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Liberación sexual ¿de quién?

17 septiembre, 2015 a las 11:52/ por

Convertir en cuestión pública tu vida sexual (si follas mucho o poco, si ves porno, si te masturbas, si tienes dos/tres/una docena de amantes y el tipo de prácticas/relaciones que tienes) es algo que sigue estando gobernado por unos patrones muy antiguos: Machos y putas. Cuanta más actividad tienen los hombres(1) mejor se les considera, cuanta más actividad tienen las mujeres(1) peor se les considera. Algo muy antiguo, lo conocemos todo el mundo. Un machote, un putón, si van por independiente. Un cornudo y un putón, si son pareja.

Pero a veces, en los discursos de la no-monogamia, soñando con futuros utópicos, con relaciones ideales, con que seamos personas seguras y completas… parece olvidarse que ese modo de vida se va a convertir en realidad en este planeta, esta sociedad. No es posible resetear y formatear el mundo, sino que siempre se convivirá con quienes piensan de otra manera, con quienes no comparten esa visión utópica de las relaciones, el amor o las prácticas sexuales. Y teniendo que contar con ese entorno, quizá no se insiste lo suficiente que para esas personas, para esa manera de pensar tradicional (y tan común), tener dos parejas, dos relaciones, dos o más amantes, es algo que «aumenta el valor» de un hombre y «disminuye el valor» de una mujer.

 

 

Por eso mismo los medios de comunicación buscan, una y otra vez, entrevistar a mujeres poliamorosas, mujeres promiscuas, mujeres swinger, mujeres que usen vibradores, que les guste el pegging, que les guste el fisting, que hagan squirting, mujeres muy sexuales, mujeres que «hacen cosas» con su coño, con su sexualidad, en lugar de aceptar lo que les proponen: Porque sigue funcionando. El resultado es desigual: Hay medios que ayudan a normalizarlo, a convertir en algo común lo de esa mujer y en algo extraño la mentalidad de nuestro valor asociado a nuestras prácticas/orientaciones sexuales. La mayoría prefieren defender ese discurso pero en la realidad buscan una y otra vez que ellas enseñen las tetas cuenten detalles morbosos que siguen reforzando la idea de que esa mujer es la rara.

Frente a ese panorama, oímos una y otra vez recomendaciones y alabanzas sobre nuestra capacidad de ganar seguridad con el tiempo, de ser independientes, de enfrentarnos a convencionalismos y vivir la vida que realmente queremos vivir. Pero como sucede con esta sociedad, sucede que no podemos resetear y formatear nuestro cerebro de un día para otro: Lleva un tiempo ir cambiando las ideas que hemos aprendido durante toda la vida, comportarnos de una manera distinta ante los mismos estímulos y realmente sentirnos de manera diferente.

 

 

Y a eso debemos sumarle la resistencia, o incluso oposición, que encontraremos en nuestro entorno. Como dice la psicología social, toda persona que se desvía del comportamiento de la mayoría va a ser presionada para que «vuelva al redil» o ser marginada. [Sobre este tema Moscovici tiene mucho escrito]. No hace falta que esa presión del grupo sea efectiva, manifiesta. Es suficiente con que sepamos cuál es la postura del grupo para que nos presione. Es suficiente que sepamos qué piensa nuestra familia para que nos influya. O nuestras amistades más cercanas. O en el trabajo. Y en una sociedad como la de los países del sur de Europa, más pobres, es lógico querer cuidar esa red de personas a quienes le importamos por si la vida se nos complica, por si tenemos algún revés como una ruina económica, una enfermedad crónica, un accidente…

Por esa razón, «liberarse» es radicalmente distinto en hombres y mujeres(1)(2)

Por una parte porque la presión social (cómo te consideran) y la autoimagen (cómo te consideras) tienen un peso muy distinto sobre unos y otras. Lo dicho, machos y putas. No es sólo la sociedad, tu familia sino la reproducción de esa represión que también llevamos a cabo en primera persona, sobre nuestros propios pensamientos y conducta. E igual que existe la homofobia interiorizada, también podemos tener mala autoimagen porque disfrutamos mucho y a menudo del sexo, porque hacemos lo que nos apetece. Y esa lucha interna es más complicada si tienes que cambiar tus ideas y sentimientos sobre qué significa ser un putón, y mucho más fácil si tu «cotización» sube con cuantas más relaciones/experiencias sexuales tienes.

Por otro lado, «liberarse» viene inevitablemente contaminado de la visión que se tenía en los años 7o. Y una parte de esa herencia consiste en que ellos pueden ¡AL FIN! dar rienda suelta a lo que quieren y ellas… pueden elegir lo que quieran de lo que ellos le proponen. «¿Dónde quieres que me corra?¿En tu cara, tus tetas, tu boca, tu culo, tu coño?». Libertad de elección supone el que puedas decir que «pues, mira, la verdad, prefiero que no te corras encima de mí» y que no pase nada, no haya ningún drama. La libertad de elección es que él o ella decidan proponer abrir la pareja y que a partir de ahí cada cual pueda elegir algo diferente (y tener que llegar a un acuerdo). Quizá él siente que le apetece ir a un montón de orgías… y quizá a ella le apetezca tener dos o más relaciones emocionales…O tres amantes con quien quede a follar a solas. O lo que se le ocurra. Lo que le apetezca.

 

 

La pregunta clave, algo en lo que normalmente no se suele educar a las mujeres es a «conectar» con lo que realmente quiere, a salirse de la simple elección de «¿quiero o no quiero?» frente a una posibilidad de elección que se le presenta. «Me dice que quiere que se la chupe… ¿yo quiero hacerlo o no?». Mientras no se llega a sentir ese «no» como un «no» absoluto, pueden aparecer mil ideas en la cabeza y una muy común (como nos han comentado en charlas sobre el tema, muy común sobre todo en ambientes promiscuos, donde decir «sí» es más valorado) es pensar «¿qué me cuesta?», y acabar haciéndolo disfrutando de que la otra persona se lo pase bien… a veces sin llegar a hacerse la pregunta clave: «¿Me apetece?» «¿Realmente me apetece?».

La apetencia, el deseo, ya es algo más concreto de si se quiere o no, que puede estar influido por muchas más circunstancias. ¿Cual es el problema de ese deseo, de decir lo que realmente te apetece, en relaciones heterosexuales? Pues que siguen apareciendo casos (ayer, en la charla, dos casos más) de mujeres que tienen sexo con hombres, seguras, asertivas, que hacen todo eso que es tan recomendado, que dicen lo que a ellas realmente les apetece…  y que se encuentran con que ellos acaban huyendo.

Por eso quizá no sería mala idea apoyar, escuchar, hacer las cosas lo más fáciles posibles a esas mujeres que deciden hacer lo que les apetece. Porque van a encontrar mucha más resistencia a su alrededor, porque en el sexo, en vivir sexualmente como te apetece aún no hemos llegado en absoluto a la igualdad. No tratándolas como víctimas, que no lo son (sino más dueñas de su destino, como toda persona que sale de un armario), sino con el apoyo —sea de sus maridos, parejas, hermanos, primos, padres, hijos, o del feminismo— para que estar fuera de ese armario de la mujer asexual o complaciente, de la mujer sin deseo propio, sea más cómodo, más llevadero, más amable, que no se vean remando todo el tiempo a la contra(3).

 

 

¿Quién escribe el guión? ¿quién decide qué platos se pueden elegir del menú? Porque no es lo mismo que te den un papel en un guión en que puedes ser la protagonista, de la reina de la pista, o la folladora, o el putón, o la colegiala, no pudiendo elegir otro papel que el guión que te dan… que ser co-guionista y pensar entre las dos personas (o las que estén involucradas) cuales son TODAS las posibilidades que se abren más allá del antiguo esquema de preliminares y penetración vaginal.

Liberarse, si quiere decir realmente «ser más libre», debería significar hacer lo que te apetece. Y a lo mejor te apetece más sexo en público… O a lo mejor en privado. O a lo mejor menos sexo. O a lo mejor seguir teniendo el que ya tienes. O simplemente sentir que te desean (sólo mirando, simplemente besándose, o acariándose) sin llegar a nada más… La «liberación» no es SIEMPRE tener más orgasmos, con más personas, en más relaciones sexuales, con más prácticas distintas. El reino del número: Cuanto más, mejor. Liberación es que podamos tener muchas más opciones posibles que elegir… o rechazar.

 

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 (1) Personas socializadas como hombres o mujeres. Obviamente, hay muchos más géneros con los que poder identificarse y es algo que sólo puede determinar la persona que lo siente.

(2) Igual que en otras formas de relaciones «desiguales»: Una persona trans con otra/s que no lo sea/n, alguien de otra etnia con personas «blancas», alguien que no tiene a su familia cerca con quien/es sí la tiene/n, alguien con papeles con quien no los tiene, personas no binarias con personas binarias, alguien con diversidad funcional que tiene una o más relaciones con personas sin ella, etc 

(3) Como trans, queers, gays, lesbianas,  y otras orientaciones e identidades no convencionales, como practicantes de BDSM y otras prácticas no convencionales. El modelo heterosexual, los mitos del amor romántico, la escalera de las relaciones siguen ahí… Y sin olvidar la interseccionalidad.

 Fuente de la imagen principal

 

 

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