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El síndrome de la Persona Poliamorosa Perfecta (PPP)

18 julio, 2016 a las 13:59/ por

 

Un problema habitual cuando se tienen dos relaciones o más es querer ser la Persona Poliamorosa Perfecta*: cuidar todas tus relaciones todo lo posible todo el tiempo sin que nunca haya ningún problema. Desear que no sufra nadie en absoluto. Encargarse de cuidar todas las relaciones, cumplir con las expectativas sociales y personales de que cuides de todo el mundo. Creer que todos los afectos dependen de ti. Demostrar que fue una buena idea optar por la no monogamia. Llegar al listón que marca públicamente la comunidad poliamorosa, que como es lógico, en público sólo muestra su mejor cara, del mismo modo que ha costado hablar de la violencia en las parejas de gays y lesbianas (Ya tenemos suficiente presión desde «la normalidad» como para mostrar en público nuestros trapos sucios).

 

 

 

Pero esa buena intención inicial, ese deseo de querer ser «la persona poliamorosa perfecta» suele tener consecuencias negativas:

 

1. Olvidar las propias necesidades.
Es común olvidarte de cuidar tu propio espacio, dejar de quedar con otras amistades porque no tienes tiempo. Ya te ocupas de las necesidades de todo el mundo pero… ¿cuáles son las tuyas?¿todavía las recuerdas o ya sólo te centras en que tus parejas no se sientan mal? Resérvate un tiempo para ti. Repasa tus objetivos en la vida, si te sientes a gusto, si estás haciendo lo que querías hacer. Si sientes que corres de una relación a otra, cubriendo necesidades ajenas todo el rato y sientes cierto agobio… eso no ayudará a que puedas mantener esas relaciones mucho tiempo.

 

2. Vivir con el miedo a cometer errores.
Sea para demostrarnos que sabemos manejar el poliamor mejor que nadie, sea para vernos y que nos vean como alguien que nunca tiene celos, sea para mostrar siempre nuestra mejor cara y que siempre estamos de buen humor, o sea para hacer bien visible que tenemos un manantial de amor infinito, puede que vivamos con el miedo constante a meter la pata, a cometer errores. La mala noticia es que los cometerás con toda seguridad. Nadie se lee el «manual de instrucciones» antes de tener su primera relación monógama, y lo mismo pasa en la no monogamia: Lo normal es primero cometer el error y luego buscar soluciones. La buena noticia es que puedes dejar de vivir con esa preocupación constante. Quienes obtienen su motivación de la culpa pueden correr el peligro de creer (o que les hagan creer) que están haciendo daño a todo el mundo a propósito… cuando en realidad es ese intento de contentar a todo el mundo a la vez (lo que es imposible, algo de lo que todavía no se han dado cuenta) lo que hace que alguna de sus parejas se pueda sentir mal.

 

 

3. Creer que se puede compatibilizar sistemas incompatibles.
Hay veces que se intenta lo imposible. No por egoismo sino por querer complacer a toda la gente que queremos, a todas nuestras relaciones y aún no haber descubierto que es imposible o muy complicado. Por querer ser la persona poly perfecta. Por ejemplo, si pensamos en una V, un triángulo (la persona X con dos parejas, A y B), uno de esos intentos imposibles es querer estar a la vez en un sistema jerárquico con una persona (A) y en uno no jerárquico con otra (B). Antes o después acabarán chocando las expectativas de A, que hará demandas previsibles en una relación jerárquica, y las de B, que no se verán cumplidas.

 

4. No preguntarte… ¿Y tú qué quieres?
Al final, la solución está —si pensamos en ese triángulo A-X-B — en que X, el vértice de esa relación, deje de guiarse únicamente por las demandas que le llegan de A y B. Debe pararse un momento y pensar «¿Y yo qué quiero?». Responsabilizarte de tus propias decisiones facilitará a cualquiera de tus otras relaciones poder llegar a acuerdos contigo, en lugar de encontrarse siempre a merced de factores externos que no pueden controlar.  Cuando alguien está entre dos demandas incompatibles, debe decidir qué quiere, en lugar de «echar la culpa» a que el trabajo, o su otra pareja, o las circunstancias no le permiten cubrir la demanda que le hacen. Es sencillo pero cuesta admitirlo: No se puede complacer a todo el mundo todo el rato. Pasará de vez en cuando. Por eso es fundamental estar en una relación no monógama por decisión propia, sabiendo qué te hace mantenerte en ella. 

A veces tendrás que decidir a quien debes negarle algo y asumir las consecuencias de tu decisión. Algo que no es nada fácil cuando te has pasado toda la vida pensando únicamente en las necesidades ajenas con toda la buena intención del mundo. Pero es que tener las mejores intenciones no asegura en absoluto que nadie vaya a sentirse mal. Y el resultado de asumir la responsabilidad a la larga es el contrario del esperado: Todo el mundo sabrá qué puede esperar de esa relación, sin depender constantemente de factores que no puede controlar. Y a quien vive en el agobio constante de satisfacer todas las demandas que le llegan, sentirá el inmenso alivio de pasar a ser quien decide qué quiere hacer y cómo quiere hacerlo.

 

Si se extiende una cultura en la que cada cual asume sus responsabilidades, quizá haga más complicado el escaqueo emocional: Lo que hacemos lo hacemos por propia decisión, y eso significa que se asumen las consecuencias de nuestra elección. Si no contestas, si no quedamos, si hacemos lo que hacemos (o no hacemos), será porque has decidido que sea así. Y en lugar de asumir que es así, sin preguntarlo, siempre se tiene el derecho a saber la razón de que sea así. A veces nuestras relaciones tendrán la forma que tienen por inconvenientes inevitables, otras veces sólo lo serán utilizando excusas. Ahí está nuestra posibilidad de valorar si esa relación está cubriendo nuestras neccesidades, saber las razones por las que no se cubren y decidir si queremos seguir en ella…

 

*El acrónimo no me lo he inventado yo, existe desde hace mucho, para hablar de la presión que se puede sentir: «Perfect Poly Person».

 

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