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Las tres revoluciones (inacabadas)

21 noviembre, 2024 a las 8:00/ por

En la segunda mitad del siglo pasado se dieron tres de las revoluciones PACÍFICAS más importantes de la humanidad: los derechos civiles para la población racializada (sobre todo, afroamericana) en EEUU , los derechos de las mujeres con la segunda ola del feminismo y los derechos para las personas LGTB.

Aunque ahora pueda parecer inimaginable, antes de los años 70, sólo podían disfrutar de todos sus derechos los hombres blancos heterosexuales cisexuales. El resto tenían que confiar en la suerte y la bondad humana para que su entorno, amistades, empresa, pareja, familia, justicia, medicina etc no convirtieran su vida en un horror o que, como mínimo, sufrieran una discriminación a muchos niveles que ni era reconocida por los medios de comunicación mainstream, por la cultura mayoritaria

Esas tres revoluciones llevan años luchando contracorriente y, cada vez, con más oposición.

REMANDO CONTRACORRIENTE

Como he contado muchas veces, la oposición empezó pronto, en los años 80. Por un lado, el Vaticano exterminando la «teología de la liberación». No por casualidad, eso comenzó también una corriente en la iglesia católica para recuperar las misas más tradicionales, en latín y con el sacerdote de espaldas, algo que se había «prohibido» en el concilio vaticano de 1962-1965, reinstauradas totalmente por Benedicto XVI y que fue recuperando la iglesia hasta… 2021, cuando el papa Francisco ha determinado que no se pueden oficiar sin permiso del Vaticano.

Por otro, el neoliberalismo, desde Pinochet en Chile, hasta Ronald Reagan, Thatcher (amiga de Pinochet) y todos los cambios que describe Naomi Klein en La doctrina del shock y que derivaron en la crisis de Lehman Brothers, el «rescate de la banca» con dinero público, esas constantes crisis desde 2009 y ese inmenso agujero negro que va devorando más y más dinero público, precarizando todo, haciendo que los servicios públicos cada vez se vean más sometidos al acoso para privatizarlos cada día más.

“Se trata de una conocida técnica de privatización que consiste en desfinanciar lo que alguien pretende privatizar. Al igual que cuando Margaret Thatcher quiso privatizar los ferrocarriles, lo primero que procuró fue quitarle los fondos, de forma que dejaron de funcionar apropiadamente y el pueblo reaccionó reclamando un cambio. Acto seguido se dice: está bien, privaticen esos servicios. Si luego funcionan peor, no hay problema: el gobierno saldrá a rescatarlos. Esta es la técnica estándar de la privatización”. (Noam Chomsky, Ilusionistas. Ediciones Irreverentes. 2012)

Por otro, dentro de la segunda ola del feminismo se abrieron dos frentes, que empezaron a enfrentarse en 1971 pero tuvieron su mayor enfrentamiento en el congreso Barnard sobre sexualidad femenina, en el inicio de lo que se llamaron «las guerras del sexo», un enfrentamiento que se ha reavivado actualmente con «la cuestión trans», pero manteniendo los debates anteriores sobre porno, prostitución y BDSM. No es fácil encontrar textos sobre toda esta «guerra» en castellano. Para quién quiera indagar sobre los inicios de ese debate, puede leer más aquí. No es un texto especialmente recomendado, pero es sorprendente la falta de textos en castellano sobre esas «guerras», así que espero que ayude a quiénes quieran saber más. Yendo al mínimo, mientras que la wikipedia en inglés incluye un artículo extenso con enlaces a otros artículos específicos sobre cada tema cuestionado en ese debate, en español solo hay un minúsculo texto que no entra en absoluto en el tema ni da ninguna fuente donde poder ampliar más. En 2017 traduje parte del material en inglés, pero… ¡¡¡no me da la vida para traducir todo lo que me parece fundamental para comprender dónde estamos hoy día y que me encuentro sin traducir!!! El retroceso en la revolución feminista está teniendo su muestra más obvia en los estados de EEUU donde la interrupción del embarazo está prohibida, SIN EXCEPCIONES PARA LOS CASOS DE INCESTO O VIOLACIÓN.

Sobre la revolución LGTB (al inicio no se nombraba la intersexualidad, ni otros temas), comenzó en 1969 con Stonewall… y todo el mundo sabe que está bajo acoso permanente desde todos los frentes, con movimientos conservadores cada vez más extendidos a nivel institucional. En EEUU, la situación es terrorífica, como traduje en este artículo. Se permite el debate en los medios de comunicación solo para crear polémica, mientras que se van aprobando leyes que van recortando esos derechos que se habían ido conquistando para limitarlos a «poder casarse».

Sobre la revolución de los derechos civiles para la población afroamericana, no hay más que ver cómo está la situación actualmente para ver que la cultura occidental se sigue basando en la mirada racista en la que sustentó la colonización del planeta. No es casualidad que las teorías raciales, que se siguen creyendo, fueran creadas al mismo tiempo que un cuarto de la población mundial era súbdito del Reino Unido victoriano… Y que ya en los años 70 significaba asesinar con dinero público a líderes afroamericanos.

https://www.flickr.com/photos/brizzlebornandbred/5131876382/

REVOLUCIÓN SEXUAL… Y MATRIMONIAL

La llamada revolución sexual tiene muchas dimensiones y no es tan fácil de determinar de ver su significado real, porque sucede al mismo tiempo, PERO NO ES LO MISMO, que las revoluciones de derechos civiles, feminista y LGTB.

Mientras que se dan esas tres revoluciones para quienes no eran hombres, ni cis, ni heterosexuales, ni blancas, se va dando otro cambio: el sexo deja de estar asociado al matrimonio. Son esos cambios en el matrimonio los que, hoy día, no se espera que cambien: la posibilidad de recurrir al divorcio y tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Aparte de eso, no se podían casar quienes no fueran heterosexuales. Y el matrimonio «interracial», que estaba prohibido, solo se permitió a partir de 1967. Y que las mujeres tuvieran sobre el papel los mismos derechos que los hombres solo se dio en los 70, recuperando cambios que se habían dado en los años 30 y que los fascismos se encargaron de eliminar.

Hasta los años 70, la sociedad tenía debates sobre si el «sexo prematrimonial» era buena idea o no. Y no contaba con medios anticonceptivos tan sencillos «la píldora», que iba asociado a que el control último de los embarazos pudiera pasar a las mujeres. Reducir ese peligro del embarazo hizo que se tuvieran más relaciones sexuales… sin cambiar para la población mayoritaria las condiciones en las que se daban.

También se ganó autonomía respecto al placer propio, unido a una cultura de la transgresión y dejar de ser como las generaciones anteriores que habían crecido entre fascismos y anticomunismo (macartismo)

Esa «revolución sexual» permitió tener relaciones sexuales sin tener que casarse. Pero esa «nueva libertad» tenía una trampa similar a la que señalaba Martin Luther King sobre el fin de la esclavitud. Cuando se abolió la esclavitud, se le «dio la libertad» a las personas afroamericanas… sin tierra ni dinero, a pesar de haberlas explotado durante siglos (250 años, en EEUU). Y algo parecido pasó cuando se le «dio la igualdad» a las mujeres -perdón el mansplaining- , instaurando legalmente una igualdad que heredaba todo una sociedad de miles de años basada en la esclavitud o posición subordinada de ellas. Y lo mismo sucede con la población LGTBi: son una serie de derechos que «se dan» y, por lo tanto, se pueden retirar.

Esas tres revoluciones pacíficas no se irán nunca. Pero, desgraciadamente, nos ha tocado lucharlas en un mundo que se ha vuelto nostálgico de las sociedades autoritarias.

Y esa sociedad autoritaria se comporta como se han comportado siempre: cuando aparece una MINÚSCULA posibilidad de cambio, esa sociedad reaccionaria lo ve como un PELIGRO, como el riesgo a que las cosas se den la vuelta, a que el mundo esté dominado por mujeres, personas LGTBi y racializadas, cuando, en realidad, estamos muy muy muy lejos de eso y, además, tenemos enfrente a mucha gente que quiere que nos vayamos olvidando de los derechos que hemos ido plasmando en declaraciones universales de derechos. La guerra ahora está en que las instituciones reconozcan esos derechos o no y que se establezca una colaboración institucional internacional que haga más difícil el retroceso local de esos derechos.

La buena noticia siempre es que, numéricamente, SOMOS MÁS, aunque se nos llame «minorías».

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