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Poliamor y no monogamias en tiempos de coronavirus

4 mayo, 2020 a las 9:30/ por

En EEUU han surgido varias iniciativas relacionadas con la no monogamia consensuada (el acrónimo más usado es CNM, consensual non monogamy), dando consejos a la comunidad sobre cómo organizar sus relaciones para que el impacto psicológico y, sobre todo, médico, sea lo menor posible. No olvidemos que allí tienen a un gobierno irresponsable al que leparecerá «natural» que la pandemia afecte más a las clases más desprotegidas, como si el Estado no tuviera una responsabilidad con ellas. Por eso, entre las recomendaciones de la comunidad poliamorosa, se incluyen recomendaciones sanitarias sobre el virus (con la preocupación que tuvimos en Europa antes, sobre la incertidumbre sobre tipos de mascarillas, si lejía, si alcohol, si jabón…). Normal que los miembros de determinados colectivos mediamente organizados vuelvan a construir redes de apoyo y protección mutua.

Afortunamente en nuestro país, la parte sanitaria está controlada (todo troleo en los comentarios será borrado). Por lo que me parece mala idea multiplicar las fuentes de información con recomendaciones sanitarias.

Lo que sí puedo hacer, copiando parte de lo que ha publicado Sheff, escribir algunas recomendaciones que me parezcan útiles. Si ya llegan tarde para este confinamiento, para la siguiente pandemia, que la habrá.

Lo fundamental de la cuarentena es que es mucho más dura mentalmente de lo que parece. No afecta a todo el mundo por igual, pero sí provoca efectos inesperados, como ha podido experimentar todo el mundo, ahora que han pasado dos meses complicados. Como en todo, la clase social influye. Comenta Elisabeth Sheff, psicóloga y autora de Apuntes sobre poliamor y Polyamorists next door en su artículo «Social power and quarantine in polyamorous relationships»:

«Uno de los factores que influyen en que la gente se sienta más segura para visitar a alguien y viajar es su posición en la jerarquía social. Quienes están en una posición más privilegiada -quienes son más jóvenes, sin diversidad funcional, con un techo, trabajo, atención sanitaria [eso está cubierto en españa pero no en latinoamérica, por ejemplo] y con acceso a un wifi y suficiente comida decente- tienen más posibilidades de salir bien de la pandemia. Tener la piel blanca da una posición más privilegiada, por el inmenso coste que está teniendo en la población afroamericana y racializada en general.»

Como siempre ha sucedido, cuanto más precaria la situación, menos posibilidades tienes de evitar las consecuencias de la pandemia, como hemos descubierto que ha pasado en Huesca, obligando a trabajar al personal enfermo (incluso con «violencia física, que ejercen contra sus plantillas, por la contratación de trabajadores inmigrantes sin papeles) y cómo, sospecho, iremos descubriendo con el tiempo, una vez vaya pasando la urgencia de las noticias sobre el número de fallecimientos y remedios posibles contra el virus.

Nada nuevo aquí: cuánto peor es tu situación de partida, peor va a ser al salir de esta segunda crisis, después de la de 2009.

 

 

madre

Imagen: Oleg Sidorenko https://www.flickr.com/photos/oksidor/1418432805

RELACIONES HETEROSEXUALES: EL INFIERNO DE LAS MADRES QUE TELETRABAJAN

No lo comenta Sheff, pero dentro de esas diferencias está la que he visto alrededor en facebook (cada cual en su alrededor tendrá cosas diferentes): el impacto está siendo mucho mayor en madres que teletrabajan y tienen criaturas. Están todas reventadas. Padres que han descubierto lo que era cuidar a sus criaturas 24 horas al día (cuando son bebés) y se dan cuenta que no son capaces, que necesitan dormir más… Oigo de casos de padres que descubren la familia maravillosa que tenían. Esperemos que no se les olvide dentro de un año. Sé que hay excepciones, afortunadamente. No digo que sea siempre así, pero no es una novedad. A ellos no los leo, pero me lo cuentan. A ellas las leo, y duermen muy poco para compensar la caída de ingresos, compatibilizar teletrabajo, lo que ya hacían en casa, los deberes del cole y las criaturas a la hora de comer, dormir, entretenerse sin una pantalla…

No tengo ninguna duda que aparecerán muchos estudios desde los feminismos en los meses que vienen sobre el impacto desigual de la pandemia y sobre todo en ese colectivo. Pero claro, si hay quien no entendía que existe la brecha salarial (por ejemplo), mal va a entender esto.

De los desencuentros durante la pandemia (sentir que no se está remando en el mismo barco, que no hay un compromiso igual, no en los grandes discursos, sino visto en los pequeños detalles diarios) saldrá la erosión de las relaciones más adelante.

Esos desencuentros pueden ser por mil razones, pero si se suman relaciones no monógamas a las que se ha llegado sin un acuerdo previo, con resignación, sin trabajar todo el mundo en equipo por el bienestar posible de todo el mundo… se resentirán. Si tienes mil cosas que hacer cada día, poco probable que tengas tiempo de poder desarrollar ninguna relación, sino que ya será complicado sostener las que ya hay.

 

Fotografía de Jurgen Appelo https://www.flickr.com/photos/jurgenappelo/5201869924

Fotografía de Jurgen Appelo https://www.flickr.com/photos/jurgenappelo/5201869924

RELACIONES SIN CONVIVENCIA: JERARQUÍAS

Pero aparte de esas relaciones de convivencia, están las relaciones con quienes no se convive normalmente. El confinamiento ha significado que había que encerrarse en una sola casa, no en dos ni tres. Y eso ha supuesto tener que elegir con quién se convivía. Esto se ha dado en relaciones de no convivencia jerárquicas y en otras no jerárquicas. Continua Sheff (traduzco):

«Algunas relaciones no monógamas (CNM) tienen miembros principales o primarios (que tienden a darse prioridad emocional y materialmente, probablemente conviven, pueden estar casados y/o tienen criaturas) y miembros secundarios (con quienes no suelen convivir, que pueden ser tenidos menos en cuenta en lo emocional y lo cotidiano, y que no suelen tener sus economías en común) que podrían estar experimentando un estrés considerable por su imposibilidad de reunirse con quienes tienen una relación. Otras personas que no organizan sus vidas en torno a una relación principal (polisoltería o anarquía relacional, por ejemplo) podrían no considerarse miembros secundarios pero al no convivir con sus relaciones se pueden encontrar con algunas cuestiones relacionadas con la jerarquía cuando se les excluye de una relación principal durante la cuarentena.»

Como lo resume Sheff, ¿dónde es posible que aparezcan problemas relacionados con la jerarquía durante la cuarentena?: en las relaciones donde ya había problemas con ella antes de la cuarentena y que esta situación lo haya hecho más evidente.

Si no convives con quienes tienes una relación (sea la relación jerárquica o no), mi recomendación es relacionarse por todas las vías posibles: teléfono fijo, porque recoge el sonido mucho mejor que los móviles y se notan más los detalles en el tono al hablar, los silencios… teléfono móvil para whatsapp cuando no haya la privacidad suficiente para hablar. Y videoconferencia si es posible para verse la cara. Eso sí: la videoconferencia tiene el estrés añadido de nuestra falta de costumbre de estar delante de la cámara sin hacer nada, dejando que pase el tiempo, como haríamos en casa (donde no sentimos esa necesidad de «llenar de cosas» la llamada). Agota tener que estar mirando a la pantalla, después de tantas pantallas durante el día.

 

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CONECTAR

Se haga lo que se haga, se use el medio que se use, se conviva o no, mi recomendación es, en todas las relaciones, estar presente: cuando se esté con quiénes se convive, dejar el móvil a un lado; es mejor haber acordado una hora para hablar, y hasta esa hora, olvidar el móvil y estar con todos los sentidos donde estamos en ese momento. Y que, cuando nos conectemos con las otras relaciones, sea usando video, chat o teléfono, estar presente sin estarse despistando con otras cosas.

Porque en los dos casos, lo fundamental serán dos cosas: Conectar y no sentir que hablar es una obligación. En los dos casos, en una situación tan complicada como una pandemia, será importante saber cómo está emocionalmente todo el mundo para hacerse mutuamente todo el bien posible. O si estás muy mal, y no puedes cuidar de nadie, saber a quién pedir ayuda para conseguir salir de esa situación si es posible. Pero para ser conscientes de todos esos cambios, esos detalles, hace falta algo tan sutil como conectar (en lugar de intentar cambiar lo que la otra persona siente).

Lo segundo es una cuestión conocida en las relaciones: es lo que he visto en pareja como «el problema del beso de buenas noches». Lo que empieza como algo agradable se puede acabar convirtiendo en una obligación, y cuándo aparece esa sensación de obligación, ya deja de ser tan agradable. Eso es más fácil de resolver con un beso que con una larga videoconferencia. Si te sientes conectando por obligación, cuando te apetecía hacer otra cosa… es fácil que vaya acumulándose el resentimiento y se erosionen las relaciones. La mejor recomendación sería hacerlo depender cada vez de lo que apetezca. A veces fijo, a veces whatsapp, a veces videoconferencia… y a veces no hablar, porque no es el momento, y sentir que decir eso no provoca ningún problema, ni discusiones, ni tener que justificarlo. Un equilibrio complicado, pero posible.

Aparte de eso, dependerá de cada relación en concreto si se hacen llamadas de grupo para que todos los miembros de la relación sepan cómo está todo el mundo o no. Aquí se aplica lo mismo que cuando no hay cuarentena ni distancia: siempre es mala idea forzar las relaciones, tanto a que se conozcan como a que no se comuniquen entre sí.

Quizá en esta pandemia lo hemos hecho regular. Pero podemos pensar en cómo hacerlo mejor en la siguiente pandemia…

 


 

 Imagen principal: Sergio Santos

 

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