación con el peligro y la violencia.

El Príncipe Andrés se convierte así en un significante concreto, el Otro Aberrante, que debido a sus gustos perversos, lamer pies, encarna el peligro y la agresión. Ideas como perversión o parafilia (patologizadoras de la sexualidad) entran en escena y son ligadas al imaginario de la criminalidad. En el discurso del dispositivo de la sexualidad el Aberrante es siempre un enfermo y un criminal en potencia.

Esta noticia, en lugar de hablarnos de cómo determinadas estructuras de poder (género, clase…) han servido para agredir y usar como objetos a las mujeres de forma sistemática, nos advierte sobre aquellos sujetos con prácticas no ortodoxas. De este modo el artículo refuerza las mismas estructuras que supuestamente denuncia».

 

Es muy común pensar que, detrás de cualquier «gusto poco común» (sea lamer pies, sea disfrutar del dolor y mil cosas más) siempre se oculta algo peligroso, negativo, perjudicial, un error que debe ser corregido, el fruto de un trauma, la señal de una incapacidad para «tener sexo normal». Pensar eso es una herencia directa de las ideas sobre cómo debía ser el «acto sexual normal» que dejó por escrito Freud en 1905. Y todo lo que no fuera «sexo normal», era señal de algún desorden mental, como quedó escrito en aquellas largas listas de perversiones sobre las que escribía Krafft Ebing en el siglo XIX, que fueron un best-seller en su época y que aún hoy hacen pensar a mucha gente que, si les gusta algo, eso debe tener algún nombre terminado en -filia para llamarlo: hematofilia, aquafilia y otros cientos de «filias», de las que por cierto escribí hace muchos años con definiciones ampliadas más allá de las disponibles en castellano y enlazando algunos foros y webs donde encontrar ejemplos de cada una. Y esa forma de pensar sobre la sexualidad humana sigue funcionando. Se sigue sugiriendo que existe una conexión entre gustos poco comunes y agresiones para seguir definiendo, indirectamente, cuáles son los «actos sexuales normales».

 

Screenshot_2020-08-08 El insospechado fetichismo sexual del príncipe Andrés según la principal testigo del caso Jeffrey Eps[...]

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