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(2) ¿No consigues que se disculpe porque se sigue poniendo a la defensiva? (Why won’t you apologize? Harriet Lerner 2017)

20 diciembre, 2022 a las 15:37/ por

 Esta es la segunda entrega de las traducciones que he hecho de fragmentos del libro de Harriet Lerner «Why won’t you apologize?» (algo así como «¿Por qué te niegas a pedir disculpas?». Esta segunda entrega la acompaño, AL FINAL DEL ARTÍCULO, con los enlaces a la primera parte del texto para quienes quieren recibir una disculpa (pero no lo consiguen) y al otro texto para quienes se ponen a la defensiva en las discusiones…pero quieren dejar de comportarse así.

Siendo época navideña y de crisis familiares, es útil recordar que los libros de Lerner se aplican a las relaciones de todo tipo, no solo a las de pareja, sino también familiares y de trabajo, como en su único libro traducido al castellano, La danza de la ira.

 

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A VECES HACE FALTA QUE PIERDAS LOS NERVIOS PARA QUE TE ESCUCHEN

En general, es más fácil de conectar con quién ha hecho algo mal si te aproximas cuando te sientes más en calma, preferiblemente en el momento en que esa persona te cae bien.

Yo solía creer que elegir el momento y hacerlo con tacto era lo opuesto a la honestidad. De hecho, es al revés. Elegir el mejor momento y el tacto, junto con ser amable, es exactamente lo que hace posible la honestidad posible con las personas más difíciles y que se ponen más a la defensiva.

Dicho esto, algunas veces sólo la expresión cruda de tus emaoicones conseguirá atravesar la actitud defensiva de la otra persona y superar los límites de su sordera. Algo importante: Esto sólo sucede si tu explosión os pilla por sorpresa a ambas personas, porque eso quiere decir que es algo raro y no la norma de vuestra relación.

(…)

Cuando “perder los papeles” es algo muy ocasional e inesperado en ti -y no daña a la otra persona- la muestra cruda de nuestra emoción puede llegarle más en profundidad a quien lo ha hecho mal.

 

AVERGONZAR A ALGUIEN NUNCA FUNCIONA

Hace poco escuché a una madre regañando a su hijo porque había cogido un puñado de caramelos en un supermercado local y lo había guardado en el bolsillo de su chaqueta, pero le descubrieron cuando estaba saliendo del supermercado. La conversación empezó bien. Su madre le dijo: “Está mal llevarte algo que no es tuyo. Y además es ilegal. Volvamos a la tienda y así puedes pedir disculpas por haberte llevado los caramelos”.

Cuando su hijo no respondió, la madre rápidamente pasó de criticar su conducta (qué había hecho) a atacarlo por su carácter (quién es). “¡No puedo creerme que hayas hecho eso! Siempre había pensado que eras un chico honrado pero ahora no puedo confiar en ti. Me has decepcionado mucho”. El niño probablemente no tenía más de siete años.

“Lo siento”, dijo el niño, cabizbajo, desviando la mirada. Avergonzar a una persona -tenga siete o setenta años- puede que la fuerce a disculparse, pero la disculpa es probable que esté motivada por el deseo de escapar de una intolerable sensación de vergüenza. Una persona avergonzada quiere hacerse pequeña y desaparecer, por lo que una disculpa sirve como una forma rápida de salir de la situación.

Puedes avergonzar a alguien hasta que se disculpe con una frase, porque la vergüenza es así de poderosa. Si averguenzas a alguien en una posición con menos poder que tú, puede llevar a esa persona a cumplir, obedecer y pedir disculpas de forma obligada. Pero la vergüenza no provoca la reflexión, la auto-observación ni el crecimiento personal. Esas tareas relacionadas con el amor propio no crecen en un ambiente de culpa y autocrítica destructiva.

En una de mis historias favoritas de Snoopy aparece Charlie Brown preguntando a Lucy sobre su puesto de psiquiatra por cinco céntimos. “El problema contigo, Charlie Brown” -dice ella- “es que tú eres tú” ^¿Qué puede hacer Charlie Brown con eso? Podemos pedir perdón por lo que hacemos. No podemos pedir perdón por ser quiénes somos.

Cuando pasamos de criticar conductas concretas para volver al ataque contra la autoestima ya debilitada, reducimos las probabilidades de que puedan repensar su conducta dañina, de que sientan empatía y arrepentimiento, y que se sientan con la motivación necesaria para hacer cambios. Avergonzar a alguien también daña tu relación con esa persona, aunque el daño no sea visible hasta muchos años después.

 

¿QUIÉN ES RESPONSABLE DE QUÉ? UNA PREGUNTA COMPLICADA EN MEDIO DE UN ENFADO

El proceso de disculparse y reparar las cosas es confuso cuando perdemos claridad sobre la cuestión “¿quién es responsable de qué?”. Si eres la persona que ha resultado herida o está enfadada, intenta discernir lo más claramente posible qué papel juega cada persona en la complicada danza de las relaciones, incluido el tuyo. No es fácil verlo.

(…) 

UN ERROR CLÁSICO  (CON AGRADECIMIENTOS A HANSEL Y GRETEL)

Una clienta me decía una vez, “la nueva esposa de mi padre es muy controladora. Él no puede llamarme desde su casa. Sólo puede llamarme cuando está en el trabajo”. A ella no se le ocurre que su padre es responsable de proteger su relación, y que él puede elegir decirle con cariño y firmeza a su esposa que él necesita decidir dónde y cuándo llama a su hija. Cuándo no está claro quién es responsable de eso, no podremos ver con claridad a quién se le puede exigir cambiar su comportamiento, quién le debe una disculpa a quién y quién debe sumar, a esa disculpa, un cambio de conducta.

Piensa en el antiguo cuento Hansel y Gretel. En el cuento, se culpa a la malvada madrastra de la decisión del padre de enviar a su hijo y su hija al bosque donde pueden morir. La crianza es un pacto sagrado y estas criaturas son su responsabilidad principal. Pero, oh, bueno, ¿cómo iba el pobre hombre a hacer algo, siendo su esposa tan mala persona?

Cuando Hansel y Gretel se hagan mayores (pasando ahora del libro a la vida real), llevarán escondido el conocimiento de que su padre les abandonó. Pero la lealtad inconsciente hacia la única persona que les cría, y su deseo de proteger ese vínculo, no va a permitir pensar con claridad y hacer a su padre responsable de lo que ha hecho. La madrastra es probable que sea el pararrayos que absorba toda su ira, a menos que el padre -quizá con la ayuda del terapeuta que vive en un bosque cercano- pueda entrar en contacto con su sentimiento de culpa y arrepentimiento por haber traicionado a sus criaturas. Sólo entonces podrá tener una conversación con ellas en la que él exprese su profundo dolor por su conducta irresponsable. Sólo entonces podría decir “Sí, vuestra madrastra es un bicho, pero la responsabilidad de enfrentarse a ella y protegeros era totalmente mía. Os abandoné e hice que peligrara vuestra vida. Daría lo que fuera para ir al pasado y daros el amor y protección que os merecéis. No hay disculpa posible para lo que hice”.

Hansel y Gretel es un cuento de hadas cuyo mensaje (malvada madrastra, inocente y manipulado padre) refleja un error muy común en las familias. Atacamos a las suegras, madres adoptivas y nueras no solo por sus propio comportamiento (del que son responsables) sino también por la conducta pasiva o distante de sus maridos, padres e hijos. De esa forma, evitamos el reto de hacer a los hombres responsables de que tengan una voz, de que manejen sus relaciones con decisión, claridad y convencimiento. En las parejas de lesbianas y gays hay una tendencia similar a culpar a la pareja de nuestras criaturas (o a sus ex) por lo mal que están haciendo las cosas en lugar de aceptar el papel de nuestro hijo o hija en el drama.

 

¿TUS EMOCIONES O CONDUCTA SON “PROVOCADAS” POR QUIÉN HIZO LAS COSAS MAL?

Es más probable que la otra persona se haga responsable y se disculpe cuando somos capaces de compartir nuestras ideas y emociones sin hacerla responsable de haberlos causado. (…)

Somos responsables de nuestra propia conducta. Pero no somos responsables de las reacciones de otras personas, ni son responsables de las nuestras. La complicada madrastra no provocó que su marido abandonara a sus peques. Tenía otras alternativas.
(…) 

Todo el mundo conocemos situaciones en las que la terrible conducta de una persona (una inmensa traición) es responsable de la reacción de otra persona, y aprendemos a ver las interacciones humanas en términos de causa-efecto. Pero los sistemas relacionales normalmente no operan de esa forma lineal tan simple.

(…)

 

EL RETO DE LA DOS VISIONES

Cuando se trata de pedir perdón o de esperar a que nos pidan perdón, es necesario tener dos visiones para verlo correctamente.

Si eres la persona que ofrece una disculpa, es imprescindible que hables el idioma de causa-efecto, y aceptar de forma clara la responsabilidad de las consecuencias de tus acciones y el impacto en la otra persona. Es la única forma de darse cuenta de la forma concreta en que tu comportamiento causó un daño o sufrimiento a la otra persona (…).

Cuando eres la persona perjudicada, de todos modos, y quieres que la persona que te hizo daño se responsabilice de su conducta y no se ponga a la defensiva, tienes un reto diferente por delante. Intenta comunicar cuáles fueron tus reacciones sin hacer a la otra persona responsable de haberlas provocado. Hay más claridad y agencia al decir “Cuando descubrí lo que hiciste, me destrozó y perdí los papeles” en lugar de “Me destrozaste, me hiciste perder los papeles”.

 

UN CONSEJO FINAL

No exijas una disculpa. Pedir una disculpa está bien, pero exigirla es contraproducente. En el caso de parejas, la psicóloga Ellen Wachtel dice “Exigir una disculpa puede ser perjudicial. Tu pareja puede sentir que le estás pidiendo que se arrastre. Hay algo humillante en que nos fuercen a disculparnos. Puede hacer que quien pida disculpas se sienta como una criatura o como una persona que no se respeta a sí misma.

 


 

 

Enlaces relacionados

Primera parte de las recomendaciones para quienes quieren recibir una disculpa (y no lo consiguen)

¿No consigues que se disculpe porque se sigue poniendo a la defensiva? (Why won’t you apologize? Harriet Lerner 2017)

 

Consejos para quienes se ponen a la defensiva pero quieren cambiarlo

¿Te pones a la defensiva y quieres cambiarlo? (Why won’t you apologize? Harriet Lerner)

 

 

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