Tres fragmentos de las memorias de
Janet Hardy
24 junio, 2016 a las 12:20/ por moscacojonera
De vez en cuando, una de las autoras de Ética Promiscua, Janet Hardy, va publicando extractos de sus memorias en su página en Facebook. Y claro, me provoca curiosidad. Así que para irme enterando traduzco unos fragmentos que ha publicado hace poco.
«Uso nombres ficticios para quienes participan en las fantasías porque rara vez creo mis propios personajes. En su lugar utilizo los inventados por otros autores: Jean-Luc Picard y Q, Batman y Enigma, Capitán Robinson y Dr. Smith, ya me entiendes. Si escribiese sobre mis fantasías usando esos nombres sería fanfiction y nadie lo querría publicar, porque esos personajes son propiedad de quienes los inventó o la empresa que los publicó. Como dice Henry Jenkins, el experto en medios de comunicación, «fanfiction» es la manera en que la cultura repara el daño hecho en un sistema en el que los mitos contemporáneos son propiedad de empresas en lugar de propiedad de la gente», y tiene razón.
De todos modos, pasé 30 años de mi vida intentando todo lo posible hacer reales mis fantasías, e invité a personas reales para que me ayudasen con eso. No son de mi propiedad esas personas tampoco, así que usaré nombres ficticios para ellas también.
Cuando digo «yo», eso no es un nombre ficticio. Esa soy yo, Janet. Una mujer de mediana edad, bastante corriente en todo que se pasó 30 años de su vida persiguiendo algo, se hizo algo famosa en esa persecución y que al final lo atrapó».
«Yo sabía que era un hombre solitario, probablemente el hombre más solitario que he conocido en mi vida. Aún así, nada me había preparado para el momento en que yo iba conduciendo por la autopista para reunirme con un cliente y que, remarcando algo que estábamos hablando, pusiera su mano brevemente sobre mi antebrazo.
¡Oh, dios mío!.
La descarga de ¿energía?¿desesperación?¿excitación?¿gratitud? que produjo subió rápidamente como un tifón por mi brazo, me dejó los ojos en blanco y casi envió mi conche volando fuera de la carretera. Pensé en las palabras «éxtasis» y «convulsión». Su profunda hambre de tacto llegó hasta mis huesos, mis órganos, los agitó, calentó, recolocó. No era sexo; era a la vez menos que sexo, y más que sexo. (Ciertamente más que cualquier sexo que tendría durante muchos años después).
me necanta, super interesante, gracias por la traduccion ( i mil mas)