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Seguramente, no sabes a qué se dedica la sexología

7 febrero, 2019 a las 13:02/ por

Y no es responsabilidad tuya, la verdad. El problema viene de lejos y no es fácil desmontarlo. Todo el lío se deriva de la palabra «sexo». Cuando te hablan de sexología, piensas «ah, eso es quienes se ocupan del sexo». Ahí está el lío ¿Qué es el sexo? En realidad la sexología se encarga de todo lo relevante sexualmente en tu vida. Y sexualmente relevante también es cómo te vives, cómo te sientes, por qué no encaja una idea con otra, una vivencia con otra. Es relevante quién te atrae, cómo te atrae, de qué tienes ganas, qué fantasías tienes, cómo deseas, cómo te acuestas con alguien, cómo te relacionas con ese alguien, cómo te relacionas y encuentras y desencuentras con otras personas en las relaciones, los cambios tras el embarazo, tras la pérdida de un embarazo, tras las visitas a las clínicas de fertilidad, el embarazo y el parto, la relación tras el parto, los otros proyectos vitales que no implican una gestación… Son miles de cosas. La ventaja de la sexología es que no te «parcela», no te «separa» en procesos independientes. No separa el parto de cómo te identificas, de cómo te vives antes y después de la relación, de los cambios corporales, de los cambios emocionales, de los cambios relacionales… La sexología nos ve como un todo, como la persona que somos en todas nuestras facetas sexualmente relevantes, de forma simultánea. No desde la perspectiva psicológica (con quien colaboramos muy de cerca), sino una perspectiva que se suma. Dos maneras de aproximarse a las mismas situaciones vitales.

La idea más extendida es que la sexología se encarga del funcionamiento de los genitales. Se ha asociado «sexo» a genitales, únicamente. Y así se ha terminado creyendo que la sexología se encarga del «funcionamiento» de los genitales y, en todo caso, a dar consejos para follar «mejor». No es raro que se piense eso, porque hay parte de la sexología que ha terminado convirtiendo eso en su único tema, decorado con diversidad y enfoques… pero así de limitado. Viendo que era lo más demandado, han asumido la tarea de aconsejar para «tener más orgasmos», «tener mejores orgasmos», «durar más», «tener mejor sexo»… Es decir, cada día «ser mejores» teniendo sexo. Hacerlo mejor. Eso se deriva de un error inmenso: Pensar que «el sexo» está ahí fuera, pensar que «el sexo» es una cosa que se hace de una manera determinada.

El cambio de enfoque en ese error se dio en la sexología que quedó enterrada bajo el nazismo, esa sexología de la que se fue alejando la práctica profesional, esa sexología más humanista. La distorsión de los años posteriores a la SGM hizo que se leyera en «clave genital» esa primera sexología o, por ejemplo, el trabajo de Masters y Virginia Johnson, que tienen joyas como esta, que ya publiqué en 2017, dentro del texto más amplio «Por qué no funcionan las relaciones sexuales entendidas como trabajo». Soy fan de su texto, de los mil detalles escondidos en su enfoque. Un enfoque tan amplio, tanto para su momento como hoy día. Un enfoque que supera los los buenos consejos voluntaristas actuales, las educaciones sexuales bienintencionadas pero incoherentes y las terapias equivocadas que se aplican hoy día. Quizá es momento de releer en otras claves el inmenso trabajo en el que la brillante Virginia Johnson tenía mucho más peso del que se le ha dado en el imaginario cultural. Mientras no se cambie el enfoque, seguiremos manteniendo la herencia de la segunda mitad del siglo XX de la que hablé esta semana.

Publico solo este extracto para que no os dé pereza el texto completo. Pero, de verdad, vale MUCHO la pena leer, por lo menos, este par de párrafos. No me digáis que los últimos párrafos no son perfectamente aplicables a nuestro momento actual. Hay TANTAS claves escondidas en ese texto… (Los destacados del texto no estaba en el texto original):

 

La especialización laboral

El aburrimiento resulta también de lo que se podría llamar, y con justicia, especialización laboral en el dormi- torio. Tal es, en efecto, la consecuencia de estereotipar los roles sexuales. Cada uno de los miembros de la pareja tiene su propia responsabilidad particular. De la persona más activa, por ejemplo, se espera que inicie el contacto sexual, porque creen que eso es su «tarea». Así es como la secuencia de lo que sucede se vuelve completamente rutinaria y, tarde o temprano, la relación sexual se hace superficial, y finalmente objetable.

A algunas personas les parecerá que la solución para evitar un deterioro semejante es obvia: hacer que la otra persona tome la iniciativa sexual con igual frecuencia. Sin embargo, una solución como ésta es un ejemplo perfecto de la ética del trabajo en acción. Indicar a la persona menos activa que tome la iniciativa en un determinado porcentaje de los contactos sexuales no hace más que reforzar la noción de que en lo sexual, como en el trabajo, las mejoras se consiguen mejorando la técnica. Con que esa persona aprenda algunas tretas más, o las aprenda su pareja, o se haga una asignación «adecuada» de las actividades sexuales –y lo que es más importante, si consiguen mejores instrucciones y practican mucho– todo irá sobre ruedas.

Esto sencillamente, no es verdad. No se puede dar por respuesta ninguna fórmula. Cada uno de esos individuos debe sentirse en libertad de descubrir su forma peculiar de expresar anhelos, deseos y necesidades a medida que éstos se presentan, de manera espontánea y natural, nunca porque le hayan sido asignados basándose en que es hombre o mujer, o por cualquier otra razón, nunca porque se lo indiquen los números de un libro.

Menos disciplina emocional

Se dice con frecuencia que a una pareja le cuesta trabajo hacer de su relación un éxito. La expresión parece desafortunada, especialmente en relación con el sexo. Si hay una cosa que no deberían hacer, es trabajar en la relación como si se tratara de una especie de tarea. Sin embargo, tal es el sentido del mensaje que transmiten una serie de desalentadores libros sobre el tema. De hecho, dos sociólogos de la Universidad de Nueva York en Buffalo, Lionel S. Lewis y Dennis Brissett, al dar término a un análisis crítico de los libros que aconsejan a las parejas sobre la manera de mejorar su vida sexual, señalaron que «el juego sexual en la pareja se ha visto efectivamente impregnado por las dimensiones de una ética del trabajo. El juego del sexo en la pareja es presentado por quienes asesoran, de manera muy definida, como un trabajo».

Lo más frecuente es que tales libros presten flaco servicio a las parejas con dificultades. Quienes buscan mayor felicidad sexual lo único que necesitan es menos disciplina emocional; necesitan aflojar y no acentuar la dirección deliberada y consciente de sus esfuerzos. Si algo tienen que descubrir, eso les concierne a ellos como individuos peculiares y únicos, y a los privilegios y responsabilidades de su relación. Tienen que aprender a confiar totalmente el uno en el otro y a ser vulnerables, el uno ante el otro, y a dejar que sus sentimientos se desplieguen a su manera y en su momento: Deben aprender a comunicarse, no simplemente con palabras, sino también con un toque o una mirada que no necesitan explicación.

Pero, sobre todo, en pareja, deben aprender a estar recíprocamente presentes; no sólo a mirar, sino a ver; no sólo a oír, sino a escuchar; no solamente a hablar, sino a conversar”.

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