El estigma bajo presión
7 junio, 2021 a las 9:00/ por moscacojoneraEl estigma siempre se vive bajo presión. Es la presión de la norma, que castiga o ridiculiza a quiénes se atreven a salirse de la norma (de alguna, de las muchas que existen). Una herramienta muy eficaz contra la población estigmatizada por cualquier razón es el bullying. El acoso público. La burla, la ridiculización, La vigilancia de la comunidad para que no se transgredan las normas (las que sean).
Esa vigilancia del vecindario, de las redes sociales, de las opiniones que das en público, de si entras en unos vestuarios o en los otros, de si tienes más pluma o no, de si te gusta el sadomasoquismo, las cuerdas, los azotes.. De si consumes porno o no, de si eres lo suficientemente bisexual o no, de si eres lo suficientemente trans o no, lo suficientemente activista o no, de si tienes claro si eres asexual o no, de si eres persona no binaria o no, de si tu no monogamia es lo suficientemente ética, de si estás siguiendo correctamente los principios de la anarquía relacional… Toda esa vigilancia suele conseguir dos objetivos, uno más obvio y otro que no se ve tan fácilmente.
Una consecuencia obvia: El miedo
Por un lado, una consecuencia OBVIA: esa vigilancia es muy eficaz para evitar que aparezcan más casos. Cuanta más vigilancia hay, cuanto mayor es el bullying en redes sociales, cuanto mayor es el riesgo, LÓGICAMENTE, menos personas se atreven a salir del armario, porque no todo el mundo le dedica horas, días, meses, años a documentarse sobre su propia vida. Somos lo que somos, y no hace falta tener una sólida formación académica para decir que somos quienes somos. Es la conocida problematización de lo no convencional: la problematización de lo ajeno. A nadie se le ocurre problematizar lamer pechos con una oscura tendencia edípica en quién lo hace, pero todo el mundo sospecha de la salud mental de quien lame un pie o una axila.
Se problematizan identidades, prácticas sexuales, relaciones para que se salga de la norma el menor número posible de gente y, de paso, se siguen reforzando las lineas rojas de lo normal y lo raro en cada sociedad. No cuento nada nuevo que no se haya teorizado cientos de veces.
Lo que si es nuevo es la presión de todo un planeta, de cientos de miles de personas ANÓNIMAS a la vez cuestionando, burlándose, criticando, ridiculizándose, riéndose, denunciando, despreciando, atacando tu vida, quién eres o qué haces. Y si cada vez que dices algo fuera de la norma en las redes sociales debes tener preparados documentación académica, libros, bibliografía, citas… acabamos por no atrevernos a decir nada. O sólo nos acabamos atreviendo poca gente, quiénes ya tenemos la costumbre de salir con el machete entre los dientes todos los días, como dice Gracia Trujillo.
Una consecuencia menos obvia: Reducir la diversidad
Por otro lado, hay una consecuencia más sutil, que no se ve tan fácilmente: Impedir el desarrollo de la diversidad humana.
Cuando existía una ley que permitía encarcelar, someter a terapia forzosa, enviar a campos de concentración a homosexuales, lesbianas (ni incluidas explícitamente en la ley), personas trans… aplicada hasta mediados de los años 80, se consiguió que sólo hubiese dos opciones: O vivir en el armario o salir, y sólo poder tener el rol del maricón del pueblo. Esa presión sobre población estigmatizada impide que vayan apareciendo las infinitas formas de ser gay, homosexual, maricón, sea como bailarín, pero también como ministro, político, juez, militar, futbolista, periodista, deportista, piloto de fórmula uno, pescadero, agricultor, frutero…
Hace que no sepamos cómo se es persona trans centenaria. No nos es muy común ver eventos BDSM de personas que han estado durante décadas organizando actividades (como mi admirado VSSM, por ejemplo, que en 2020 celebraron sus 50 años de asociación) para ver cómo van evolucionando… No sabemos cómo es nuestra realidad (de cargos públicos, de miembros de la carrera judicial, militares, deportistas, periodistas, profes, personal sanitario, quienes trabajan en lo rural, en la pesca, la ganadería, o en nuestro vecindario) poblada de los porcentajes que SABEMOS que existen de personas trans, intersexuales, asexuales, no binarias, bisexuales y la infinita diversidad que, afortunadamente, tenemos como seres humanos.
Y cuando se impide ese desarrollo de la diversidad, se consigue algo con un profundo impacto en quienes vivimos fuera de la norma en algún sentido: la ausencia de referentes. No sabemos cómo es una familia de personas poliamorosas de 80/90 años, por ejemplo. O la sorpresa que me llevé hace 20 años al ver a personas muy mayores organizando eventos fetish/BDSM. O la experiencia tan común de personas trans que recuerdan durante mucho tiempo la primera persona trans mayor que conocen…y así nos damos cuenta que tenemos un futuro, que no es una fase hasta que nos volvamos «normales», hasta que sentemos la cabeza.
Cada vez que vuelve la tormenta del bullying, volvemos a lo que se ha hecho siempre: intentar pasar «por debajo del radar» hasta que se vuelva a recuperar algo de humanidad. Disimular dónde no vamos a conseguir nada, dónde no seremos más que mártires al no poder hacer una lucha colectiva porque no es el momento, porque es complicado sostener la precariedad laboral, la frágil salud mental durante la pandemia, todos los duelos y cambios que hemos tenido que vivir en la pandemia…como para que, además de eso, tengamos que ser activistas permanentemente con el machete entre los dientes. A veces no es el momento, en estos tiempos en que se desprecian los datos y los argumentos para defender causas como hooligans.
Pero somos quienes somos, todo el tiempo. Y eso hará que, una y otra vez volvamos a salir quienes podemos hacerlo. Si hay más presión, es muy probable que veas menos personas «fuera de la norma». Pero seguimos siendo las mismas de siempre. Ves menos, pero no hay menos. Hay las mismas personas trans de siempre, las mismas personas que no encajan en las ideas que se manejan habitualmente de hombre y de mujer, las mismas prácticas «no reproductivas» de siempre. Lo que se consigue al aumentar la vigilancia sobre quiénes se salen de la norma… es que se tiene mucho más cuidado a la hora de contarlo. Y así, quizá, tus amistades, o familiares, o gente cercana que se ve en esas situaciones (que tienen dudas similares, gustos poco comunes, cambios en su identidad que no esperaban, sensaciones que no habían previsto…) no tienen más remedio que no contártelo porque no pareces la personas más indicada para decirle según qué cosas.
La diversidad es un hecho, ha estado, está y estará siempre ahí. No es algo que existe cuando tú le das permiso para que aparezca.
Lo único que cambia es que tú puedes ser alguien que contribuye (o no) a que hayas más opciones posibles de vivirse, a que se reconozcan como válidas vivencias muy diferentes, recorridos vitales poco comunes…