Selección de idioma

Ser muy inteligente no te va a librar de que te pase.

18 octubre, 2013 a las 11:00/ por

El post de hoy arrancó con el artículo de Proyecto Kahlo «Mi ex me maltrataba», el relato de una chica muy inteligente (hablar muy bien cuatro idiomas, entre otras cosas, no lo hace cualquiera) a la que su pareja la maltrataba. Yo sólo lo extracto; si te suena interesante, no te pierdas todos los detalles en el post original.

 

«Así de crudo, así de rudo, os quiero hacer llegar mi historia para poder aportar mi granito de arena a desmitificar la violencia doméstica, a devolverle su dimensión tristemente cotidiana, desestigmatizar a las mujeres que la sufren y mostrar realidades de maltrato más allá del manido ‘ojo morado’ que simplifica la cruda realidad de una violencia que mina el ser mismo de quien la sufre y la acaba convirtiendo en una no-persona.

Por fin soy consciente de que cualquier mujer es susceptible de convertirse en víctima de violencia de género. No depende de la clase, ni del nivel cultural, de su nivel de autoestima, ni de la fortaleza de su red social… Todos esos elementos pueden solo ayudar a ‘resistir’ o a, una vez que han caído en el círculo perverso de los maltratadores, ser capaces de salir.

Soy una mujer de 28 años, estudiante de un doctorado en una universidad europea al que accedí gracias a una importante beca de investigación. Hablo cuatro idiomas a la perfección y estoy en vías de hablar el quinto, me considero inteligente, emancipada y culta. Y este es un pedacito de mi historia… Yo también fui maltratada por mi pareja.

Tras recorrernos medio mundo, trabajando como cooperantes (…) en Octubre de 2011 regresamos a Europa. A partir de ese momento todo cambió, él hacía algún trabajo puntual y estudiaba idiomas, pero prácticamente estaba todo el día en casa; vivíamos básicamente del dinero de mi beca. La relación se fue convirtiendo poco a poco en una jaula agobiante en la que él me exigía y exigía, criticaba y criticaba… Yo entendía que para él no era fácil estar en casa sin trabajo fijo e intentaba apoyarle en todo lo posible, pero parecía que nada era suficiente, y poco a poco me fui sumiendo en un círculo de tristeza y amargura de las que hasta hace unos meses no he sido capaz de encontrar la causa.

La verdad es que aún a día de hoy, los dos años de pesadilla auténtica, de descalificaciones, insultos, gritos y silencios, reconciliaciones condicionadas a que yo ‘cambiara’ y dejara de ser una ‘perra’, sexo en el que yo clavaba mis uñas en su espalda desesperada porque me quisiera un poquito más allá de los jadeos, chantaje emocional, y un sin fin de momentos traumáticos, objetos rotos –puertas, espejos, ordenadores- y quejas de los vecinos, me cuesta recordar exactamente cómo se me escapaban los días entre bibliotecas y broncas.

(…) cuando ‘yo hacía algo que le molestaba’, se bloqueaba y dejaba de hablarme, enfadándose ya no tanto por el motivo original por el que se había bloqueado sino porque yo no fuera capaz de sacarle del bloqueo- y se quedó en silencio en la cama mirando al techo.
Yo, como tantas otras veces, hice todo lo que me venía a la cabeza para intentar ‘entender’ qué es lo que había pasado, qué era lo que le había molestado, qué podía hacer yo para que él estuviera bien… Le pedía perdón, le hacía cosquillas y bromas, le daba besos, le imploraba que me perdonara, lloraba, me enfadaba, volvía a llorar y a implorar, me iba de la habitación para intentar tranquilizarme… Y así una y otra vez… Él no me hablaba, de vez en cuando me empujaba y me gritaba ‘estúpida, déjame en paz o hacía ademán de tirar el ordenador al suelo… (…)

Es decir:  no te hablo para que reacciones, lo hago por tu bien, para que seas capaz de hacer que yo me sienta mejor, y, por ende, te sientas tú también mejor. Me has obligado a golpearte para ver si reaccionabas, y parece que no ha funcionado. Mi silencio es por tu bien, mi desprecio es por tu bien, mis  golpes son por tu bien, para que cambies tu ‘molde mental’ y no me vea obligado a herirte…

Tras mucho tiempo luchando contra prejuicios sociales, estigmas y miedos, luchando contra mi propia resistencia a aceptar que merezco una relación sana y respetuosa y que la mía no lo era, luchando contra el desengaño, las inseguridades que ahora se han multiplicado por 1000 (siento incluso vergüenza mientras escribo estas líneas, pensando que habrá mujeres que seguirán pensando que vaya mujer floja que no fue capaz de salir antes)… Tiendo la mano a mujeres que se sienten mal y no entienden por qué, que creen que merecen ser queridas y buscan desesperadamente ese cariño de parte de la persona equivocada. Gracias a todas las mujeres –y hombres- que me han tendido la mano desde que empecé mi proceso de liberación…

Todas podemos ser mujeres maltratadas.»

 

El tema del maltrato doméstico me toca muy de cerca, ya lo sabéis (creo). Algún día daré detalles. Pero relacionado con esto de una chica estudiada, inteligente y maltratada…se da la casualidad de que tengo alrededor tres amigas y una conocida que han estado en esa situación. No es que lo oiga en la tele. No es que me parezca un tema interesante. El tema me importa (imposible vivir una sexualidad y afectos no convencionales si no está todo el mundo desarrollando todas las opciones posibles que tiene en su vida, lo que se llama libertad, posibilidades y herramientas para construir el mundo en que se quiere vivir). Es que además salpica muy cerca el maltrato.

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Este artículo me recordó otro: Del maltrato doméstico al maltrato público, el condicionamiento. El maltrato socializado, repartido en la cultura, en el ambiente. El artículo habla de cómo el miedo, la constante amenaza de una violación (que realmente no sucede, que es menos probable de lo que parece) causa que las mujeres cambien su conducta sexual. Vamos, que se comporten de una manera determinada, igual que no follen todo lo que les gustaría. O de la manera que les gustaría. O …no se sabe, si nunca se permite que se desarrolle. Ese miedo que flota en el aire: «No vayas sola, te puede pasar algo», que se publicó en eldiario.es y escrito, claro, por June Fernández. De nuevo, vale la pena leerlo entero.

El resumen grandioso (por si vas con prisa) es la entradilla del artículo: «Las mujeres crecen entre mensajes que les alertan del peligro de ser violadas por la calle, pese a que la mayor parte de agresiones sexuales las cometen hombres conocidos«. 

 

Marcus lamenta que a las mujeres se les asigne el papel de ser “objetos de violencia y sujetos del temor” que se paralizan y callan ante una agresión, y defiende que “los hombres elaboran el poder masculino en relación con esa imaginaria indefensión femenina”.

Frente a eso hay cursos de defensa (no sólo física) que realiza Maitena Monroy.

(…) el primer paso es identificar las agresiones a las que se enfrenta la población femenina en los diferentes ámbitos (la calle, la discoteca, el transporte público, la familia, etc.), cuestionar el origen de esa violencia y contar con recursos para enfrentarla. Por ejemplo, ante la situación de un hombre que la sigue por la calle, en autodefensa se refuerza el criterio de la mujer (para que no piense que está paranoica), se aprenden trucos para ahuyentar al agresor y, finalmente, estrategias (no sólo físicas) para defenderse en caso de que se materialice el intento de violación. (…) “A mi hijo nunca lo previne, nunca se me pasó por la cabeza que le pudiera pasar algo; en cambio a las hijas siempre les decía ‘tened cuidado, llamadme cuando lleguéis’. Les insistimos en que vayan siempre juntas, que no beban, que no se fíen, que llamen para ir a buscarlas en coche, que cuidado con esa minifalda, que luego pasa lo que pasa” (…)  Maitena Monroy contesta: “Esos mensajes se lanzan con buena intención, pero transmiten que la única solución a la violencia es que las mujeres dejen de hacer cosas, lo cual implica negar derechos como el de estar solas”.

(…) En el estudio de Sortzen, la mayoría de las jóvenes afirmaron haber sido perseguidas por hombres cuando caminaban solas de noche. Según Lohitzune Zuloaga, “el acoso sutil (y no tan sutil) al que las mujeres nos vemos rutinariamente expuestas interviene en nuestra percepción de que existe una amenaza real de ser agredidas”.

Y ya es curioso que ellas tengan más miedo en un mundo donde las víctimas suelen ser varones entre 20 y 50 años: «en las encuestas sobre inseguridad ciudadana la población femenina “expresa unos porcentajes de inseguridad significativamente mayores que los varones”, y que se sienten con más probabilidades de sufrir delitos como tirones de bolso, atracos, estafas y, sobre todo, agresiones sexuales, pese a que (salvo en el caso de los delitos contra la libertad sexual) el perfil de víctima de delitos que arrojan las estadísticas policiales es el de un varón entre 20 y 50 años.»

 

Frente a esto «la escritora francesa Virginie Despentés argumenta en su visceral ensayo Teoría King Kong que la constante representación de la violación en las artes ha servido a lo largo de la historia para sostener el mito de que la sexualidad masculina es “peligrosa, criminal e incontrolable por naturaleza”. Lo que, como lei en nosedónde, es una magnífica excusa para no responsabilizarse de lo que se hace: En determinadas situaciones se siente una atracción irrefrenable y su naturaleza le hace perder los papeles. Estupendo que esto se aplique sólo con las violaciones y feminicidios, pero que no cuele si se quiere utilizar como atenuante al robar un coche fli-pan-te: «¡Oiga, que era un Ferrari Testarossa con la ventanilla bajada! ¡Iba pidiendo guerra! ¡Usted también lo habría hecho!».

Y si me vais a contestar que estas cosas les pasan tanto a hombres como a mujeres, dejadme que el lunes que viene os regale extractos del divertidísimo informe del «FISCAL DE SALA COORDINADORA CONTRA LA VIOLENCIA SOBRE LA MUJER. Evolución de la criminalidad. Actividad del Ministerio Fiscal en el orden penal y civil» que os va a dejar clarísimo ese punto. Buen fin de semana.

Y de verdad, chicos (sólo algunos), evitad victimizaros*, no ayuda mucho a que salgáis de vuestra situación. Empoderaos y aprended a encontrar otras vías más positivas para salir de esa situación. Porque aunque teóricamente pueden ser víctimas hombres y mujeres, los números en la práctica son otros con mucha mucha diferencia. Un debate eterno en el que, ya digo, no va a ayudar mucho a encontrar soluciones el que algunos os sigáis victimizando.

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*Prefiría otra fuente mejor, pero por ahora sólo he encontrado la definición de victimización aquí: «el concepto de victimización se abre un poco de esta definición debido a que supone ya un cierto grado de exageración en la condición que una persona determina de sí misma (o que otros determinan de ella) para considerarse víctima en situaciones que no necesariamente lo suponen. Para los especialistas en psicología, la victimización es una condición de la salud mental de una persona a partir de la cual esa persona se observa a sí misma como centro de todos los ataques y agresiones que pueden existir en una relación humana. Para muchos la victimización es una forma de llamar la atención sobre sí mismo pero de manera negativa. A diferencia de alguien que llama la atención sobre sí a partir de elementos que considera positivos, la victimización supone una visión negativa sobre la realidad que la persona en cuestión sufre.»

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