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La Involución Sexual (1)

29 marzo, 2018 a las 17:03/ por

Ese es el nombre que se me ha ocurrido para esta especie de Contrarreforma Sexual que estamos viviendo en todo lo relacionado con la sexualidad no convencional, con todo lo que vaya más allá del amor (vs hacer las cosas porque lo deseas, por las ganas, por el placer, etc) y la monogamia. Facebook puede borrar tu publicación si incluye la palabra «sexo» pero no «amor». Google no me deja incluir su publicidad si la página está relacionada con sexo. Es la reaparición de zombies que dábamos por muertos, como la persecución de gays, como recortar derechos a alguien por ser trans… Es la reacción a la Revolución Sexual de los años 60/70 ¿Cuándo comenzó la Involución Sexual? Pues seguramente con el tsunami neoliberal de los 80, con Reagan y Juan Pablo II dándole marcha atrás al reloj de la Historia, uno representando la oleada ultracapitalista que venía y en que vivimos, el otro arrasando con la Teología de la Liberación, entre otras cosas. Al primer golpe, el del SIDA, visto como castigo divino, la comunidad gay consiguió responder, organizándose, exigiendo la atención pública, la investigación, el cuidado… mientras que la comunidad reunió fondos, lloró las víctimas y cuidó que no se volviese a dar la epidemia de la misma manera.

¿Cuándo comenzó esta segunda oleada de la Involución? Pues, igual que el Renacimiento no empezó un lunes por la mañana, sino de una manera difusa, seguramente esa ola ha llegado de la misma manera. Con cambios que no creíamos que estuviesen sucediendo, como Rusia persiguiendo y encerrando gays. Y que se ha ido extendiendo con cargos públicos que legitiman liberar oleadas de odio, como está haciendo Trump. Y cada vez más y más grupos de extrema derecha y de fundamentalismos varios polarizando todo: O blanco o negro, o conmigo o contra mí.

 

https://www.flickr.com/photos/marinadelcastell/24646625878/

https://www.flickr.com/photos/marinadelcastell/24646625878/

 

Me fascinan los fenómenos sociales, los cambios culturales, lo extendidas que están unas ideas en una época, ver cómo desaparecen o ver cómo se actualizan… y por eso me fascina lo que estamos viviendo con todo lo relacionado con «el sexo». Sí, ya han admitido que las parejas sean de gays o lesbianas. Ricky Martin, Miguel Bosé, Cristiano Ronaldo ya han tenido sus hijos. Pero ha surgido una visión más primitiva (simplista, falsa) como reacción a las posturas posmodernas, contribuyendo a líos considerables sobre ser hombres, mujeres y demás desde posturas irreconciliables e incompletas demandando (de manera muy resumida) que «todo es un constructo social» o que «sí, pero todo tiene una base biológica que no se puede negar».

Esa involución llega más allá de las manifestaciones, las redes sociales y las noticias. Le está dando forma a los estudios académicos que tendremos (y a la ausencia de los que no tendremos) en años venideros. Esos estudios que en el futuro se podrán enlazar en artículos y redes sociales para justificar por qué la monogamia «es natural» y esos estudios que no existirán para avalar las posturas contrarias.

Uno de esos cambios se está dando en el Instituto Kinsey, como cuenta el artículo Desexing the Kinsey Institute, del que me ha avisado @heroedesillón. Desde los años 50, «la misión del Instituto Kinsey ha sido estudiar temas que ninguna otra institución académica se atrevería a tocar: El sexo en todas sus permutaciones». Es decir, estudiar todas las conductas sexuales tal cómo son. No cómo deben de ser, ni como deberían de ser, ni idealizadas, ni inventadas, sino qué sucede realmente.

Como cuenta Hallie Lieberman, historiadora y autora del artículo,

«Sean cuáles sean las auténticas razones tras ello –políticas, prácticas o de otro tipo– la incorporación del instituo a la universidad sólo ha empeorado los efectos del trabajo de Sue Carter [la directora desde hace unos años], haciendo el instituto menos público y menos relacionado con el sexo. Quizá la parte más triste del cambio de enfoque del Instituto Kinsey es que nuestro país lo necesita ahora más que nunca. El Instituto Kinsey debería estar participando en el debate nacional sobre abusos sexuales y acoso. El instituto debería estar liderando el debate sobre la importancia del placer sexual femenino, la «brecha orgásmica» entre hombres y mujeres, y sobre el hecho de que tantas mujeres experimenten dolor durante las relaciones sexuales. En palabras, de Edward Laumann, que ha estado estudiando la sexualidad humana en la Universida de Chicago durante más de cuarenta años, el instituto «se dedica a la sexualidad humana, así que ¿qué demonios hacemos hablando de ratones, por muy interesante que pueda ser?».

 

wikipedia: cuckoldry

wikipedia: cuckoldry

 

Si solo ponemos el foco en el Instituo Kinsey, se puede pensar que esto no es nada más que disputas personales. Pero el hecho es que existe realmente un tsunami conservador que está afectando a la investigación, como cuenta «El creciente asalto de la derecha a la investigación sexual» («The Growing Right-Wing Assault on Sex Research», sí, hay quien se lee Playboy por los artículos, la leyenda era cierta, existe esa gente). Si ese asalto se da en los centros de investigación y también en las redes sociales, el resultado es fácil de prever.

Sucede lo mismo que sucedió con el estudio de Kinsey, pero ahora amplificado con las redes sociales: Las noticias sobre cómo somos realmente, qué nos gusta realmente, qué nos excita realmente no son bienvenidas. En este caso sucedió con el estudio «Archives of Sexual Behavior» en el que estudiaba la fantasía de «cuernos consentidos», (cuckolding, en inglés), descubriendo en su estudio (en EEUU) que es una fantasía muy muy común, tanto como la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres. El ataque masivo en redes sociales y prensa desde la derecha no se hizo esperar.

El interés en los cuernos consentidos (cuckolding) entre hombres heterosexuales está bien documentado, sigue comentando Justin Lehmiller, autor del artículo. El terapeuta sexual Dr David Ley (coautor de un próximo libro con el autor del artículo) lo exploró a fondo para su libro de 2009 «Insatiable Wives: Women Who Stray and the Men Who Love Them» Y lo que ha hecho Justin Lehmiller es preguntar a miles de personas en EEUU, también en relaciones homosexuales (entrevistaron a 600 gays), para descubrir que también es común en esas relaciones, aunque con diferencias interesantes:

«Nuestros resultados mostraron muchas diferentencias interesantes entre las fantasías de cuernos consentidos de hombres gays y heterosexuales. Por ejemplo, a menudo hay un componente interracial en las fantasías en hombres heterosexuales (…), siendo este un tema prácticamente ausente entre hombres gay. Además, las fantasías de los hombres heterosexuales parecían incluir más elementos BDSM que las fantasías de hombres gay, como humillación y bondage».

«Una de las cosas más interesantes que encontramos fue que la mayoría de los hombres gay que dijeron haber puesto en práctica sus fantasías de cuernos consentidos dijeron que la experiencia había mejorado su relación. Las entrevistas de Ley con parejas heterosexuales daban resultados semejantes. Por lo que, al revés de lo que comunmente se cree, dejar que tu pareja tenga sexo con otra persona no parece que necesariamente tenga que dañar vuestra relación. En realidad, puede incluso mejorarla».

Diciendo algo así en medios de comunicación con mucha audiencia, era previsible que el ataque iba a ser inmenso. Y no solo por este estudio, sino por el de más personas que están investigando temas que no gusta oir, como la investigadora de neurología Nicole Prause, que se ve obligada a cambiar el lugar dónde vive y dónde trabaja para evitar correr peligro. Ese está siendo el precio hoy día por decir cosas que no encajan con la sexualidad «convencional»… Con Trump siempre hemos pensado «esto va mal, pero ya no puede ir peor» y siempre nos sorprende. Con esta Involución Sexual creo que nos va a suceder igual, cuando sigamos viendo uno tras otro los ataques que quieren llevar de nuevo lo no convencional, sean prácticas, identidades o deseos, a las consultas psiquiátricas.

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