¿Todo vale? Lo correcto e incorrecto políticamente.
28 enero, 2015 a las 11:30/ por moscacojoneraEl término “políticamente correcto” nació originalmente en los EEUU para criticar las políticas demócratas que buscaban ser más multiculturales e integradoras, buscando no molestar a colectivos en situación de desventaja social (personas con diversidad funcional, minorías étnicas, minorías sexuales, inmigrantes…). Y como corresponde a los orígenes de esa expresión, se valoraba positivamente —y cada día se valora un poco más— despreciar esa corrección política argumentando que lo incorrecto políticamente es decir «las cosas como son»… desde un punto de vista conservador. Algo que a lo mejor no ve quien lo dice, pero que resulta obvio visto desde fuera, como Loquillo, soltando una previsible lista de ideas políticamente incorrectas.
Es quien defiende la libertad absoluta —otro valor que ha pasado a ser absorbido por el pensamiento conservador— quien valora la incorrección política. La libertad absoluta es parte esencial del pensamiento neoliberal, puesto que bajo esa aparente vida «libre» hay que asegurar que reina la economía por encima de un Estado que pretenda compensar las diferencias entre quien más tiene y quien menos. La libertad absoluta es parte de la ideal del mundo que tiene quien ve perfectamente válido que la sociedad sea un ring donde deban debatirse en igualdad todos los colectivos, sin que ninguno merezca protección especial, en una especie de lucha sin guantes por el espacio público, por la agenda política, por el respeto… y parece que en esa lucha (¿a alguien le sorprende?) ha perdido esa corrección política…
…aunque no del todo. Esa corrección política se mantiene bajo otro nombre, y para demandar un respeto diferente: El valor a proteger ya no es la multiculturalidad y la defensa de colectivos desfavorecidos, sino la “monoculturalidad” de una única moral —incluida la sexual— para todo el mundo, que para el pensamiento conservador, además, emana de una única religión. Una monoculturalidad que, por ejemplo, con la excusa de proteger a menores de «asuntos polémicos», como la homosexualidad, hace desaparecer por completo la educación sexual de los colegios para asegurarse que las próximas generaciones vuelvan a crecer en la ignorancia sexual y no naturalicen identidades, comportamiento, prácticas no tradicionales (aquí una muestra espectacular de lo que llevo comentado hasta aquí). Y una monoculturalidad religiosa que persigue como en un linchamiento a quien se atreva a decir algo que la ofenda.
Inserto aquí un ejemplo perfecto de todo esto, así es más fácil ver el razonamiento original. No lo enlazo por estar vinculado al fundamentalismo religioso. Llamadme cobarde.
Quizá no es obvio el doble rasero pero quien critica la censura (dando igual cual sea) o que haya determinados límites a la libertad de expresión, quienes critican la corrección política —que pretende proteger a colectivos desfavorecidos— es la MISMA gente que demanda no se ofenda a la moral y buenas costumbres (es decir, la tradición), ni a sus creencias (es decir, su religión) en caso de ser creyentes. Y no, no es lo mismo la ofensa que denuncia quien tiene poder que la protesta de las minorías…
En el espacio social, defender la lucha sin regla alguna sólo favorece a quien ya tiene poder. Y aquí se puede citar de nuevo al cura del siglo XIX Henri de Lacordaire: “Entre el fuerte y el débil, la ley es la que protege y la libertad es la que oprime”. Y la que cada día se va imponiendo más es la ley natural del más fuerte, es decir, el desprecio hacia las leyes “humanas” que defienden a las personas más débiles. Y eso es lo que pretende esa crítica social a determinados comportamientos y a veces esa protección institucional: Proteger a minorías varias, a colectivos objeto de agresiones constantes, a luchas por derechos, etc de los ataques, abusos, acoso, “bromas” de colectivos que disfrutan de un privilegio —del que a veces no son conscientes— o de linchamientos públicos como son objeto en ocasiones en las redes sociales.
Seguramente porque la cuestión tras todo esto es el poder es tan complicado encontrar un equilibrio, porque el poder no está sólo en unos colectivos, grupos u otros. Dependiendo de la estructura, del número, de la capacidad de usar impunemente la violencia el poder es mayor en un lado o en otro del debate. Y a eso hay que sumar que la mínima respuesta de un colectivo desfavorecido siempre es contestado haciendo mucho ruido, como si el hecho de que una sola persona levante la voz para protestar significase que el colectivo agresor pase a ser el agredido. No pretendo decir cual tiene que ser la norma habitual en lo público respecto a la censura, respecto a los límites del humor, respecto a los límites del debate… Y seguramente se han planteado ya comentarios muy brillantes sobre el tema después de lo Charlie Hebdo. Pero sí son los límites que me planteo a nivel personal y el punto de vista que utilizo para analizar si un medio, una persona, un colectivo se está comportando de una manera que me parece injusta o algo que digo o hago me parece injusto.