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Las fantasías a veces es mejor que sólo sean fantasías

15 julio, 2015 a las 11:00/ por

Hay gente que lo tiene claro desde el principio: Sus fantasías son irrealizables, se excitan con ellas y ya está, no buscan escenificarlas más adelante. Otro grupo (la otra mitad aproximadamente, según hemos visto en nuestras charlas mensuales) considera esas fantasías como el banco de ideas para hacer cosas más adelante basándose en ese guión. Hay un tercer grupo (de una sola persona, sólo mi prima política) que no las considera realizables ni irrealizables, porque no participa en ellas: Sólo las dirige, decide qué hace cada persona que aparece en su fantasía. Pero ese tercer grupo parece mucho menos numeroso. Yo era del segundo grupo y, afortunadamente, ha aparecido un Máster en sexología para replanteármelo y disfrutarlo mucho más.

En este caso el tema me toca de cerca. Las fantasías son una parte muy presente en mi vida, por eso he acabado ocupándome de lo que me ocupo, porque una buena parte de la actividad neuronal. Desde los 12 años tengo fantasías sexuales muy intensas, poco comunes, algunas irrealizables, algunas difícilmente realizables, otras muy comunes… Con esos años sé perfectamente que ya tenía fantasías BDSM. Con 12 años la inmensa mayoría de aquellas fantasías se quedaban en eso, en pensamientos, imágenes, ideas, que me calentaban cuando me masturbaba o que me «asaltaban» y me excitaban.

 

 

Cuando pasé a las prácticas con otras personas, tenía más interés en irme enterando de cómo hacer las cosas, procesar qué sentía yo al tocar, que me tocaran, al mirar, que te miren, desnudarse, el propio cuerpo… todas esas cosas por las que pasa todo el mundo. Y luego vino la época «normativa», las «novias», y ahí, claro, no hay nada como pasar a formar parte de lo normativo para encontrarte con poca opción para las perversiones, para esas fantasías que se iban acumulando y que nunca había hecho en la realidad.

Luego me he pasado muchos años convirtiendo en algo palpable, en planes que llevaba adelante, en «realidad» muchas de las ideas que se me han ido pasando por la cabeza. Y se me pasan MUCHAS. Y muy diferentes. Aunque parezca mucho para estar en una misma persona, se mezclan deseos de todo tipo (bdsm, fetish, queer, trans, vainilla, etc etc etc) y todos conviven muy bien, gracias.

Asumí lo que asume todo el mundo: Ese puente entre fantasía y «escenificar» esa fantasía, entre boceto y obra final, entre ensayo y estreno. En ese camino ha habido de todo: decepciones, obviamente (que llevado a la realidad aquello no funcionaba), sorpresas inesperadas, descubrir cosas que me gustaban más de lo que preveía… Vamos, lo mismo que le pasa a todo el mundo.

 

 

Pero dentro de esas fantasías acaban apareciendo a veces las muy extremas, las que tienen riesgos de diferentes tipos… y ahí se empieza a jugar con los límites ¿Hasta dónde me atrevo a ir? ¿hasta dónde es seguro ir? ¿hasta qué punto quiero arriesgar? Y a veces acabas jugando con fuego, y aunque no te pasa nada, ha sido más cuestión de suerte que de sentido común.

Otro problema de las fantasías complicadas es la impresión que puedes tener a veces de que estás dando la lata innecesariamente a la gente. Dudas, retrocedes, te echas atrás, lo propones de nuevo… Y conseguir que todos los elementos de esa «escenificación» se parezcan lo más posible a esa fantasía… Si incluyen terceras personas, conseguir que coincidan el deseo, el atractivo, los intereses comunes… Tantear, quedar con una gente, con otra, perder el tiempo… A veces es satisfactorio, a veces es cansino.

Y el tercer problema es el de «si no voy a ser capaz de hacerla real, no voy a comentarla», con lo que una parte de las fantasías al final no se desarrollaba porque, como se había visto que no funcionaba cuando se escenificaba, tampoco valía como proyecto, como boceto.

 

 

Todo esto ha sido asi hasta este año, en el primer año del Máster de sexología, en el que la fantasía ha sido uno de los temas centrales y se ha planteado muchas veces, y en muchos tipos de fantasías, incluso las más polémicas, que lo que quizá es más recomendable hacer es mantener los dos campos separados, lo que permite explorar cada terreno por independiente, sin tener que depender de sus enlaces con una imagen que vale de guión o referente, y sin que un buen guión se arruine porque incluye un casting imposible. Para mí ha sido algo muy interesante, darme permiso para que la fantasía se desarrolle todo lo que quiera, sin que importe nada fuera de esa fantasías, sin las limitaciones que implica el que se quiera escenificar más adelante lo que se está imaginando.

Para resumirlo, como dice Amezúa, «los dos terrenos son independientes. Sucede, por decirlo de una forma plástica, como si nos encontráramos en un campo de tenis y un campo de fútbol. Cada uno tiene sus reglas. Y a nadie se le ocurre jugar al fútbol en la cancha de tenis o al tenis en el campo de fútbol. Es simplemente inviable».

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La imagen principal estaba en https://www.flickr.com/photos/burgtender/4572757334/

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