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Ciudadanas suplentes

14 julio, 2015 a las 11:00/ por

A veces da impresión de que las mujeres son ciudadanas mientras no se demuestre lo contrario. Son ciudadanas hasta que otras demandas las «retiran» de la esfera pública, de los roles más visibles socialmente y por lo tanto más reconocidos.

En el sur de Europa es obvio el rol de cuidadoras (sea de personas mayores, enfermas o menores), gracias a la colaboración de iglesia católica y las dictaduras de Portugal, España e Italia (o #PIS, si se usa algo parecido al acronimo financiero). Como dice Vicenç Navarro, «el machismo es el responsable de que las mayores carencias del Estado del bienestar sean precisamente aquellos servicios, como los servicios de ayuda a las familias, que en España son asumidos por la mujer.» Un papel de la mujer que por una parte ahorraba al Estado unos gastos inmensos y que, por otra parte, conseguía dejarlas atadas a la casa, a lo doméstico, a no poder despegarse demasiado de sus tareas de cuidados ni crearse una vida propia.

Así, en esa situación personal, en que siempre puede haber algún imprevisto familiar en el futuro, se puede tener una carrera profesional, deportiva, política… hasta que surge en su familia alguna necesidad de cuidado, que hará que por defecto alguna mujer se tenga que encargar. Por supuesto hay algunos hombres que cumplen ese rol, pero por defecto, es cubierto por mujeres, incluso las que no son familia sanguínea de quien necesita esos cuidados: Suegras, nueras, cuñadas, sobrinas que terminan encargándose de unos cuidados que los hijos, hermanos, primos, no asumen como propios en ningún momento.

Podría parecer que eso sucede sobre todo en el sur de Europa, donde son las cuidadoras oficiales, pero no, sucede en otras partes más civilizadas de Europa.

 

Fuente: Twitter

Fuente: Twitter

«De vuelta a ser madres, pareja e hijas», eso ponía la cuenta de twitter de la asociación de futbol británica para recibir de vuelta al equipo de futbol femenino, que había quedado tercero en el Mundial. Y curiosamente da en el clavo el tweet, contraponiendo esos roles «femeninos» al de héroes, que consciente o inconscientemente consideran excluyentes, o al menos, difícilmente compatibles. ¿Se habla de la vuelta a lo doméstico cuando se habla de los futbolistas que han ganado un Mundial, la Champions?

Incluso aunque no se vea como excluyente, sí se ve —en el fondo— que pertenecer a esa esfera pública tiene sus condiciones: Si ya has hecho tus «labores del hogar», si ya has cuidado de tu familia, ya has criado a tus criaturas, bueno, entonces sí puedes. Como si tener que «ejercer de mujer» —como sucedía con el servicio militar obligatorio— fuese una condición imprescindible para poder empezar a tener una vida propia. Este anuncio lo resume muy bien: «¡Venga, pasa tiempo con tu familia y deja que Hotpoint se encargue de lavar los platos y limpiar el horno!».

Ese discurso que está en el fondo de esas ideas relacionadas con «lo que hacen las mujeres» es la cara opuesta del discurso de la lucha, de los logros, del premio, del éxito. Es el relato del héroe el que aplicamos en la esfera pública —y muy especialmente en el deporte—, un relato en el que cuesta que encaje la manera de gestionar las cosas por las mujeres durante siglos. Es el relato del único objetivo, frente al de las madres-cuidadoras —sin idealizar para nada ese rol, sin idealizar la madre/virgen/cuidadora frente a otras imágenes—, capaces de gestionar varios frentes simultáneamente sin que se les muera mucha gente por el camino. El discurso que jerarquiza e inferioriza una manera de enfrentarse a la vida.

Es una pena que la igualdad sea todavía algo a lo que aspiramos en lugar de ser algo protegido por ley con consecuencias legales cuando no se respetase. Y no ayuda nada el discurso de que esa igualdad ya hace tiempo que existe, que se ha llegado a la igualdad, cuando no es verdad.

 

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