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Las tierras prometidas

4 enero, 2016 a las 19:44/ por

Si hay algo que hemos aprendido de la Ilustración y con la que convivimos todos los días es creer que, si nos explican algo, eso significa que lo vamos a entender, integrar, adoptar como si lo hubiéramos hecho toda la vida. Eso nos puede llevar a creer que, como nos hemos aprendido el discurso de algo (sea el poliamor, el BDSM, las perversiones, de la promiscuidad, del mundo liberal, etc), eso significa que va a ser lo que sintamos. Y no tiene por qué ser así. A veces más bien parece que, eso que hemos aprendido, es lo que tenemos que sentir.

Es muy fácil, sinceramente, aprenderse el discurso del poliamor, de que todo el mundo se quiera (sencillo ¿no?), en que te sientes feliz si la otra persona es feliz (con otra persona, y sin revisar más circunstancias), en el que se habla de compersión, polícula, polifidelidad, sinceridad, honestidad y amor infinito. Es muy fácil convencer a alguien de que debe «superar sus limitaciones», de que debe «abandonar la monogamia» que es la base de esta sociedad, y prometer una tierra prometida más allá donde se supera el egoismo, el dolor, las obligaciones, la hipocresía, los celos, la envidia, los bajones, el odio en el mundo o verse mal en el espejo.

 

 

Lo que pasa es que es fácil aprenderse eso intelectualmente… y encontrar que, emocionalmente, no estás en el momento para ponerlo en práctica. Algo muy normal, todo en esta vida necesita de cierto tiempo para aprenderlo. En mi línea, como mosca cojonera, es en las situaciones de conflicto donde veo el problema: Es decir, que sientas que no, no te apetece, no es el tipo de relación que quieres pero te convencen de que es lo mejor para ti porque 1)superarás la educación monógama que te han dado, o 2)estarás colaborando en la causa de derribar el sistema heteropatriarcapitalista, o 3)después te sentirás mucho mejor y tendrás amor infinito que dar y recibir… y acabas tragando la incomodidad que te produce hoy esperando llegar a la tierra prometida.

Y hay dos maneras de llegar a la tierra prometida: Autoconvenciéndose de que sí, es lo quieres, pero reprimiendo lo que sientes (que necesitas más intimidad, o más tiempo, o más cuidados, o más actividades o más loquesea), lo que hará que acabes estallando por otro lado. No es una ciencia compleja, ha pasado siempre: Te «comes» el estrés y terminas con hipertensión, ansiedad, infartos, úlceras, tics nerviosos… O atravesando el desierto, de drama en drama (polidrama), sufriendo, llorando, conectando con tus sentimientos…y sintiendo que se te rompe todo por dentro.

 

 

¿La solución está, entonces, solamente, en dar marcha atrás, en dar media vuelta? No necesariamente. También se puede trabajar —con calma, a largo plazo, teniendo las cosas muy claras— en conseguir llegar donde se quiere, pero normalmente lo mejor es que sea bebiendo de muchas fuentes en lugar de una única persona, o un sólo grupo, una sola manera de entender las cosas.

Todo esto no es cuestión exclusiva del poliamor. El poliamor era sólo un ejemplo. Como dije al principio, se aplica a todos los «discursos», tan completos ellos, tan encajados, tan redondos, tan… prometedores. Y tan fácil de dar discursos sobre el tema que sea, hablando de lo bonita que es la tierra prometida que te espera al final y convirtiendo en «tarea» de quien hace esa transición el saber gestionar las emociones, como si fuera algo que debiera reprimir o hacer desaparecer cuando van en «dirección equivocada», cuando advierten de que «quizá esto no es para mí en este momento». Como cuando tú habías reservado el día para alguien pero no puede porque estará con su otra pareja. O porque la otra pareja le hace sentir cosas que tú no sabes cómo conseguir. O que tus expectativas se han visto cortadas por la mitad… La gestión emocional de eso es imposible hacerla por adelantando. No sabes cómo te vas a sentir en casa a solas un sábado mientras tus parejas están follando con otra gente… hasta que estás en esa situación (a veces peor de lo esperado, a veces más fácil de lo esperado).

 

 

Y eso sucede también en BDSM, cuando se hace creer que hay que superar cosas que no te gustan, aceptar pasar por cosas que te desagradan para ser «bottom de verdad», o «practicar BDSM de verdad», para llegar a «realizar todas tus fantasías», otra tierra prometida, repetida una y mil veces. Y ese discurso no te dice nada sobre cómo te sentirás cuando te escupan, o te insulten, o te llamen algo especialmente doloroso (que estabas deseando oir pero ahora que lo oyes no te gusta tanto), cuando te veas soportando dolor o te veas siendo una persona ruin y mezquina, aunque te lo hayan pedido. La parte emocional te va a llegar, antes o después.

Y en el ambiente liberal, donde hay que renunciar a llevar tu vibrador a ninguna parte porque hay pollas de sobra, o donde no puedes chuparle ese rabazo al que tienes al lado, no se vaya a disparar la #alertahomosexual, o no poner muchos amores en marcha… para llegar a esa reedición de las orgías de los años setenta, llegar a esa Libertad Sexual Absoluta™… sin hablarse a menudo de qué sentimientos hay que dejar de lado para poder «encajar» en el ambiente.

 

 

¿Es todo esto exclusivo de la sexualidad no convencional? En absoluto. Decirnos que así no estamos bien (como sea que es «así») sino que tenemos que ser otra cosa, de otra manera, es una moto que se nos vende continuamente. Se prometen tierras prometidas por ejemplo, si decides tener criaturas… pero te encuentras que tus amigas no vuelven a tener sexo con penetración durante muchos meses, incluso años y, como esa realidad no se ha hablando, se acaban viendo en la situación de tener que gestionar esa nueva realidad mucho menos sexual de la que nadie les habia hablado. Sintiéndose el bicho raro y no sabiendo a quien preguntarles. Y nadie te cuenta cómo gestionar emocionalmente esa sensación de ser el bicho raro. O de encontrarte todo tu «interior» cambiado después de un embarazo y un parto. Una cosa es que te lo cuenten, otra que lo sientas diferente. O las tierras prometidas por excelencia: Si tienes una pareja heterosexual y todo será fácil… para descubrir que la convivencia o mantener esa relación siendo satisfactoria durante décadas no es tan sencillo. Pero ¿quién se atreve a decir que esa tierra prometida le parece una mierda? «Ah, pues será en tu caso, que lo hacéis mal… En nuestro caso, lo hacemos lo normal».  ¿Quién se atreve a decir algo cuando crees que sólo te está pasando a ti?

 

 

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Imagen de cabecera: https://www.flickr.com/photos/chucknado/6747395379/

 

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