¿Cuáles son los retos de convivir con tus dos (o más) parejas?
31 enero, 2017 a las 19:35/ por moscacojonera
Se le llama «uve» (V) a uno de los tipos de relación que se puede dar en el poliamor y la anarquía relacional. Es el «triángulo amoroso» de toda la vida: Una persona tiene una relación con dos personas que no tienen una relación romántica/sexual entre sí. A la persona que tiene las dos relaciones se le suele conocer dentro de la terminología poliamorosa/A.R. como «vértice». A las otras dos personas se les podría llamar «extremos», aunque hasta donde yo sé, no tienen un nombre que se use habitualmente.
Esta introducción hacía falta para hablar de la charla del domingo pasado sobre los retos de la convivencia cuando se tienen dos o más parejas. La experiencia de la convivencia teniendo más de una pareja no es muy habitual. Por eso al final debemos sacar conclusiones de los pocos ejemplos que conocemos.
Lo gracioso del domingo fue que coincidiesen dos experiencias tan similares. En las dos relaciones se repetía que el vértice era una mujer bisexual con una pareja heterosexual con quien llevaba muchos años y otra pareja lésbica con quien llevaba menos tiempo (2 años una, 10 meses la otra). En uno de los «triángulos» o «uves» se sumaba el factor de que la mujer habia tenido un hija con su marido hacía años y recientemente la otra mujer decidió tener también otro hijo con él, y que lo criasen a tres.
¿Y qué complicaciones, retos, experiencias se compartieron?
Las dos «vértices» compartían la sensación de querer poder dividirse para poder esta con cada una de sus parejas, compartían la sensación de lo complicado que era «repartirse», algo que se veía muy facilitado por la convivencia, y que había sido muy complicado y nada satisfactorio antes de que conviviesen, viéndose obligadas a estar yendo de una casa a la otra y compartir el tiempo de otra manera. Al estar conviviendo el tiempo se repartía de manera informal, a veces en grupo, a veces en parejas.
Las dos «vértices» compartían también la sensación de culpa a menudo. La situación de verse más afortunadas. La sensación de tener más que sus parejas. La sensación de tener mucha suerte pero… con el lado agridulce de no poder dar a cada pareja TODO el tiempo, con lo que la sensación de no estar dándolo todo era constante.
Por otro lado compartían la sorpresa de que esperaban tener que enfrentarse a su entorno, al ir por la calle, al hacer la compra en Ahorramás… y se encontraron que todo el entorno recibía muy bien el acuerdo de convivencia.
En los dos casos se dejó claro que, para llevar adelante proyectos de convivencia como estos, hay que olvidarse de los pisos de 50 metros cuadrados, por eso uno de los tríos tuvo que irse del centro de Madrid, donde tener una casa suficientemente grande suponía un alquiler demasiado alto.
También parecía recomendable que cada cual tuviese su propio espacio, su propia habitación, independientemente de los turnos o acuerdos que se tuviesen sobre quién dormía con quién.
En los dos casos se habían hecho vacaciones en tres y pareja, de manera aleatoria, sin ninguna complicación.
Una idea que compartía todo el mundo era que la buena voluntad era FUNDAMENTAL para la convivencia. Estaba claro que daba igual si eran tres o cuatro personas, si era con una pareja, con dos, compartir piso, en todos los casos se veía fundamental la buena voluntad, la intención de llegar a acuerdos… porque siempre se podía dar la situación de que se tuviesen diferentes estilos de vida, diferentes costumbres (horas de acostarse, más o menos ruido en casa, vida más o menos casera…) y la capacidad de buscar el terreno común era el que se veía como una cualidad que había facilitado los dos triángulos.
Una gran diferencia de este tipo de convivencia frente a otras formas de relación es la necesidad de saber gestionar los celos (que se entendía que a veces surgían y que la clave no estaba en no tenerlos, sino en qué se hacía cuando se sentían), puesto que «la otra relación» está presente todo el rato. La diferencia con otras relaciones poliamorosas es que, sin convivir, no siempre se tiene que convivir con esa situación de ver a nuestra pareja con su otra pareja.
La charla se alargó durante hora y media aproximadamente, y después, fue momento de escaparse al reservado para seguir hablando en privado. Dado que no hay todavía muchas experiencias de este tipo, tampoco se pudieron comparar más modelos. Lo que sí se tenía claro es que era necesario tener más referentes para que no se tenga constantemente la sensación de estar haciendo todo por primera vez sino que se tengan algunas experiencias sobre qué se hace cuando cambian las relaciones (en una de ellas se pasó de un triángulo en que las tres personas tenían relación a una «uve» en que se rompió una de las relaciones), o qué retos se pueden encontrar más adelante.
Esto no pretende ser un repaso exhaustivo de todo lo que sucedió, además de ser imposible reproducir las dotes de monologuista que demostro una de las participantes, que hizo que se le terminase aplaudiendo. Es lo que tiene reunirse para tomar unas cervezas: Que las experiencias en vivo siempre son mucho más ricas. El mes que viene repetiremos charla, como todos los meses. Como parece que el Volta seguirá funcionando igual el mes que viene, lo más probable es que sea allí de nuevo.
Una vez se sepa que dan su consentimiento se puede poner el nombre de alguna de las participantes en el debate ;-)