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La diversidad mal entendida

26 abril, 2018 a las 13:12/ por

 

Me resulta curioso ver una y otra vez la expresión “educar en la diversidad”. Emana condescendencia por todos sus poros. Me suena a querer educar en la idea de que gays y lesbianas tienen los mismos derechos que tú, que ser trans es perfectamente comprensible y merece nuestro apoyo, que el BDSM es simplemente otra manera de tener prácticas sexuales tan válida como cualquier otra siempre que se respeten unos ciertos límites, que el poliamor es otra manera de relacionarse y no tiene nada que ver con estar follando todo el día, que ser swinger no tiene nada de malo, que también tienes derecho a ser asexual, cómo no.

¿Dónde está el problema? Cambiamos de palabra una y otra vez para referirnos a los mismos conceptos. En realidad seguimos hablando de lo normal y lo raro. De manera disimulada se han camuflado bajo la “diversidad” las filias o prácticas poco comunes, que es la manera “suave” de denominar a las parafilias, que fue el nombre adoptado para denominar a perversiones, desviaciones, inversiones y degeneraciones de siglos pasados. Bajo esa «diversidad» se siguen escondiendo las identidades no convencionales, lo poco común, lo que se sale de la norma.

No revisar los conceptos anteriores provoca situaciones como esta. Seguimos sin desprendernos de la idea de que hay maneras de ser normal y de ser diferente. Seguimos sin entender (realmente, no como pose) que todo el mundo es diferente. Que no hay una manera «correcta» de follar, de correrse, de jadear, de llegar al orgasmo, de desear, de comportarse. Y en todo lo que no tiene que ver con nuestra faceta sexual. Si no se revisan todos los conceptos y el marco desde el que hablamos, seguiremos reproduciendo las mismas categorías, conceptos e ideas que han estado siempre ahí… creyendo que hacemos algo diferente.

Ha sucedido siempre: Cada vez que ha surgido un modelo de observación de la realidad (es decir, de anotar y explicar LO QUE SUCEDE, lo que se está dando actualmente) ha pasado a convertirse en un modelo de LO QUE DEBE DE SER.

 

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Le pasó a Maslow con la conocida idea de autorrealizarse (con el proceso de ir cubriendo las necesidades de la conocida pirámide de necesidades). Comprobó que las personas «autorrealizadas» tenían una determinadas características. Pero su idea fue adoptada al revés, como un modelo, creyendo que si cubres todas esas necesidades, si tu objetivo es autorrealizarte, llegarás a tener esas características personales, confundiendo causa y efecto. Como si te tomases un cacao caliente todas las noches para tener el talento de Goethe.

Lo mismo pasó con Masters y Johnson y el modelo de observación de la «respuesta sexual humana» que usaban. Lo dividieron en una serie de fases, no porque la excitación y el orgasmo DEBAN comportarse así, sino para facilitar la observación y anotación de los fenómenos que se daban en el período de excitación, en el de meseta, en el orgasmo… Pero al publicar sus estudios se convirtieron en bestsellers y de nuevo pasaron a convertirse en modelos a seguir, en lo que es «normal» respecto al orgasmo.

Pero esto no sólo les sucedió a Maslow o Masters y Johnson. Nos pasa con todo. Heredamos teorías antiguas y creemos actualizarlas con nuevas palabras y etiquetas, cuando en realidad estamos añadiendo ruido encima de una maraña que lleva ahí siglos.

 

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Se confunde una y otra vez que una media estadística de un hecho que sucede no es más que eso. Si tu te comes un pollo y yo ninguno, la media es medio pollo… y podemos acabar creyendo que todo el mundo DEBE comer medio pollo. A lo mejor yo no tengo ningún interés en comer pollo, a lo mejor tú lo comes por ansiedad. Lo mismo sucede con cualquier otro dato estadístico que oigamos: No es más que un resumen de unos datos de algo que ya ha sucedido. Pero si los resultados de esa estadísitica refuerzan la norma, podemos tener la seguridad de que se conocerán mucho más rápido que los que demuestran que, efectivamente, cada cual es diferente.

La idea no es «educar en la diversidad» como si fuera un modelo moral, una educación en urbanidad, como si estuviese educando para «respetar a tus mayores». Es un proceso más largo, de comprendernos, de llegar a ser realmente conscientes de que «tus mayores» son tú y yo dentro de unos años, de que la diversidad funcional empieza por tu miopía, de que la diversidad no es algo a lo que tienes que acostumbrarte: Es que no podemos evitar esa diversidad, no podemos ser de otra manera.

 

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