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¿Cómo construir una comunidad alternativa a la monogamia?

10 enero, 2023 a las 17:08/ por

A propósito del último post en instagram del podcast Las cosas del follar, hago un repaso por si es útil.

En 2023, las únicas referencias que me han sido útiles para poder entrever algo parecido a eso, sin ser desde situaciones elitistas (comunidades intencionales, es decir, construir una urbanización o comprar viviendas cercanas para crear artificialmente esa comunidad con los mismos intereses) han sido propuestas que se ocupan de crear un mundo diferente, más justo, etc… en las que podía existir, O NO, una alternativa a la monogamia.

Lo bueno es que tenemos una larga historia de intentos de construir comunidades alternativas. Diferenciemos de principio dos cosas que parecen lo mismo y no tienen nada que ver: una cosa es hacer propuestas (como las de Heinlein es sus novelas, las de Charles Fourier a finales del XIX pero publicada en los años 70…) y otra cosa, muy diferente, es llevarlo a la práctica.

Hay un largo historial inicial de intentos de crear esas comunidades. Las primeras corresponden a lo que Leanna Wolf llama la segunda ola que tienen en común haber sido creadas por hombres, tradición que sigue hoy día. En general suelen coincidir en su enfoque mesiánico con una serie de principios que seguir: lo tenía Oneida, Nashoba a finales del XIX. En los 70, Sandstone, Kerista, The Farm, Church of All Worlds… Desde los 70 fue evolucionando sólo una de ellas, que sigue en Tamera (Portugal). Se puede ver sus instalaciones en Google Maps. Y la historia de la comunidad desde su fundador, Dieter Duhm. De estas comunidades y otras podéis leer esa historia con detalle… en inglés, en un libro de hace años sobre no monogamia escrito por Dedeker Winston

A partir de 2010, según Leanna Wolf, se da otra ola en la que el protagonismo es de mujeres, que es la que ha llegado mayoritariamente a nuestros días, en forma de muchas guías y propuestas… pero no de comunidades. Y desde esos años, se han ido creando otras comunidades mucho más difusas (no tan centradas en no monogamia) en las que a veces está presente la no monogamia y a veces no. En todos esos proyectos desde 2010, viendo los fracasos anteriores, se puso mucho esfuerzo en mantener la no monogamia lejos de la atención de los medios de comunicación y sin convertirlo en una cuestión central. Así ha pasado en algunas ecoaldeas y pocos proyectos más, que intentan aprender de los errores del pasado y crear algo sólido para el futuro. Y esa solidez futura es algo que menciona Jessica Fern en Una red segura (ella misma parece que está empezando a construir una comunidad en Ashville): una red que necesita, de base, el apego  ¿Por qué? Porque, desde su punto de vista (que comparto) es imposible construir un proyecto de convivencia donde no haya una cercanía, una vulnerabilidad compartida que vaya creando una confianza, una sensación de refugio y base segura que nunca nace de la intención, sino de la presencia continua. Es algo que nos dice el cuerpo. Da igual que se prometa, se verbalice, se convierta en intención si, la realidad es que, cuando aparecen enfermedades, situaciones precarias, conflictos importantes, esa comunidad demuestra que NUNCA ha estado ahí.

Ese tipo de construcción de red, mucho más permeable y mezclada con la vida cotidiana (frente al modelo de los años 70), es algo que sólo he podido entrever en textos que me han mencionado economistas feministas (y/o escritos por ellas), con la construcción de proyectos comunitarios que partan de lo que tenemos, que partan de la mancomunidad, de compartir desde lo material, lo físico, lo cotidiano, sin grandes proyectos faraónicos o mesiánicos desde cero. Esos mismos textos, como bien señala el post inicial de instagram que menciono al principio, señalan que es imposible crear esa red desde la precariedad permanente en la que vivimos en este siglo, porque esas redes se cultivan, crecen orgánicamente. No nos vinculamos profundamente desde la intención, sino desde «estar ahí» año tras año, problema tras problema. Y si tenemos que estar cambiando de barrio, de casa, de ciudad cada pocos años, no hay manera de tener esa red. Lo que nos lleva a que al mismo tiempo que luchamos por terminar con muchas discriminaciones con las que convivimos a diario, es algo FUNDAMENTAL luchar contra la legislación y contratos que favorecen la precariedad.

Y una vez creada esa red, la no monogamia es parte inevitable de ella, porque ya tenemos familias muy complejas, como demostró y construyó la comunidad LGBTI, donde hay exes con quienes se comparte la crianza, donde hay exes a quienes acoges cuando enferman (pasó con la pademia de los 80), donde hay muchas formas de construir esos afectos que son de muchos tipos. Son relaciones, a veces amorosas, a veces no. Las relaciones son complejas, afortunadamente, desde que apareció el divorcio. Y si preguntamos sobre cómo se vive en esas redes (en lugar de imaginarlo o no fijarse) podemos ver que esa complejidad de afectos es algo con lo que ya convivimos.

Como resumen ¿yo sé como construir una comunidad no monógama? No. Pero no tengo duda de que es en la economía feminista donde he encontrado más pistas para hacerla posible, sumada a la historia del colectivo LGTBI y lo inevitable de tener que construir redes familiares y de afecto diferentes a las del modelo matrimonial heterosexual.

A eso hay que sumar una distorsión habitual sobre la que estoy escribiendo: la confusión entre la vinculación humana (instintiva), el deseo de que se conviertan en figuras de apego porque nos dan seguridad, nos hacen bien… con la pareja. Y no sabes distinguir qué cosas suman y qué cosas restan en la relación. Y de esa forma se rechaza todo tipo de vinculación estrecha donde exista cierta atracción creyendo que eso siempre es el «germen» de un matrimonio. Siento que parezca publicitario, pero eso es algo que estudiamos y comprendemos desde la sexología (que va mucho más allá que los genitales y conoce muy bien las leyes de la atracción) y que otras disciplinas confunden.

 

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