Negociación, gestión y planificación colaborativa
25 agosto, 2016 a las 13:20/ por moscacojonera
«Planificación colaborativa» es la afortunada definición que Janet Hardy da a la palabra «negociación», una palabra que a ella le recuerda demasiado a situaciones donde alguien pierde y alguien gana. La verdad es que todas las palabras tienen sus connotaciones; hay quien odia el término «gestionar» porque le suena a «gestión empresarial», hay quien odia la palabra «negociación» porque lo ve como un proceso donde hay dos posturas enfrentadas que llegan a un acuerdo ganando y perdiendo terreno, aunque para mí no tiene un significado tan limitado.
Sea como sea, «planificación colaborativa» define muy bien la mejor manera de buscar soluciones más justas para todas las personas implicadas. Janet lo ha comentado al ver las viñetas que ha publicado Everydayfeminism sobre el consenso y el consentimiento, explicándolo con la metáfora de «construir castillos de consenso» («Building Consent Castles»).
Yo cuando hablo de este tema, en lugar de castillo (que me suena a vocabulario bélico; ay, las connotaciones), prefiero hablar de construir una casa a medias. Algo que me suena mucho más acogedor, cómodo y amigable. Una metáfora que vale no sólo para las relaciones no monógamas, sino para cualquier tipo de relación, amistad, acuerdo para sesiones BDSM y otros procesos que requieren ir construyendo cienta intimidad basada en la confianza mutua.
Como sería un proceso largo escribir a everydayfeminism, pedir permiso para traducir las viñetas y editarlas, traduzco el texto de las viñetas.
«Mi pareja y yo damos talleres sobre consenso. Hablamos un montón sobre actividades consensuadas — cosas sobre las que puedes pensar y hablar para llegar a un consenso antes y durante momentos de intimidad.
□ Hablar
□ Mensajes
□ Emails
□ Preguntar antes si todo ok
□ Preguntar durante si todo ok
□ Preguntar después si todo ok
□ Tocarse
□ Lenguaje no verbal
□ Compartir fantasías
□ Fijar límites
□ Palabras de seguridad
□ Dinámicas de poder
□ Sobre el uso de drogas y alcohol
□ Estado emocional y mental
□ Asuntos delicados (triggers)
— ¡Espera un momento! Yo he estado con mi mujer durante 15 años. ¡Es imposible que hablemos de todo esto cada vez que tenemos sexo! ¡Normalmente incluso ni nos lo preguntamos de manera explícita! ¿Quieres decir que no estamos teniendo sexo consensuado?
— ¡Por supuesto que no! Cuando hablamos de estas actividades, a menudo estamos hablando de nuevas relaciones o de encuentros esporádicos.
La verdad es que la manera en que llegamos al consenso cambia según vamos construyendo la relación.
El consenso no es una encuesta.
☑Sí
«¡Consentimiento conseguido!¡Sigamos adelante!»
Y no es sólo un concepto jurídico.
«Declaro este encuentro oficialmente consensuado».
— El consenso es una manera de construir sólidas relaciones íntimas, sexuales y románticas. Cuando empiezas a poner en práctica el consenso explícito y cuidadoso, estáis construyendo un castillo de consenso que podéis disfrutar a la vez.
— ¿Castillo de consenso?
— Es mi metáfora favorita para el consenso. Consiste en esto:
Conoces a alguien fascinante, y decidís que queréis construir un castillo a medias/planificar enrollaros. Probablemente habléis de qué queréis y qué no.
1) — He estado pensando en un puente levadizo…
— ¡Oooooh, y un foso!
2) — Me encantaría chupártela
— No me gusta mucho que me lo hagan, pero me gusta hacerlo…
Incluso puede que lo expliquéis por escrito
1 y 2) — Había pensado en algo así. — ¡Oooh, qué chulo!
Podéis hablar de vuestras experiencias
1) — Yo no he trabajado con arenisca antes.
— No hay problema. Te daré algunos consejos.
2) — La verdad, nunca he probado a hacer muffing antes.
— Te lo explicaré con detalle. Podemos tomárnoslo con calma.
Y es buena idea ir preguntando sobre la marcha para saber cómo van las cosas
1) — ¿Qué te parece este color que estamos usando?
— ¡Me encanta!
2) — ¿Te gusta así?
— Está bien, ¿quizá un poco más rápido?
La cosa es que cuando estás construyendo algo con alguien, normalmente empiezas teniendo mucho cuidado. Usas andamios, cascos y botas de trabajo. Habláis un montón para aseguraros de que estáis en el mismo punto.
Puede parecer mucho trabajo, pero también es muy satisfactorio. Estáis construyendo algo a medias que vais a disfrutar a medias.
No hace falta que tomes esas precauciones y puede que no pase nada pero…
1) AY!
2) Eso… eso no era lo que quería. —Lo siento.
Según vais construyendo vuestro castillo, construiréis algunas habitaciones y os acostumbraréis al nuevo espacio. Si lo habéis construido bien, no tenéis que estar usando casco todo el rato, porque se convierte en un espacio seguro, cómodo, familiar.
Según construyes una relación basada en el consenso, aprendes sobre qué le gusta y le disgusta a tu pareja, y te puedes encontrar que estáis en situaciones sexuales o íntimas sin haber hablado explícitamente antes del tema.
— ¡Ven aquí, tú!
— jijiji
Lo genial de los castillos de consentimiento es que siempre están en funcionamiento. Hay que hacer cierto trabajo de mantenimiento.
1) — Uhmm, creo que esto le hace falta una nueva mano de pintura. — Uhmm
2) — He sentido inseguridad respecto a mi cuerpo últimamente cuando tenemos sexo.
— Ah, vale ¿Cómo puedo ayudarte con esos sentimientos?
Puede que queráis construir una nueva habitación, o remodelar una antigua. En ese caso os ponéis los cascos de nuevo y planificáis las cosas con un poco más de cuidado.
Del mismo modo, puede que queráis añadir algo nuevo a la relación. Ese es el momento para ir más despacio y comenzáis a hablar sobre esas cosas para saber que todo el mundo lo está deseando y es feliz con ello.
— Creo que.. creo que me gustaría usar un strapon contigo.
— Eso podría ser divertido ¿Cómo te lo estás imaginando?.
Uso la metáfora del castillo de las relaciones porque creo que ilustra bien cómo el consenso y las relaciones sanas nos refuerzan mutuamente. No conozco a nadie en una relación a largo plazo que siempre negocie de manera explícita y detallada con sus relaciones, en cada ocasión. Pero mi experiencia es que teniendo cuidado y teniendo buena intención con el consenso con alguien con quien acabas de empezar, construyes unos cimientos sólidos para una relación mutuamente satisfactoria. Asi que ¡manos a la obra!. ¡Que esto va a ser muy divertido!».
Dejadme que meta un poco de humor a este post, el cual, por otra parte, como casi todos los artículos de esta página está siempre cargado de interesante información. Bravo a Miguel Vagalume y a todos/as que trabajáis detrás de la página porque ocupa un espacio que no había antes y proporciona una herramienta muy útil y sobre todo, equidistante, a todos los que nos hemos metido en estos berenjenales del arte de hacer el guarro por ahí. ¡Viva! Dicho esto, procedo a mi comentario jocoso acerca del asunto este.
Yo, de verdad, no sé si soy un anticuado, un pragmático, un machista o todo a la vez, o los guiris son unos estirados de narices. Son capaces de quitarle la gracia a todo el asunto de follar y tener relaciones múltiples o sencillas, en fin, normalizarlo hasta convertirlo en algo tan emocionante como dibujar pajaritas de papel.
Al principio, pensaba que se trataba de un artículo sobre el consenso a la hora de tener sexo; bien, poco artículo puede haber acerca del asunto, si hay consenso todo guay, si no lo hay es violación y un delito y vaya, falta que hace por este mundo más educación al respecto. Pero, claro, me pongo a ver el cómic en cuestión (primera nota, ¿tan inepta es la peña que para hacerle entender algo hay que ponérselo con dibujitos?) y veo que no, que se trata de «construir castillos de consenso».
De verdad, qué santa manía de importar el lingo empresarial al mundo de las relaciones, si sustituimos cada vocablo del cómic por «team building», o «conflict resolution», vaya, pues te queda listo para un blog de emprendedores (start-ups, perdón). Yo siento en un café a mi rollo/follaamiga/novia y le digo, «vamos a construir castillos de consenso» y la cara que se le queda es un poema, pero un poema malo y mal rimado.
¿Desde cuándo hay que sentarse a hacer listas y discutir pormenorizadamente cada detalle de la relación? ¿Cuándo se perdió la espontaneidad y el ir fluyendo con la relación? Que sí, que comprendo que hay balances de poder, un patriarcado en el que las mujeres y las minorías llevan las de perder, pero joder, es que esto ya es de traca y hay que hablar. ¡Pero que hay que hablar con la pareja, la familia, los hijos y los compañeros de trabajo ya me lo decía mi abuela! ¡¡Y tiene 83 años!!
Pongámonos en situación: estoy con un amante en la cama y estamos cachondos no me voy a poner a preguntarle cada vez que haga algo, «voy bien?», «voy bien?», «vas bien?», «te duele?», «te gusta?» no porque no la respete ni nada, sino porque ME MANDA A LA MIERDA. De verdad, es un bajón que estén dándote la tabarra todo el rato, es que no es construir un castillo, es que es más como ir acojonado todo el tiempo y no queriendo cagarla en ningún momento. Y en el cómic hasta se ponen la mano en el pecho, ¡venga hombre! ¿Qué estamos, en una iglesia presbiteriana? ¿A quién no le han dicho alguna vez «deja de hablar y fóllame, coño, pesado»?
Otra situación: sales con alguien, os bebéis cuatro cervezas, os insinuáis, os miráis a los ojos y te suelta… «disculpa, llevo toda la noche pensando en besarte, ¿te ofendería si lo hiciera desde el consenso mutuo?» Venga, chaval, hasta nunca.
Que, ojo, no soy defensor de los millares de babas que rondan por ahí que van metiendo el hocico como perros en celo, que son para meterlos todos en la cárcel, pero hay una cosa que se llama «leer los signos», «descubrir el cuerpo de una persona», «conocer al otro» y no es algo que se pueda hacer firmando papelitos y haciendo encuestas a pie de calle. Inténtalo y si te sale mal, pues no pasa nada, no eres mala persona, simplemente no es el rollo y punto.
Pues no, que jugártela y perder no vale, ahora hay que ir sobre seguro, nada de «oye, te puedo follar por el culo», «a mí tú no me metes nada por el orto, chaval», «jo, venga», «que no, coño» resulta que ahora, hay que sentarse y decir: «He sentido inseguridad respecto a mi cuerpo últimamente cuando tenemos sexo.», «¿cómo puedo ayudarte con tus sentimientos?», por el amor de dios, ahora para follar, amar, tocarse, descubrirse, ¿hay que ser así de repelente? Otro caso: llegas del curro, cabreado, te viene la pareja, que te pasa, nada, que te pasa, nada, que te pasa, nada hasta que al final te cabreas, te peleas y luego lo arreglas como puedes, esta ha sido la manera en la que se han hecho las cosas toda la vida, a veces funcionaba, y a veces no, pero así conocías todos los rincones y límites de una persona, cuando está alegre, cuando está triste, cuando está enfadada y en base a eso decides si quieres seguir o no (o construir el castillo de las narices). Pero ahora llegas del curro cabreado y tienes que ponerte en modo coach para comunicarte. «He tenido un día duro en el trabajo y preferiría no comentarlo en este momento», oye, vale, pero deja de hablarme como si fueras el puto Hannibal Lecter o como si tuvieras horchata en vez de sangre.
Va venga, que se me hace tarde para el team building con mi familia, hoy el tema es «sistemas holístico-emocionales del mantenimiento de la fregona.»
Besis.