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Los peligros de usar la expresión «sexualidad no normativa»

12 agosto, 2020 a las 13:14/ por

Bruno ha vuelto a publicar en su instagram, y como especialista en «minorías eróticas», puede ser útil saber cuáles son los pros y los contras de usar conceptos como «sexualidad no normativa».

Como siempre hago mi propia introducción del tema, porque contamos las cosas de forma diferente. Mi intención con estos posts, con este perfil (miguel vagalume, como decía ayer) voy a intentar contar la sexología de la manera más cercana y simplificada posible…sin desmontar el enfoque de partida de la sexología. A ver si lo consigo. Desde el principio, sé que me expongo (y me alegro) a las collejas de mis ex-profes y colegas por haber olvidado algo, y de quienes me lean, cuando no entiendan a qué me refiero. Pero es un reto que me apetece muchísimo.

Quien quiera leer directamente a Bruno, puede ver más abajo en este post, después de mi rollazo, o verlo en su IG:

La mayoría de la gente, a la hora de pensar en cualquier cosa relacionada con sexualidad, piensa en dos categorías: lo normal y lo raro. Según las épocas se considera rara una cosa u otra. A principios del siglo XX no parecía muy común lamer los genitales de nadie… Y había una enorme cantidad de conductas, identidades y relaciones que se consideraban aberrantes, pervertidas, invertidas, enfermizas, desviadas, degeneradas…

La palabra ha ido cambiando con los años, pero sigue existiendo en el fondo de nuestras ideas, esa idea de que hay cosas normales y cosas raras. Suelo citar que no es raro ver en  eventos BDSM en Países Bajos a hombres sumisos con pañales. Algo que aquí se considera ridículo, o al menos, algo perfectamente ignorable, mientras que se considera muy común escupir en la cara, mearle encima a alguien o dejar marcas de golpes durante mucho tiempo.

La complicación es que, aunque vayamos cambiando el nombre, es muy común seguir viendo las identidades, prácticas y relaciones como normales o raras. No quiere decir que unas sean buenas y otras malas. Hay quien reivindica lo raro, muestra su orgullo (frente a la discriminación permanente), quien anima a dejar de reprimirse, a liberarse para poder hacer también lo raro.

Pero, insisto: en el fondo se sigue haciendo esa clasificación entre lo normal y lo raro. Por eso cuesta tanto entender el enfoque de la sexología (la ciencia, no los estudios sobre sexualidades) y no se imagina las consecuencias enormes que tiene hablar desde un enfoque o el otro. Eso es de lo que habla Bruno.

Frente al enfoque de lo normal y lo raro ¿qué otro enfoque puede existir?: El de la diversidad humana. El estudiar lo que tiene cada persona de peculiar, de particular: su forma de sujetar la mano de su amante, la forma en que besa, la excitación que le produce determinado olor, las fantasías que tiene esa persona en concreto, cómo le hacen sentirse esas fantasías, su manera de establecer relaciones, de estar en ellas, de cuidarlas, de descuidarlas, de romperlas, sus pocas ganas, o muchas, o que varíen tanto arriba y abajo… La lista es infinita. Y esa diversidad también incluye lo que la psiquiatría de finales del siglo XIX clasificaba como aberrante en esas largas listas de perversiones, que después se llamaron parafilias, que luego se llamaron filias y desde sexología, alguna gente no ha cambiado el enfoque y llama a esas mismas conductas «peculiaridades». Cambiando el concepto, pero no la idea que hay detrás: Toda esa diversidad no es algo nuevo. SIEMPRE ha estado ahí. Desde la forma de besar que tienes tú en particular, que has notado que era diferente a la forma de besar de aquella persona con la que te liaste…hasta tus fantasías más extrañas, hasta tu gusto por lamer esa axila o de erotizar determinados olores. TODO es parte de esa diversidad. Cada sujeto tiene unas características concretas. Cada uno tiene sus particularidades, sus «cositas».

Para quien le inquiete ese cambio de panorama (hay a quien le aterra salirse de lo bueno y lo malo), no deben intranquilizarse: no estamos diciendo que «todo vale». Por supuesto que existen trastornos. Pero la idea de trastorno, en sexología, es un último recurso para clasificar muy pocos casos. No hace falta dar muchas explicaciones sobre las consecuencias tan diferentes de clasificar como «trastorno» unos pocos casos, en lugar de que esa idea de normal y raro se extienda por toda la sexualidad humana.

Ese es mi rollo. Ahora, el de Bruno. Lo copipego aquí para quienes no le siguen en instagram, o prefieren consultar el texto de otra manera.

 


 

 

¿Por qué uso los términos peculiaridades eróticas/minorías eróticas  y no sexualidad/es no normativas o fetiches?

(Bruno Martínez)

«Desde la sexología sustantiva se considera que toda variación de los deseos pertenece a la categoría de peculiaridad. Desde el detalle más banal o estadísticamente habitual (preferir besar con más o menos lengua o ir de la mano por la calle) a las prácticas y fantasías que culturalmente son consideradas más excéntricas o son estadísticamente más raras. No incluye solo a las expresiones del deseo tradicionalmente patologizadas, sino a toda expresión de este que singulariza el deseo de un sujeto concreto.

La noción de peculiaridad es descriptiva y no prescriptiva. Ni nos habla de la relación entre deseo y norma ni juzga o da valor a los deseos. Esta noción considera que toda sexualidad contiene peculiaridades, no son perversiones sino la expresión de la diversidad del deseo y el último nivel de concreción de este a nivel individual.

Minorías eróticas es, de nuevo, un término que no prescribe, solo describe que hay grupos de sujetos cuyas peculiaridades compartidas parecen ser menos comunes a nivel poblacional. Meramente indica que hay formas de deseo más o menos habituales en un entorno sociocultural concreto.

Frente a esta terminología ausente de juicio y autoreferencial (no se genera por comparación externa) tenemos dos términos bastante comunes pero problemáticos. 

Por un lado está el uso de la palabra fetiche, dicho término tiene su origen en la terminología psicopatológica y fue creado por Alfred Binet para describir lo que él consideraba comportamientos sexuales degenerados propios de sujetos que presentaban «debilidades mentales congénitas». Pese a que determinadas minorías eróticas han asumido el término para identificarse, yo como sexólogo considero que su uso problematiza determinadas expresiones de la sexualidad y sirve para alimentar el discurso de la patología. Evidentemente no soy quien para decir cómo deben identificarse los sujetos, simplemente es un término que evito en mi práctica.

Por el otro tenemos la expresión » sexualidad no normativa». Este término tan en boga en los últimos años es en apariencia más inocuo, sin embargo es un Caballo de Troya del discurso hegemónico de la sexualidad. Evidentemente si existe la sexualidad «no normativa» es porque existe una sexualidad «normativa», si hay algo no adaptado a las regulaciones es porque hay algo plenamente adaptado a ellas. Como comentaba antes todo sujeto tiene sus propias peculiaridades, toda sexualidad es peculiar en algún sentido, por tanto no hay ningún sujeto plenamente adaptado, no existe nadie plenamente normativo. Desde este punto de vista lo normativo no se corresponde a la sexualidad de los sujetos, sino al dispositivo ideológico que intenta controlarla. Al usar la expresión «no normativo» sin querer damos fuerza a discurso y lo asumimos de forma inconsciente. La Norma siempre fue una mentira, una serie de regulaciones problematizadoras de la sexualidad y su vivencia por parte de los sujetos y jamás una realidad material. Desactivarla pasa por asumir que no hay ningún sujeto normativo o no normativo, lo que hay es sujetos peculiares.»

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