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¿Qué ideas he tenido que replantearme con la sexología? (última edición 09.03.18)

9 marzo, 2018 a las 13:03/ por

Un día, en twitter, @mort me hizo una pregunta muy simple. No la recuerdo al pie de la letra pero era algo parecido a «¿Qué ideas has tenido que desaprender después del máster en sexología?». La respuesta más corta a esa pregunta es: TODO. Pero, claro, es complicado saber a qué me refiero en concreto con una respuesta tan genérica. Días más tarde aclaré más cosas que debí replantearme al hacerlo. No fue desechar una idea y adoptar otra nueva, sino más bien ampliar la perspectiva, de manera que seguía conservando las ideas de antes, pero dentro de su contexto.

Al final veo que puede ser buena idea escribir un post sobre el tema. Es muy largo, y se irá ampliando, qué se le va a hacer… ¡En tres años cambiaron muchas cosas! Lo iré actualizando según vaya encontrando maneras resumidas de explicar algunas ideas que me tuve que replantear. Este puede ser un buen lugar para ir dejando una especie de repositorio de algunas cosas que he tenido que reaprender durante esos tres años (y lo que sigo aprendiendo). Aviso por adelantado que es probable que cambie la redacción de algunas de esas ideas, ya que después de escribir a veces hablo con @heroedesillon, o con Bruno y Juncal (con alergia a las redes sociales) sobre algo que haya podido escribir.

Así que, introducido el tema, allá van las ideas que he tenido que cambiar. Cada vez que agregue algo nuevo, cambiaré la fecha del título para que se sepa la fecha de la última edición. No va a ser una lista exhaustiva de esos cambios por lo que he dicho antes: Ha cambiado TODO. Pero sí puede ser útil para reencuadrar/replantear/matizar/cuestionar cosas que he dicho antes aquí durante los doce años que llevo escribiendo este blog.

 

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1. Lo que creemos saber «de sexo» en realidad es un megamix.

Cuando se hace un master, o un curso de un año, o se asiste a una charla sobre «sexo», lo que estamos esperando es «aprender más sobre lo que ya sé». Es decir, queremos ampliar, acumular más información, novedades, como si fuera una serie de televisión. «Quiero ver nuevos capítulos, quiero una nueva temporada». Hace falta un estudio a fondo sobre lo que sabemos «del sexo» para darse cuenta que en realidad nuestros conocimientos son más bien una especie de mercadillo donde se juntan ideas del siglo XIX, del siglo XX, leyendas urbanas, creencias que se niegan a irse, prejuicios y estereotipos… Nada extraño cuando nuestra educación sexual tiene el mismo origen que nuestra educación sentimental: Prueba y error. Las películas. Las amistades. Un blog aquí, un tuit allá.

El problema con ideas de tantas fuentes diferentes es que, probablemente, mezclarán ideas incompatibles o que, al menos, nos resultan muy liosas. Se nos mezcla la visión freudiana de los instintos, de lo irracional, del inconsciente… las ideas de la energía sexual acumulada de Reich… Se nos mezclan las etiquetas identitarias (necesarias en política y activismo) sobre la heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, pansexualidad, etc con nuestra propia vivencia o, peor todavía, con la vivencia ajena. Mezclamos la reichiana liberación y lucha contra la represión con el neoliberalismo e individualismo, con resultados diferentes a lo que esperábamos («soy libre de hacer lo que me dé la gana»). Se mezclan ideas respecto a biología, género, genes y educación para hacer un lío tremendo, especialmente respecto a la transexualidad.

Se puede estar leyendo todas las novedades, todas las nuevas publicaciones académicas sobre «sexo» (como sucede si se sigue a @heroedesillon)… y descubrir que no terminan de encajar las cosas, que hay lagunas, que no es lo que esperábamos, seguramente, porque aún hace falta colocar una buena base. Y para colocar esa base, hay que dejar a un lado las ideas erróneas y colocar como cimientos unas ideas que sean coherentes con el resto que vayamos aprendiendo.

 

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2. Orientación

¿Será por el interés que ha existido durante décadas en encontrar la causa que hacía pecar o delinquir o no ser capaces de resistirse a sus gustos aberrantes a homosexuales y similares? Sea por lo que sea, siempre ha habido interés por encontrar la manera de saber LA orientación propia y ajena, como si fuera el signo del horóscopo.

Lo que llamamos orientación es el resumen, en una sola etiqueta y a veces incluso permanente, de nuestras fantasías, nuestros deseos (quién nos atrae), nuestras prácticas reales y lo que nos da placer. Y, claro, si se intenta hacer una ecuación de fantasías+deseos+prácticas+placer=orientación… a veces el resultado nos puede parecer razonable. Pero a menudo aparecen factores que no nos encajan… porque no tienen que encajar. Tenemos la inercia, costumbre y/o presión externa («¿no serás maricón?») de hacer esa suma de lo que somos para llegar a una solución simple. Y lo que parece una solución simple a veces puede traer más complicaciones que ventajas. Y la cosa empeora cuando se cree que esa etiqueta ha de mantenerse toda la vida, cuando lo natural es que vayamos cambiando durante toda nuestra vida.

 

https://www.flickr.com/photos/mateuet/2173408694/

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3. Usar las palabras correctas importa más de lo que parece.

Si hay algun fundamental en el master, en el enfoque de Amezúa es utilizar las palabras correctas, no mezclar ideas. Y así vas separando coito de cópula y lo que eso supone (estar con la persona que deseas frente a la «conducta copulatoria», las relaciones sexuales y los kamasutras). Separando «sexo» de… todo: Del sexo como genitales, del sexo como prácticas sexuales, del sexo como el tema en general… Hablar de cosas de dos y que no son lo mismo que una pareja, una relación, un matrimonio… Hablar de machos y hembras sabiendo que no estás hablando de hombres, mujeres y demás.

Y eso acaba enlazándose con la epistemología, con no ir saltando de disciplina en disciplina o ser consciente de las situaciones en que lo haces: De cuando hablas desde la sexología, la sociología, la psicología… No todo es lo mismo, sino que tienen implicaciones muy diferentes, consecuencias muy diferentes. Eso ayuda a no mezclarlo todo, que suele ser lo normal, consecuencia inevitable del punto 1: Que lo que sabemos «de sexo» es una mezcla de teorías acumuladas.

 

https://www.flickr.com/photos/moxieg/3203487984/

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4. La educación sexual es fundamental.

Pero la clave está enlazada con el punto 1 y el punto 3: Para educar hace falta hablar con los términos correctos, poner las bases correctas. Si no, se siguen acumulando ideas contradictorias, antiguas y erróneas, y mientras, por ejemplo, les educas para usar métodos anticonceptivos… les estás convirtiendo en equivalentes «follar» y «penetración de un pene en una vagina». Entre otros muchos líos más.

No tengo el más mínimo interés en educar a menores, para eso creo que hay mucha gente especializada y que no organizan fiestas, eventos y demás encuentros erótico-festivos. Por eso todo lo que organizamos es para mayores de 18 años. Pero no puedo evitar ver como algo terrible que, estando en el siglo XXI, la educación sexual es los colegios sea CERO. Y que esa educación no les hable sobre la transexualidad, los descubrimientos y sorpresas de esas edades, que no se les hable de todo lo que significa la sexualidad, el hecho de que abarque todas las facetas de su vida, gustarse, «noviazgos»… Un asunto que tendrán que resolver quienes se dedican a esos temas y que siguen limitando esa educación a lo sanitario. Ya lo decia la OMS en 1975 (!!!):

«…la noción de salud sexual implica un acercamiento positivo a la sexualidad humana y el objetivo del cuidado de la salud sexual debe de ser la mejora de la vida y las relaciones personales y no simplemente el asesoramiento y cuidado relacionado con la procreación y las enfermedades de transmisión sexual«.

Sin hablar con palabros (sujetos sexuados, encuentros eróticos, sexuación…) sino con lenguaje de todos los días, ahora intento ir incluyendo siempre que puedo los conceptos desde la sexología y no desde un activismo que vaya derrumbando lo que se había ido haciendo con la educación.

 

https://www.flickr.com/photos/tim_ellis/14513068539/

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5. Perspectiva y actitudes diferentes.

Lo que he aprendido con los años es a tener perspectiva: A diferenciar cuándo estoy haciendo activismo y cuándo estoy en educación o consulta. A cambiar de registro, a entender cuándo hablo desde una postura normativa (se debería hacer tal o cual cosa, hay que liberarse), desde la prohibitiva (no te reprimas, no hagas tal cosa), desde la combativa (tú te equivocas pero yo te diré cómo hacerlo bien) y desde la de cultivo, que, en resumen, es educar y empoderar a quien nos está escuchando para que atienda más a sus deseos en lo que no le concierne a nadie más (como las fantasías) y a los deseos de su pareja/relación/amante, a lo que está en juego en su relación en lo que les concierne a quienes están en esa relación. No desde las obligaciones, sino desde los deseos, desde las ganas.

El ejemplo que se suele poner es el de quien nos pregunta sobre qué hacer con sus peques, que tienen curiosidad y quieren verle sin ropa, o en la ducha… A veces se recurre al argumento de «es bueno que aprendan que el desnudo es algo natural». Como se decía en el master ¿no es «natural» también el pudor?¿qué tiene prioridad: Lo «natural» o cómo te sientes en esa situación?¿no puede ser una ocasión para educar a sus peques sobre atender a sus propios deseos, a que si no quieren desnudarse no tienen por qué hacerlo, que depende de la persona que ha desnudarse y no de unas ideas determinadas?.

 

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6. Lo natural

Es la cita que más repito, la de Marcos Sanz, sociólogo especializado en sexualidad y uno de los fundadores de incisex:

«Se le llama natural a lo que se le han borrado las huellas de cómo ha sido impuesto».

Es decir, tiene gracia decir que, por ejemplo, la heterosexualidad es «natural», (y otro montón de cosas) pero que haya habido una persecución milenaria desde la religión, la justicia y la medicina convirtiendo en pecado, delito y patologías lo que no era más que diversidad humana, como bien descubrió Havelock Ellis, el que no patologizaba como hizo Krafft-Ebing al hacer esos conocidos listados de «parafilias». Cuando se recurre a ese argumento, lo que se pretende es que es irrebatible.

 

Y hasta aquí la primera (y larga) entrega. Continuará.

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