¿Existe la asexualidad? (O la lucha entre la academia y la realidad)
15 April, 2016 at 12:47/ por moscacojonera“Hola. Sólo quiero agradeceros a todo el mundo todo lo que estáis haciendo. No soy asexual pero mi ex-marido sí. Nos pasamos años preguntándonos qué estábamos haciendo mal. Fuimos a terapeutas, asesoría, pastor, etc. Hubo lágrimas, ira, amargura, rechazo y frustración. Al final decidimos separarnos para poder salvar nuestra relación. Dos años después de que nos divorciamos, nos enteramos de las palabra “asexual” por primera vez. Fue como si la palabra se hubiese inventado para él. Hemos mantenido una amistad muy cercana, él es feliz en una relación en la que su pareja es asexual también y yo me voy a casar en junio con mi amante preferido. Nuestras parejas respectivas comprenden nuestro pasado en pareja y les parece muy bien nuestra necesidad de comunicación e involucración constante entre nuestras vidas. Sabiendo que existe la asexualidad como término nos dio la fuerza necesaria para enfrentarnos a nuestra propia realidad. Él no tiene ningún problema por no querer sexo. A mí no me pasa nada si no consigo que lo desee. Somos quienes somos y nuestra relación es exactamente como queremos que sea. El autoconocimiento es esencial, y estando aquí, dais a conocer una comunidad. Ojalá vuestra presencia salve muchas parejas como la nuestra. Gracias por darlo a conocer. Haced oir vuestra voz y sabed que os amamos y admiramos”.
Esa carta es un email recibido en el grupo sobre asexualidad “Asexual ACES*” y publicado en su página en Facebook.
Frente a esa realidad que alguien ha vivido ese recorrido, el de no saber qué le pasa hasta que encuentra una palabra, un concepto, está la postura —académica— de que es imposible la asexualidad, porque todos los seres humanos tenemos una faceta sexual. Este, como otros muchos, es el comienzo de un debate eterno y —de momento, creo que— estéril por intentar conjugar los dos puntos de vista, por intentar convencer una persona a la otra. Ese debate, como tantos otros similares, no tienen solución, porque no se está hablando de lo mismo, aunque en la superficie parezca que sí.
Para sacarlo del ámbito sexual (donde todo el mundo sentimos que tenemos una opinión tan respetable como la de al lado) vayámonos a la psiquiatría, algo más especializado y alejado de nuestra vida cotidiana. Una amiga que trabaja en salud mental me contaba que una mujer con la que trabajaba, se le acercó y le preguntó “Pero yo sólo quiero que me digas ¿estoy loca?“. Y esa mujer lo último que quiere ni necesita es entrar en un debate sobre la antipsiquiatría y “escuchar voces“. Lo único que necesitaba para respirar tranquila, y seguir con su vida, era escuchar a mi amiga decirle: “No, no lo estás”.
Todo el debate sobre qué es la locura, qué no es, los avances y errores de la psiquiatría, las limitaciones del DSM y mil temas más son algo que se debería quedarse dentro de la cabeza de terapeutas y profesionales, y sólo dentro de su ámbito profesional. Con todos los errores teóricos que se pueden encontrar a la pregunta de esa mujer… ¿de qué vale problematizarle su vida sacando de debajo de sus pies la base de la única dicotomía que conoce, que para ella se resume en saber si está loca o no? Si tenemos más tiempo ya podremos hablar con ella y plantearle otros puntos de vista, y ya decidirá la pobre de la mujer si cambia su manera de entenderlo… ¿Sabemos que ella podría beneficiarse de un cambio de perspectiva? Pues sí, pero a su ritmo, cuando ella pueda. Y quizá ahora no es el momento. Y no le va a arreglar nada hoy, para su día a día, que le digamos, desde lo académico —no desde el servicio, la ayuda que esa mujer está buscando— que si la antipsiquiatría, que si la industria farmacéutica, que si los criterios diagnósticos cambian…
Por eso he resaltado en negrita “fuimos a….” en la carta inicial. La pareja de esa carta estuvo buscando ayuda en los lugares donde se supone que podían ayudarle… y no lo consiguieron. Y debatir sobre la asexualidad existe o no desde la perspectiva académica no le va a ayudar nada a esa pareja. Las etiquetas, las dichosas etiquetas… Como siempre digo, son un problema cuando limitan nuestra vida, cuando modificamos la manera en que desearíamos comportarnos para encajar en ese término… pero son una herramienta muy útil para una persona cualquiera. Para ponerle un nombre a algo que nos sucede y no entendemos qué es. Esa etiqueta significan que hay una incomodidad, una necesidad de un pequeño espacio en la realidad que hasta ahora no existía. Esa palabra (sea asexual, queer, poliamor, genderfuck, fetichista-de-lo-que-sea, swinger progresivo, género fluído, kinkster, etc) son un clavo ardiendo al que agarrarnos para empezar a tirar de la madeja y ver qué encontramos tirando de ese hilo ¿Que quizá sería mejor leer en profundidad sobre el tema en lugar de fiarse de Google? Claro, eso lo sabe cualquiera ¿Que quizá mejor todavía encontrar a terapeutas profesionales con experiencia conocida en ese tema, gente que sepa explicarnos con claridad las mil dudas que se derivan de lo que estamos hablando? Sin ninguna duda…
Pero no cualquiera puede pagarse las visitas a la consulta, o ir a congresos, conocer especialistas y aprender más del tema en profundidad. Ni cualquiera puede optar por la versión barata, hacerse la terapia a solas (al fin y al cabo la autoayuda no deja de ser ese intento…), sea por razones económicas o porque no saber qué guía elegir, cuál sería mejor en su caso. ¿Quién es la primera persona a quien contamos muchas de esas dudas e inquietudes que nos da vergüenza preguntar? A Google.
Y así esa mujer terminó en la página de Asexual ACES, como se termina en mil lugares donde intentamos encontrar una solución a lo que nos está complicando tanto la vida. Es todo lo que buscamos: Un respiro. Buscamos poder descansar de la lucha que tenemos todos los días con esos temas, buscamos tener alguna certeza. Y en esta vida no basta tener razón para poder solucionar problemas, hay que saber cómo llevarlo a la práctica. Ahí está Garzón, con quien mucha gente está de acuerdo pero, al final, tener razón no le basta. Y no puede ser que todo, absolutamente todo, “sea culpa” de todo el mundo excepto él. Alguna responsabilidad tendrá… Pues lo mismo pasa con la academia en general, aunque haya brillantes excepciones.
Relacionado con esto, hoy comienzan en Madrid unas jornadas sobre orientación y desorientación sexual, sobre monosexismo y plurisexismo, y también sobre asexualidad.
*ininglis se suele usar “ace” como abreviatura de “asexual”, además de significar también “as”, como el de los naipes, haciendo referencia a la ausencia de deseo.
Nos ha encantado el artículo. Es necesario que la asexualidad se visibilice ¡cuanto más mejor! Nuestro grupo asexual también recibe ese tipo de consultas, así que si algún lector tiene dudas, puede contactar con nosotras. Estaremos encantadas de ayudar.
Yo estoy de acuerdo, llámalo como quieras, pero algo que no entra en los establecido hay. Y si existe y no es dañino, cada uno debería tener la libertad de vivirlo. No hay más.
Yo creo que la reticencia de la gente es comprensible, es porque los sentimientos, las emociones, son algo abstracto, es decir, cuando alguien habla de sus emociones tu crees en ello que dice o no. Y las gente sexual no va a entenderlo, puede aceptarlo, puede hacer un acto de fe de las palabras de una asexual, pero no entenderlo porque no “no lo siente”.
A alguien ateo no le puedes pedir que crea en Dios, puedes pedirle que comprenda al creyente, que lo acepte.
Y realmente creo que los asexuales, sino fueran por el bombardeo diario de “sexo, sexo, sexo”, tampoco concebirían la posibilidad de que existiera la sexualidad. Pero claro, cuando ves sexo por todos lados, obviamente piensas: “alguien lo siente, luego es real”.
Que le den las vueltas que quieran, nadie va a decirle a otra persona lo que debe sentir.
Mi madre es asexual , ella ahora conoció el término , aunque tuvo hijos siempre fue un problema para su relación , pudo darle uso únicamente para procrear … Bíblicamente a esto se le considera como un don que pocos tienen