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La (cuestionable) capacidad revolucionaria de la no-monogamia

4 junio, 2015 a las 11:00/ por

Quizá estar de vuelta del idealismo de los años 70 hace que el escepticismo (¿cinismo?) sea la postura más común ante las propuestas que reclaman que las nuevas formas amorosas y afectivas van a «revolucionar el amor para siempre«, o incluso desmontar un mundo heterosexual*, patriarcal y capitalista al asumir romper la monogamia como una apuesta política, como dice Brigite Vasallo:

«El cambio de paradigma que propone la ruptura de la monogamia obligatoria no es la banalización definitiva de los amores, sino todo lo contrario: el compromiso final, el que late en el fondo de los compromisos políticos, ideológicos y sociales, pero que es bastante más jodido, bastante menos vistoso y bastante más arriesgado (…). No vale la pena desmontarlo todo para volver a montar lo mismo con otro nombre. Las nuevas formas de amarnos, de follarnos, de mezclarnos, de relacionarnos no se pueden construir desde la miseria emocional sino desde la alegría y desde el coraje, poniendo la propia vida en juego, escribiéndola en las pancartas, enseñándola a nuestras hijas e hijos, defendiéndola a cara descubierta, convencidas de que cada vez que le abrimos la puerta a nuestro amor para que vaya a encontrar otro amante estamos construyendo un mundo nuevo. Desde la intimidad menos vistosa de nuestra vida privada, sí, pero con las bases mucho más perdurables, mucho más transformadoras, de la vida propia como revolución cotidiana.»

Fuente: Brigitte Vasallo «Romper la monogamia como apuesta política» Pikara Magazine, 2013.

 

 

¿Qué queda de la «revolución sexual»?

Aunque hay algo —internet— que cambia el juego radicalmente entre los años 70 y ahora, puede resultar útil ver qué sucedió (en EEUU, porque en España aún no se había abierto la fiambrera franquista en que nos quedamos aparte del mundo hasta casi los 80) con algo parecido hace unas décadas: La revolución sexual. ¿Qué cambios hubo? Se separaron sexualidad y reproducción, en parte gracias a condones y píldoras, y se admitieron públicamente más orientaciones sexuales, a partir de los disturbios de Stonewall, origen de la marcha del Orgullo. Pero no olvidemos que era una época de lucha por los derechos civiles, de la segunda ola feminista (que se tuvo que buscar la vida en lugar de ir en esa misma lucha de derechos civiles que se centró en terminar con la segregación racial).

¿Cambios de la heteronorma? Que se tolere la homosexualidad, con todas las discriminaciones que conocemos perfectamente. ¿Cambios en el capitalismo? Muchos. A peor. Hemos pasado del capitalismo que había comenzado a tener alguna duda en los 60/70, al capitalismo financiero, de casino, en que vivimos hoy día, primero con Milton Friedman, y mucho más acelerado a partir de 1999, cuando se mezclan los ahorros de las personas de la calle con el dinero volátil de productos financieros.

Décadas más tarde, ¿qué ha quedado de esa revolución sexual? Vivimos en una época muy precaria económicamente, muchos derechos se van esfumando, se puede tener sexo con quien se quiera sin que hagan falta papeles de matrimonio de por medio (pero ojo con el cruising), y sí, hay orgías, intercambios de pareja, nos intercambiamos fotos y videos usando el móvil, pero… los ideales de revolución se quedaron por el camino.

No es complicado ver que vivimos en tiempos en los que hay muchos cambios… hacia atrás. El panorama social y político de los 70 era muy distinto al de hoy, en que la palabra feminista se ha convertido en algo negativo, en el que vivimos con unos ideales en retroceso, cada día menos ideales, sea en derechos laborales para vivir cada día de manera más precaria. En economía se ve normal que nuestro presente y futuro lo determinen FMI y Banco Mundial, cuando está más que probado que han sido los jinetes del apocalipsis en muchos países (dejando aparte si se quiere la hipótesis del shock, quedándose sólo con los datos sobre economía)…

 

 

¿Qué aporta la «revolución afectiva»?

Con este panorama social alrededor, y con la desaparición de referentes económicos alternativos (que vayan más allá de pequeñas comunidades), es previsible que el cambio que aporte la nueva «revolución afectiva» sea muy diferente según el entorno donde se aplique, como se puede ir viendo en entornos feministas, anarquistas, swinger, puramente poliamor o en entornos «mainstream».

Siendo un cambio que se sigue considerando que sólo afecta a nuestra esfera íntima, será la herramienta de muchos cambios… o no. Mientras que la anarquía relacional se adapta muy bien al anarquismo, no sucede lo mismo en el feminismo, donde a veces se considera una postura revolucionaria y otras no, sea por los dramas que lleva asociados si no se ha hecho el mismo trabajo que ha de hacer todo el mundo para desmontar la mitología monógama, sea porque en las relaciones heterosexuales a veces acaba perpetuando situaciones de privilegio.

En el ambiente swinger (liberal, intercambio de parejas) norteamericano, tan dado a nombrar categorías y conceptos, han creado la categoría del «progressive swinger«, variedad de swingers que admiten que haya cierta implicación emocional, cada cual con sus niveles dentro de un espectro de mayor o menor implicación. Y en el ambiente puramente poliamor sí se asocia a unas determinadas reglas, especialmente las del consenso y la honestidad.

En el ambiente mainstream, si solo se llega al concepto de la manera más superficial, puede que sólo acabe valiendo para hacer un «blanqueo de amantes» (igual que con el blanqueo de dinero), haciendo aparecer de repente a marido y amante como las personas más abiertas y modernas frente a una esposa más anticuada y conservadora. Una conclusión a la que es fácil llegar si no se tienen en cuenta el resto de dinámicas que estén funcionando en esa relación, como la independencia económica, honestidad que ha habido hasta ese momento, acuerdos previos, antecedentes, capacidad de negociar con la misma fuerza o no…  El que sea un blanqueo de amantes en el caso del hombre, en lugar del de la mujer es porque, sabido es, no es lo mismo que se sepa de un hombre que está con dos o tres mujeres, a que se sepa de una mujer, que enseguida tendrá las insistentes ofertas de todo su vecindario. Vamos, como si no lo hubiésemos visto mil veces…

 

 

¿La no-monogamia como herramienta política?

Aparte de consenso y honestidad ¿la apuesta de la no-monogamia no vas más allá de esas reglas? Pues esa es la cuestión: No se puede obligar a nadie a que aplique en su vida un cambio en sus relaciones asumiendo las implicaciones que para otras personas sí tiene. ¿Ser gay significa necesariamente que luchen para evitar la discriminación de lesbianas, transexuales y bisexuales?¿Ser gay o lesbiana implica luchar por políticas sociales lo menos conservadoras posibles?. No implica nada, por extraño que parezca en entornos activistas o políticamente comprometidos. 

La no-monogamia será una herramienta política más dentro de la caja de herramientas en los ambientes políticamente comprometidos. Será una opción lúdica en los entornos más centrados en tener una mayor oferta afectivo/sexual a su alrededor. Será una opción que siga perpetuando la situación actual entre quienes no quieren cuestionar nada de lo existente o quienes no quieren asumir esos retos. Será considerada como una moda pasajera por quienes sigan prefiriendo la monogamia. Dentro de cada colectivo, de cada «burbuja» social, que coexisten aunque se contradigan completamente, la no-monogamia cumplirá la función que se le quiera asignar, sin que esa manera de relacionarse conlleve, por sí, que se cuestionen, desmonten o renueven toda una serie de factores sociales que se dan al mismo tiempo.

Por muy deseable que sea un cambio social a mayor escala, a pesar de lo mucho que me gustaría, también he aprendido con los años que no existe un «mágico botón rojo» que aprietas y TODO cambia mágicamente. En su lugar, hay que hacer lo que se ha hecho toda la vida: Activismo, en muchos frentes, de muchas maneras, recurriendo a la pedagogía y todas las herramientas a mano. No hay una herramienta —lástima— que se use y sea como una varita mágica. Aunque estas nuevas maneras de relacionarnos nos ayuden a mucha gente a vivir de una manera más parecida a cómo nos gustaria hacerlo, resulta de lo más probable que la no-monogamia EXPLÍCITA Y CONSENSUADA no vaya más allá de ser una opción más en el menú de las relaciones.  Porque la no-monogamia —no consensuada, por la espalda, en forma de «infidelidades», por ejemplo— ha existido siempre.

 

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*Quien no entienda que vivimos en un mundo pro-heterosexual, patriarcal y capitalista.., que lea sobre la heteronorma y heterosexualidad obligatoria. Para quienes tienen problemas cuando eso lo dicen mujeres (que he conocido alguno, paradojas que explican muchas cosas), ¿os vale un Doctor en filosofía y sociólogo? Porque dice lo mismo que ellas… Pero si no llegáis a ver la ironía de que necesitéis para eso una opinión masculina, dudo que lleguéis mucho más allá.

Fuente de la imagen principal: https://www.flickr.com/photos/waltjabsco/6266761619/

 

 

2 Comentarios a “La (cuestionable) capacidad revolucionaria de la no-monogamia”

  1. Mirya dice:

    Que maravilla de artículo!!

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